jueves, 18 de octubre de 2018

DOS DATOS EN LA COCTELERA

Partamos de un imposible metafísico: por más qué lo demos vueltas no existe capacidad para que el nivel de consumo de los habitantes de nuestro planeta se aproxime a los estándares medios de nuestro ámbito occidental. Quizá mañana aparezca un avance tecnológico que permita que los límites actuales se muevan un poco pero aun así, salvo en la ciencia ficción, el modelo no es universalmente extrapolable. Además, la Tierra muestra claros síntomas de agotamiento, lo que nos da a entender que ni siquiera se puede asegurar –más bien todo lo contrario- que en estos territorios ahora prósperos vaya a ser eternamente viable nuestra forma de producir, distribuir y consumir. Un primer dato nos puede servir como ejemplo: España, para vivir como vive, utiliza el territorio de tres Españas.

Y sin embargo, por más que en discursos se haga hincapié en el hecho, no hay forma de poner el cascabel a un gato que marcha desbocado. No hay forma ni existe quién: las personas individualmente bastante tenemos con intentar sobrevivir, las empresas no pueden -en pro de sus balances- ralentizar la marcha, los países de nuestro entorno hace tiempo que perdieron esa capacidad y se limitan a pelotear a los grandes capitales para que inviertan en ellos.  Ningún agente pues se encuentra en disposición de girar el volante o pisar el freno. Debe ser que somos incapaces de creer que puede ocurrir lo que la memoria no alcanza para recordarnos que alguna vez haya pasado, de  plantear un viaje por caminos que nunca se han pisado. Pero en ello estamos, o frenamos o la propia Tierra nos frenará y entonces no podremos decir que no estemos avisados.  
A pesar de todo esta ‘hiperutilización’ de recursos, resulta que no permite cubrir las necesidades de buena parte de la población. Estremece el segundo dato, el que abría ayer las páginas de El Norte: casi 100.000 personas en Castilla y León tienen que encoger el mes hasta 355 euros. Un fenómeno este, el de la extendida penuria en territorio de abundancia, que se repite miméticamente en cada región, en cada país, y que está siendo utilizado para generar un miedo que se superpone al propio miedo de y a la pobreza. Una pobreza diseminada en el mundo que no tiene suficiente con consumir el potencial de tres mundos. ¡Qué siga la música!

Publicado en "El Norte de Castilla" el 18-10-2018

No hay comentarios:

Publicar un comentario