martes, 21 de octubre de 2025

LA DECISIÓN DEL ASNO

 

Foto:AFP

Hace apenas un mes, al pie de otro café, traje a colación ‘El tren’, la película que John Frankenheimer dirigiera en 1964. Y no, la reflexión propuesta entonces no se atenía al atolladero pucelano que ha derivado en el empantanamiento de una ciudad ahora sin agua ni heno, sin soterramiento ni integración. Muerta a la vez de sed y hambre, pero, a diferencia del burro de Buridán, no por la indecisión de un asno. Que aquí, a este respecto, las decisiones resultan muy decididas, además de hiperbólicamente defendidas, ergo muy interesadas. Pues no. Y la de hoy, tampoco. Que bastante se ha escrito ya. Con nulo efecto como ocurre siempre que la palabra se topa ante una voluntad encallada, ergo interesada.

Ceñía entonces el razonamiento al colofón de la película, al arrebato elitista del oficial nazi que desmonta, precisamente por salir de su boca, el argumento de que la adquisición de una mayor cultura nos convierte necesariamente en mejores personas. Corresponde hoy regresar al comienzo del filme: el imperativo saqueo del Museo del Louvre por las tropas alemanas destacadas en París. No sé -supongo que no- si por inspiración en la obra, pero el museo parisino ha sido objeto de otro saqueo siquiera parcial. De película, se lee en algún titular. Pero ya sabemos que la realidad siempre termina superando la ficción. Sin precisar además de las trampas narrativas que facilitan los guiones a estos descuideros de postín.

El robo a la galería ocupa un espacio en la actualidad que relega en los informativos a los expolios que, ante nuestros ojos del presente, se producen o con los que se amenaza. El tren de la película transportaba los cuadros objeto del intento de usurpación; el despojo cierto, empero, se producía a las gentes de los lugares por los que circulaba el convoy. Y, en paralelo, por los mismos, en otros lugares diseminados por el mapa.

Del robo de las nueve joyas del Louvre resalta la espectacularidad, la aparente -comprobamos que no- imposibilidad. Aterra sin embargo la naturalidad con la que asumimos los expolios de verdad. Como otro espectáculo, no solo posible, ineludible.

Publicado en El Norte de Castilla el 21-10-2025


  

 

domingo, 19 de octubre de 2025

COMO EN CASA, EN NINGÚN SITIO

 


Fotos: Rodrigo Jiménez



Cuentan que un obispo, ante la inminente defunción de un sacerdote de su diócesis, y con la voluntad de ungirle con el óleo de los enfermos, con el ánimo de reconfortarle espiritualmente, acudió al domicilio del párroco. «Sea enhorabuena, padre. Esta noche –acarició con palabras el prelado– gozará usted de su presencia en la casa del padre». «Ya –objetó resignado el cura, pretendiendo no contrariar a su superior ni, por supuesto, caer en herejía–, pero como en casa de uno... en ningún sitio».

 

Y así debe de ser porque, sea por instinto de supervivencia o por puros deseos racionales e irracionales, la mayoría de las personas anhela continuar en este mundo por más que considere ponzoñoso su estado. Al fin y al cabo, de este albergamos certezas; del de después, todo lo más, incógnitas. Y nos agarramos. Claro, nos agarramos mientras entendamos ese 'como en casa' como una vida con cierta comodidad física y emocional o, al menos, con esperanza de alcanzarla.

La muerte, tan lejana de partida, invade de sopetón al escuchar la palabra cáncer. El diagnóstico derruye. La palabra 'muerte' brota consecuente. Y hostiga. El miedo se corporeiza. Miedo que se extiende ante el dolor. Hasta asumir que no existe manera mejor de enfrentarlos que viviendo.

