lunes, 7 de junio de 2004

PROSTITUCIÓN EUROPEA

Europa es una necesidad política, un salto cualitativo del cejijunto provincianismo a la ciudadanía universal, de las esencias a los derechos. Pero el sueño de generaciones -una Europa crisol, ariete de los derechos humanos, refractaria por escaldada de aventuras bélicas o colonialistas, medioambientalmente sostenible, abierta, solidaria, laica y comprometida con las condiciones de vida de hombres y mujeres- se desvanece. A cambio, un lo tomas o lo dejas en forma de constitución cambalacheada que trueca el sueño en pesadilla.
Europa perece hoy en manos de unos pequeños políticos que nos tienen por lerdos o lo son ellos. Políticos envarados en un traje demasiado ancho para sus tallas, que tras unas elecciones al nosesabepaqué europeo, apenas hace una semana, lloriqueaban quejumbrosos cuando advirtieron que no votaba ni dios, anteayer sonreían flotando en la paradoja. Políticos que, sustancialmente de acuerdo en el apoyo a un texto que otorga carta de naturaleza a una unión alejada de sus ciudadanos y que entrega al sacrosanto imperio de los popes del mercado el grial de las decisiones sobre la economía y con ella el todo que acarrea, fingen discutir sobre nimiedades elevadas a categoría. Políticos, al fin, con un proyecto de unión en las manos del que sólo discuten dos votos arriba tres votos abajo rehusando el análisis a fondo de un proyecto encallado en disquisiciones territoriales. 

Al ejemplo me remito; con la constitución en ciernes se celebran elecciones y los candidatos de los partidos mayoritarios se enzarzan por todo... pero sin una palabra sobre el contenido de la constitución más allá de vacuidades sobre su importancia futura. Las elecciones dirimen el reparto de poder en un parlamento con representación de veinticinco estados y todo cotejo posterior del resultado no sobrepasa la barrera pirenaica. Y como aquí, los otros veinticuatro. Europa es el armazón de un puzzle  y parcamente observamos más allá de la pieza que somos.

Se aviene una Europa con graves lagunas democráticas, sin instituciones que respalden los derechos de la ciudadanía, haciendo dejación de su fuerza en los foros internacionales, sin presupuesto para ejecutar políticas de redistribución y con la única pretensión de articular un mercado en el que los de a pie seguiremos llenando nuestro cesto de incertidumbres. Un pequeño poder para cada estado, una panacea para el capital, un laberinto para todos. Una Europa que peca de omisión.

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