jueves, 11 de octubre de 2018

DE CHAMARTÍN A ATOCHA

En muchos casos, con las grandes obras de infraestructura nos ocurre como con aquel acertijo infantil;  es difícil saber qué pasó antes, si fue el huevo de la necesidad el que empolló la obra u ocurrió que la propia gallina de la obra fue dando forma a la realidad social. El caso del AVE, por ejemplo, es paradigmático. Se vendió como huevo, claro, eso ocurre siempre para conseguir el calor con el que se incube; como ese bálsamo de fierabrás cuyas sinergias solucionarían hasta el hambre en el mundo. Si los madrileños están a tiro de una hora, esto se habrá de llenar de empresas que generarán puestos de trabajo y riqueza que dará forma a su vez nuevas empresas y nuevos puestos de trabajo que… Hubo quien puso cifras, Valladolid podrá llegar a los 700.000 habitantes. Ocurrió viceversa, como con el autobús de mi pueblo; son muchas más las personas que salen a trabajar a la capital del reino que las que vienen con idéntico propósito. Personas que empiezan yendo y viniendo para terminar asentándose al sur de Guadarrama.

En realidad, la alta velocidad se parece, más que al huevo, a la gallina que requiere Madrid para que allí ‘desove’. Basta con ver el ponedero. Casi todos los huevos están en líneas que tienen Madrid como origen o destino. Puede pensarse que tiene cierta lógica: es la capital, está en el centro de la península. Pero un detalle, un lapsus, nos debía haber mantenido en alerta: Si una persona de Segovia o Valladolid, pretende ir a Córdoba o Zaragoza, debe realizar el viaje en tres tramos siendo uno de ellos el de la docena de kilómetros que unen Chamartín con Atocha, un fusible que aminora el efecto de la celeridad de los trenes retrasando cualquier viaje en torno a una hora. Vamos, que, desde su concepción, la red está planteada para que Madrid sea alfa u omega, el resto son consideradas excepciones que habrán de asumir la penalización temporal. Si además tenemos en cuenta los precios de los billetes, el costo de la infraestructura y su mantenimiento, la decadencia de las líneas convencionales asociadas a ese costo, podemos entender que la mayoría de las personas, las de menor nivel de renta, hemos perdido oportunidades en el transporte ferroviario.  Es lo que se llama redistribución inversa, se paga a escote, una minoría se queda con la gallina y el resto pierden hasta los huevos.  



Publicado en "El Norte de Castilla" el 11-10-2018

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