Con motivo del Día Mundial contra el Cáncer de Mama, el Real Valladolid ha dispuesto que las Vallkirias del Pisuerga efectuasen el saque de honor previo al partido ante el Sporting de Gijón. Vallkirias rodeadas de la afición pucelana inserta en la ciudad de Valladolid: una comunidad dentro de una comunidad, dentro de una comunidad... Si el objetivo de la propuesta se limitase a tranquilizar conciencias, a fortalecer una imagen de marca, a obtener fotos sencillas de conseguir, a adornarse de condescendencia, el gesto no alcanzaría ni el nivel del fuego fatuo. Flaco favor. Si falla la palabra recibida, poco queda. Entiendo la propuesta, el aplauso, como un compromiso. No soy quién para hablar por nadie. Mi diagnóstico en su momento, mi proceso, tendrá elementos comunes, sí, pero otros dispares. Cada cabeza y cuerpo, cada cáncer y tratamiento, difieren del resto. No sé por lo que pasa cualquiera otra de las personas 'picadas por el bicho' –Fernando Polanco dixit–. Pero me atrevo a afirmar generalizando que me siento un privilegiado por disponer de los médicos –y del resto del personal–, de un sistema que trata, también e igual, a quienes no podríamos pagar ni una semana por año. Los avances, añado, requieren investigación. Dinero, presupuesto. Y en defender esto se ancla el compromiso. En defenderlo porque muchas personas que hoy emiten cantos de empatía escucharán mañana el cruel diagnóstico y temerán, espero que menos, la muerte.

En esto, y no en loas a valientes, heroínas o luchadoras. En el cáncer no se compite. Se padece y se pretende sobrevivir. Al cáncer no se le vence. Se puede o podrá curar. Y también se podrá morir, lo que nunca será un fracaso, ni una derrota, ni la ausencia de lucha. Tan solo una consecuencia. Una consecuencia cada vez más evitable o postergada. Mientras, en casa, como en ningún sitio.

Artículo publicado en El Norte de Castilla el 20-10-2025

 

lunes, 13 de octubre de 2025

TIEMPOS MODERNOS

 

Foto: Ricardo Ordóñez

Al realizador de la retransmisión televisiva le seduce la imagen captada por una de las cámaras dispuestas en El Plantío, una de las que vigila los aconteceres del graderío, y decide olvidar durante unos segundos la contienda que se desarrolla en la campa de juego. Por suerte, la escena no mostraba un triste enfrentamiento entre aficionados como podríamos temer dada la ridícula rivalidad últimamente exacerbada. Mostraba, sin más, la reacción de un muchacho despistado, desubicado, ruborizado, aturdido... y dolorido tras haber recibido un balonazo en la cara.

El gesto compartido por sus amigos, a los que el azar bien pudo haber convertido en protagonistas, entreveraba vetas de regodeo y compasión. A lo que vamos: el disparo a puerta –doy por descontada la intención– del blanquivioleta Tenés, lejos de culminar su trayecto en el fondo de la red de la portería rival, prosiguió su peregrinaje hasta ver interrumpido su recorrido al topar con el rostro de este chaval emplazado en uno de los fondos del estadio.

Considerando la distancia cubierta por la pelota en su itinerario, y, de resultas, calculando siquiera a ojo de buen cubero el tiempo empleado en describir la ruta, resulta obvio que el mozuelo estaba pendiente de cualquier cosa menos del partido en sí. A poco que hubiera tenido el ojo apuntando al juego, habría dispuesto de tiempo suficiente para esquivar, incluso detener, el ya suave tránsito del balón. Le entiendo, faltaría más. Por un lado, debido a la identificación. Tiendo a distraerme y, cada poco, 'tengo que aguantar' a los compinches con quienes comparto los partidos en El Norte un «¡Pero quieres mirar el televisor!» reprensor. Por otro –más verosímil–, en virtud del contexto. El fútbol, por llamarlo de alguna manera, que exhibían tanto el Burgos CF como el Real Valladolid desalentaba hasta al más enfervorizado de sus seguidores.

Fútbol industrial, aburrido como dedicar la mañana a observar el trabajo en cadena de una línea de montaje en una fábrica de frigoríficos. Nada que ver con el dinámico espectáculo ofrecido por cualquier obra de la que disfrutan las sucesivas hornadas de jubilados. Una secuela futbolística del fordismo, un desarrollo en el que los futbolistas pretenden ensamblar su fútbol desencajando el del rival y, una vez logrado, ejecutando de forma secuencial una repetición constante de faenas. Fútbol de poderío físico y dogmatismos tácticos. Fútbol moderno que nos retrotrae a otros modernos, los tiempos referidos por Chaplin en su película así titulada. Fútbol plomizo interrumpido por algún destello como fue el provocado por el golazo de Chuki.

Mucho alicate y un fogonazo que prendieron los tres puntos en un partido disputado en terreno emocional fronterizo. Un momento en el que las decepciones previas intimidaban e imponían al Pucela un tan atenazante como impostor miedo a perder. Los efluvios del contento inicial de la temporada ya se habían disipado y los temores comenzaban a corporeizarse. Al menos se ha ganado tiempo. Y una alegría, que nunca está de más.

