martes, 6 de abril de 2021

ES EL HUEVO

Es ese justo el instante en que la gallina está cayendo al pozo. Era una de las pocas cosas que mis abuelos le habían regalado a su hija cuando se casó. Días después, mi madre, al notar la ausencia, se apoyó en el brocal y la encontró ahogada en el fondo. Se echó a llorar. Una generación más tarde, se lo contaba a la que iba a ser su nuera. Esta, sin el estigma del hambre, llegó a su propia conclusión. ‘No sabía yo que se pudiera querer tanto a una gallina’. Ahora, en vez de lágrimas, hubo risa. ‘Que voy a querer yo a una gallina… era un huevo menos cada día’. Por suerte, vinieron tiempos mejores y no hubo que lamentar.

Efectivamente, ese balón se ahogó en el pozo. Bien podía valer para completar la cena diaria, pero la caída lo desbarató. Para llegar ahí, hubo mucha tela que cortar. Se estuvo a punto porque, con todo en contra, los blanquivioletas desmintieron los catastrofismos. Y no llegó en mejor disposición a ese postrer minuto por culpa de un mal árbitro, uno de esos que se deja arrastrar por la cobardía. Eso se palpa en los pequeños detalles, se intuye porque hace aspavientos al toro a medio metro de la barrera, en la primera parte, donde aún no hay riesgo. Después, obligado a salir a los medios, el miedo le atenazó desequilibrando la balanza. Como el que amenaza pelea con un ‘agárrame que le mato’, decidía apocado con mirada de ‘echao pa’lante’. El penalti, al límite; la expulsión no hay por dónde cogerla. Ni se acercó para cotejar. Valiente es poner en riesgo tu decisión y, de haberlo, asumir el error.

Por esta gallina en el pozo, en vez de llanto, hubo rabia. Pero el aficionado del Pucela se calienta diez minutos, que es como echar los dioses en el bar, y luego calla y rumia. A malas, se acordará siempre, pero el ruido se desvanece enseguida. Castellanismo.

El jaleo posterior se centrará en el Valladolid, pero lo hará de forma instrumental. Le otorgará el papel de figurante en una película protagonizada por otros. Los ruidosos no pretenderán defender al Pucela sino valerse de él. Creerán que la rabia blanquivioleta es por amor a la gallina, por no haber aminorado la puntuación del antagonista. En el relato de los grandes, el valor de los pequeños se circunscribe a lo útiles que les podamos ser. Puestos a malpensar, tal vez el árbitro no tenía a ningún grande en su cabeza, sino al equipo de su tierra, un Huesca que también quiere cenar huevos fritos. Digo puestos a malpensar. Yo no lo creo.

Eso lo he aprendido en Valladolid. Antes era de los otros. Por eso me encanta ver camisetas del Pucela en la calle, o del Celta en Vigo o del Alavés en Vitoria. No es localismo, sino contribución desde el punto en el que a uno le toca. Se es del Pucela como se abre ‘El Norte de Castilla’ para leer una noticia de la Rondilla o de la Victoria. Noticia menor que no cabe en el Telediario, pero que nos interesa porque ahí vive la gente que conocemos. Y luego, dejar el periódico doblado, ganar, perder y seguir.

Me molesta que me vengan a alabar los que buscan un beneficio con la loa. Detesto ser ese niño del ‘mira ese niño que bien se porta’ como coartada para reñir a otro.

Lo siento, no es la gallina. Es el huevo. Por suerte, vendrán tiempos mejores, las sensaciones que transmite el equipo superan a las de los que tiene por debajo, y no habrá que lamentar.


Publicado en "El Norte de Castilla" el 07-04-2021

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