lunes, 15 de abril de 2019

EN DOS TIEMPOS

Foto "El Norte"
Incertidumbre, emoción, tensión, idas y venidas, propuesta de marcar frente al riesgo de encajar… noventa eternos minutos, noventa minutos fugaces, en los que el estado de ánimo oscila armónicamente acompasado al movimiento de ese objeto -mimado por virtuosos, pateado por estibadores- llamado balón. Nos estiramos y rugimos cuando la pelotita se aproxima a la portería rival, nos encojemos y resoplamos cuando olemos el peligro en la nuestra. Hasta que llega el gol, el instante sublime, y el juego se detiene. Mientras, se signa una raya imperecedera en el marcador y los festejos -o lamentos, en simétrica correspondencia- brotan instantáneos, como un acto reflejo colectivo. Así era hasta hace nada. La llegada del VAR ha trastocado esta dinámica prolongando el estado de incertidumbre. De repente, el gol o su preámbulo el penalti se han convertido en un movimiento de dos tiempos: el primero, cuando ocurre; el segundo, cuando se certifica. Dos tiempos en los que conviven cuatro potenciales efectos.
El mejor de los casos, claro, cara y cara. Gol de Guardiola. La fuerza de la emoción no frena la celebración aunque sepamos que aún no es; el alivio de la confirmación nos impulsa a un nuevo festejo.