Publicado en El Norte de Castilla el 13-10-2025

 

martes, 7 de octubre de 2025

CABEN TODOS

 

 Foto: Iván Tomé

El número 118 de la revista que publica la Federación de Comités de Solidaridad con África Negra bajo el título ‘Umoya’ -en suajili ‘unión, camino, esfuerzo compartido…’-, además de informar sobre el saqueo del agua por la agroindustria, de destacar que África del Oeste se libera del colonialismo francés y de tildar de olvidada la guerra de Sudán, notifica que la Plataforma Social de CyL reconoció con la mención ‘Solidaridad Invisible 2024’ a Fermín Santórum. Destacan «la gran dedicación a tareas y actividades con la población inmigrante. Colabora con la Federación de Comités de Solidaridad con el África Negra. Se valora su compromiso con el Comité Oscar Romero -Servicio Internacional Cristiano de Solidaridad con los pueblos de América Latina-…” y la exposición añade la labor de Fermín en “las Campañas de Solidaridad con Palestina y el pueblo palestino”.

Leo en redes, en artículos, escucho en la calle reprobaciones que catalogan de movimiento impostado las movilizaciones que reclaman el fin de -escriban el sintagma que deseen- al pueblo palestino debido al silencio que escuchan sobre -escriban también el sintagma que prefieran- que acontecen en otros lugares. Resulta que las gentes que se movilizan por una causa, los ‘fermines’, tienen presente al resto. Quien pretende silenciar la palestina suele, salvo por interés argumental, no alzar la voz por las demás. La razón del eco apúntenla en la duración -no comenzó hace justo dos años (no justifico, indico) con la barrabasada de Hamas-, cercanía, vinculación política o capacidad de influencia.

Se anuncia ahora un plan de paz propuesto por Trump y, en principio, aceptado por las partes. Ojalá se convierta en el preámbulo de un acuerdo duradero. Para ello, los negociadores de la parte subyugante habrán de considerar la inconveniencia de confundir acuerdo de paz con trágala. Uno aspira a la permanencia. El otro obliga a firmar. Uno apacigua. El otro hincha la vena hasta reventar. Evocando la Alemania de entreguerras, quizá sea peor el remedio que la enfermedad. Se sabrá pasado un tiempo, pero sería idóneo tenerlo en cuenta antes. Al menos para que Fermín pueda centrarse en otros empeños, que no faltan.

Artículo publicado en El Norte de Castilla el 07-10-2025

lunes, 6 de octubre de 2025

REVOLUCIONES, VOLCANES, PUCELA

 

 Foto: A. Mingueza

El escritor francés Victor Hugo, testigo vital del siglo XIX, atestiguó: «Las revoluciones, como los volcanes, tienen sus días de llamas y sus años de humo». Al fin, ambos procesos arrancan con un desempeño convulso, se acrecientan mediante un trajín vehemente que paulatinamente se sofoca hasta devolver la quietud. Concluyen ambos con una humareda preámbulo de la ceniza que se perpetuará. Una sedimentación que bien abrirá un nuevo tiempo en el que se apuntalarán las reformas propuestas/impuestas por el nuevo poder o bien posibilitará el advenimiento de un periodo en que, represión mediante, se opaquen las aspiraciones subversivas. En no pocas ocasiones, enarbolan la bandera rebelde manos herederas del poder que supuestamente se pretende derrocar.

 

La alusión literaria habitual a la que nos acogemos para referenciar este tipo de comportamientos se encuentra en 'El gatopardo', la novela de Giuseppe Tomasi di Lampedusa que relata como el poder se mantiene en los mismos apellidos aunque los hijos se disfracen de una pretendida rebeldía que, hasta que lo expliquen en casa, sorprende a los padres. Con esa máscara arengan a los enfervorizados seguidores con discursos en los que arremeten contra no sé qué hegemonía cuando ellos conforman la hegemonía dominante: son dueños de los medios y procuran parecer que se enfrentan a ellos. No se trata tanto de 'cambiar todo para que nada cambie' cuanto 'embestir contra todo para que todo quede en las mismas manos'. 

