lunes, 28 de septiembre de 2020

USTED Y YO

Foto "El Norte de Castilla"
Como al año en curso le estaba faltando algo de pimienta, allá por esos días en que la primavera anda en retirada, alguien quiso ver un cocodrilo en ese punto donde el Duero coge la fama porque el Pisuerga le regala el agua. A saber qué fue lo que en aquel lugar flotaba y que arrastró las mentes de los testigos que juraron y ‘rejuraron’ la certeza de su avistamiento. Pero no sorprende, las historias de cocodrilos fuera de su entorno son demasiado recurrentes desde hace casi un siglo. Luego, será por miedo, será por exotismo, miles de personas lo creyeron, los relatos cuajaron, se propagaron, aparecieron crónicas similares, se realimentó la creencia, y vuelta a empezar. Y así tuvimos entre manos una leyenda urbana.

Un tipo de leyenda urbana, porque hay más. Existen las que se alimentan de lo fantástico, ¿quién no ha escuchado alguna vez que alguien que conoce a alguien recogió en su coche a una chica que hacía auto stop y que, tras permanecer callada un buen rato, y justo antes de desaparecer, rompió su silencio para comentar al conductor que tiempo atrás, en la siguiente curva, ella había fallecido en un accidente de tráfico?  Otras, por aquello de descreer las versiones oficiales, rozan lo ‘conspiranoico’ y aseguran que personajes de pelo tan diferente como Elvis Presley o Jesús Gil aún permanecen en este valle de lágrimas. Nos encontramos también con las que dan cuenta de escenas estrambóticas que, sin que hayan ocurrido, todo el mundo pudo ver en algún programa de televisión, como aquella en la que Ricky Martin quiso sorprender a una muchacha y fue el propio cantante el que se quedó pasmado al observar a la joven pringada de mermelada realizando juegos eróticos con su perro. Y, por cerrar, aquellas que atribuyen a personajes históricos frases o conversaciones que nunca sucedieron. En algún caso, las mismas palabras a varios: sea esta que hay quien se la asigna a Marilyn Monroe y Albert Einstein y quien, a Isadora Duncan y George Bernard Shaw.

-Usted y yo deberíamos tener hijos, tendrían mi belleza y su inteligencia.

-Mejor que no, ¿y si saliera justo al contrario?

Una conversación similar se podría mantener entre los dos litigantes por ese balón que les precede en la imagen: el blanquivioleta Fede San Emeterio y el céltico Nolito.

- Usted y yo deberíamos tener hijos, tendrían mi despliegue físico, disciplina táctica y capacidad de sacrificio junto a su talento, su capacidad de desborde y su buen manejo de pelota. Sería el futbolista casi perfecto.

-Mejor que no…

En cualquier caso, lo de que dos hombres, por más que sean futbolistas, se reproduzcan entre ellos resulta aún imposible. Eso sí, si lo cuentan mucho por ahí, habrá montones de personas dispuestas a creer que sí sucede. Hasta el punto de que se podría convertir en leyenda urbana.


Publicado en "El Norte de Castilla" el 28-09-2020

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