miércoles, 29 de agosto de 2018

EL PERFUMERÍAS, QUÉ DEMASIAO

Jugará este año en el equipo salmantino de División de Honor pese a que iba para futbolista, pero una tarde lluviosa y fría cambió su vida

Foto El Norte
La flechana Andrea Serna, (4-5-2001), emprenderá a partir del próximo mes de septiembre la aventura que le puede llevar a la cúspide del baloncesto español. Tras varios años subiendo peldaños en clubes tanto de su localidad como de la capital vallisoletana, Serna disputará su última temporada en la categoría junior en el potente Perfumerías Avenida salmantino a la vez que compartirá entrenamientos con las jugadoras de la primera plantilla.
Al igual que el macarra de ceñido pantalón retratado por Joaquín Sabina en su 'Qué demasiao', Andrea Serna 'aún no tiene años pa votar'. En todo lo demás, no busquen parecido alguno. Mientras aquel, a esa tempranera edad, 'ya pasaba del rollo de vivir', nuestra protagonista, con la sonrisa siempre puesta, va comiéndose la vida a bocados, disfrutando de cada uno de ellos, digiriéndolos y preparándose para engullir los siguientes, los que están por venir. El de ahora no es pequeño, a su puerta ha llamado el todopoderoso Perfumerías Avenida salmantino de baloncesto para incorporarla a sus filas. Entrenará con las mismas mujeres que hasta ayer eran sus referentes.
Andrea sabe que está ante una temporada decisiva, es su último año como junior, el que marca si una jugadora está preparada para traspasar la sombra del dintel del profesionalismo o asumir que tendrá que quedarse a este lado de la puerta. «O eres buena -sonríe Andrea- o te dan por saco». De momento cuenta con un estupendo pasaporte, la palabra 'aprender' no deja de caérsele de la boca. Aprender como actitud, aprender como criterio para elegir, aprender rodeada de las mejores, de las que pueden enseñar. ¿Y qué mejor sitio para ello?
No es posible saber a ciencia cierta si la pasión ayuda a elegir un camino entre los cientos posibles o se limita a desbrozar el sendero al que las circunstancias previamente han arrastrado. El hecho es que el baloncesto le apareció a Andrea inopinadamente una tarde en que hubo tormenta. Hasta ese día, ella prefería domesticar el balón con los pies. No se le debía dar mal eso del futbol, entonces, apenas nueve años, ya la seleccionaron para el combinado regional de su categoría. Pero un domingo de fútbol llovió como si al cielo se le hubiera roto la bañera. Resultado del partido: un par de días enferma. Recordó entonces la visita al colegio de los directivos del club de baloncesto de su pueblo, Arroyo de la Encomienda. Las canastas, a diferencia de las porterías, están cubiertas por un techo; las camisetas de las jugadoras solo se mojan con el sudor. La decisión estaba tomada. El club de baloncesto de La Flecha sería el nuevo punto de partida. Sus dos primeros años confirmaron el buen tino de su elección, aunque a tenor de su carácter da la sensación de que cualquier decisión hubiera sido acertada. Rodeada de niñas y niños –las competiciones a esa edad son mixtas– fue descubriendo las distintas artes necesarias para destacar en el juego; entre ellas que la mejor respuesta a un palo o a un insulto siempre será devolver la 'gentileza' con una sonrisa.
Dos años después, en categoría alevín, cambia de club. Su camiseta es ahora la del San Isidro vallisoletano. A partir de ahí los pasos van agigantándose. Durante su primer año como infantil juega con las cadetes. Estamos en la temporada 2014-2015. Arranca el curso en el Ponce, pero unas desavenencias con el entrenador le hacen replantearse la decisión y vuelve al San Isidro donde termina la temporada y comienza la siguiente. Pero los cantos del Ponce siguen atrayéndola y en octubre regresa. Aun siendo cadete, juega en categoría junior. Cuando es junior combina entrenamientos y partidos con las chicas de su categoría y las mujeres del nacional.
Por despejados que parezcan los caminos, nunca faltan los ratos de oscuridad. Ella, que ha sido seleccionada en todas las categorías para jugar en el combinado regional; ella, que ha jugado en la selección española sub-13 y que solo salió de esta dinámica por una lesión un año después; perdió la confianza en sí misma, se sintió desmotivada a mitad de la temporada pasada y quiso romper su relación con la canasta, abandonar el balón, dejarlo todo. Fue entonces su padre el que atemperó sus ánimos, el que le mostró el bosque detrás del árbol.
El año no concluyó mal, todo lo contrario, y el Perfumerías, que ya llevaba tiempo tirándole los trastos, le convenció mediante –aprender, ya saben– un plan detallado de trabajo que se basa en jugar con el equipo junior a la vez que entrenar -y pretende rascar algunos minutos- con la primera plantilla. Allí se encontrará, mirándolas a la cara, con las Silvia Domínguez, Erika de Souza, Angel Robinson o Laura Nichols. Pero si existe una jugadora en la que Andrea se fije, a la que se quiera parecer, –«ojalá fichase por el Perfumerías»– esta es la gerundense Marta Xargay.
En paralelo, pese a las tres horas más o menos que dedica cada día al baloncesto, tiene tiempo para estudiar, en invierno lo que toca, en verano lo que falta; porque aunque pase el día saltando, mantiene los pies en el suelo y es consciente de que es imprescindible prepararse también para la vida fuera del basket.
Aquel pandillero de la canción de Sabina palmó feliz, qué demasiado, porque de aquella desventura alcanzaría la gloria efímera de salir en televisión. Andrea, todo lo contrario, espera ahora el comienzo oficial de la pretemporada en su nuevo club sin dejar de entrenar cada día, de mantenerse a punto porque es consciente de que los sueños no se cumplen, se trabajan. Lo evanescente no merece la pena. La sonrisa se mantiene con la cabeza alta, mirando lejos. La televisión no la pillará sin estar preparada.

Publicado en "El Norte de Castilla" el 28-08-2018

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