sábado, 24 de abril de 2021

RÉQUIEM O MUERTE ANUNCIADA

El relato, escrito mucho tiempo después, podría arrancar dentro de un año largo, justo el día del aniversario de la fecha en que se consume la defunción. La frase que vencería al miedo del folio en blanco diría algo como “El cura esperaba sentado en un sillón con la cabeza inclinada sobre la casulla de los oficios de réquiem”. Cambiando, eso sí, ‘cura’, ‘casulla’ y ‘oficios de réquiem’ por Sergio, ‘camiseta del Pucela’ y ‘remembranza’. Este texto alternativo ni lo escribirá Ramón J. Sénder ni, por suerte, por suerte, por suerte, relatará los prolegómenos de la misa de ‘réquiem por un campesino español’. Pero sí serviría, como el original, para relatar un proceso de expiación de culpas y lavado de malas conciencias, para comprender que la muerte, cuando es a destiempo, suele tener muchos padres. El lector -joven aun en aquel momento futuro- de este relato de un pedazo de la historia del Pucela sabrá que esa temporada su equipo descendió. ¿Qué sentido, si no es el recuerdo de una muerte, tiene que el comienzo del relato esté ambientado en una sacristía con olor a incienso, que los participantes asuman desde el principio su responsabilidad en un final cruento?

La cara compungida de Plano refuerza esta forma de narración. En su mirada hay tanto lamento como poca esperanza. En el momento en que se produce, atendiendo a la referencia de los banquillos ya segunda parte, es consciente de que el equipo se ha caído, de que incluso un Cádiz insulso, suplente, sin más argumento que la inercia, les está sometiendo. A ellos, insisto, muy poquita cosa, se les nota las ganas de vivir. Uno, Akapo, camina tenso; otro, Garrido, observa concentrado; un tercero, Cala, manda, dirige o pide ayuda; se relaciona.

Otra forma de abordar la historia, también escrita a posteriori, partiría de un punto previo al momento de la desventura. Rompería la blancura del papel con una frase similar a ‘El día en que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5.30”. Al poco de adentrarnos en el relato, comprobamos que todo el pueblo sabía, desde el señalamiento por Ángela Vicario, que las últimas horas del protagonista serían la ‘Crónica de una muerte anunciada’; todos los lectores  eran conscientes de tal circunstancia desde antes de abrir el libro de García Márquez. Todos, menos el propio Nasar. Sustituyamos ‘lo iban a matar’, ‘Santiago Nasar’ y ‘se levantó’ por ‘iba a descender’, ‘el partido del Real Valladolid’ y ‘comenzaba’. En esta versión hay un resquicio de esperanza. El descenso parece anunciado, lo parecía incluso cuando no ocupaba plaza que condujese a ello. Pero entre el anuncio y la ejecución hay un tiempo, un margen para que acontezca la sorpresa, para que este equipo encuentre cómo sobrevivir.


Publicado en "El Norte de Castilla" el 25-04-2021

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