Agosto empieza a quedar demasiado atrás, pero entonces, aparte de las climatológicas, el Pucela, como las revoluciones y los volcanes, tuvo sus días de llamas. La puesta en escena de la temporada con dos victorias consecutivas parecía quemar un pasado oneroso, Almada se nos mostraba –quisimos ver– como aquella 'Libertad' pintada por Delacroix guiando al pueblo, el balón entonaba 'A las barricadas'. Poco más que hasta ahí. De repente, las ilusiones se tornaron humo. La ceniza no enterró el pasado sino sepultó el futuro que se vislumbraba. La sensación de más de lo mismo atribula a una afición que comprueba como en la cara de Almada se dibujan rasgos de Pezzolano. Anda media ciudad conjeturando con enmiendas a las alineaciones, planteando al vecino la vieja fórmula del «yo metería a este por aquel». En realidad, si ahora (casi) todos los jugadores nos parecen malos, el asunto tiene otra raíz: falta encontrar plan, reparto de roles, adecuación de posiciones.

Con correr y sudar –por más que encante a la hinchada escuchar consignas marciales, por más que asimile el ardor guerrero a un bálsamo de Fierabrás– no alcanza para provocar una llama revolucionaria. Se requiere juego y este, al menos de momento, ni se vislumbra. El 'Pucela échale huevos' que se corea no sirve, metafóricamente exige lo que ya se aporta, no lo necesario. «Un día –apuntaba el propio Victor Hugo en 1849– vendrá en el que las armas se os caigan de los brazos a vosotros también». Y se viva, y se juegue.

Publicado en El Norte de Castilla el 06-10-2025

 

martes, 30 de septiembre de 2025

CARRETERA DE LEÓN, CRÓNICA NUESTRA

 

Foto: R. Jiménez

Cruzando desde el paseo de Isabel la Católica el puente Mayor de Valladolid y continuando, rotonda al margen, de frente, accedemos a la vía que el callejero denomina avenida de Gijón. Tiene lógica la designación porque el tramo que une Valladolid con la ciudad asturiana formaba parte de la N-601 que unía, Adanero mediante, Madrid con Gijón. Dispone de lógica cartográfica pero carece de la social, de la humana, porque para los vecinos de Valladolid, y no digamos si lo circunscribimos a los del barrio de la 'Vitoria', esa arteria que se abre –o se cierra, según se mire– al lado de mi casa se denomina 'carretera de León'. Al fin y al cabo, y de ahí la lógica humana del nombre, la mayoría de trayectos que se consuman sobre ese asfalto facilitan el trasiego entre las dos capitales o entre una de ellas y los pueblos de enmedio. Y no son trayectos circunstanciales, la mayor parte de esa mayoría responden al ejercicio de una vida: al eje que une el pueblo del origen con la capital del destino. Un proceso que, deseable o execrable, ineludible o forzado, responde a un fenómeno, el de los desplazamientos de personas a gran escala, que diseñó –diseña y diseñará– la geografía humana de nuestras sociedades. En la 'Vitoria', sin leoneses, sin terracampinos, no se habrían levantado edificios de más de dos plantas. Al menos cuando se edificaron los que existen.

Desde esa óptica, no comprendo la rivalidad perenne. Sí, claro, el pique en un juego de toma y daca, con principio y final preestablecidos. Sí, claro, la denuncia de los atropellos, la demanda de igualdad. Denuncias y demandas cuyo listado de destinatarios se ciñe a las personas con poder político y económico para decidir. Desde esa óptica, insisto, no comprendo el odio difuso y generalizado a cualquier cosa que evoque todo un territorio y a quienes en él habitan.

Me desagrada el clima que se genera cuando, en este caso, el Valladolid y la Cultural se enfrentan. Cuando se cargan en la pelota relatos de afrentas pasadas con responsabilidades remotas. Un clima, no lo olvidemos, artificial, provocado por quienes pretendiendo réditos políticos zahieren bajito –para encontrar escapatoria si vienen mal dadas– y magnificado por vocingleras que envuelven su personalidad en banderas a las que atribuyen blasones de superioridad, que se difuminan en identidades excluyentes. En realidad, resuenan más que son: entre unos Villarriba y Villabajo cualquiera, siquiera por contacto, la cercanía impone la relación cotidiana con todos sus vericuetos. Bodas incluidas. Podemos pensar que la pareja de ya prometidos está formada por dos antagonistas que como se apunta en la película dirigida por Robert Redford 'El río de la vida', «podemos amar totalmente sin entender totalmente». La realidad es la opuesta: se podrán comprender enteramente porque comparten pasión: el fútbol. Parte de lo no importante, de la mayoría de nuestro tiempo. En esta ocasión le corresponderá a ella mitigar el enojo de él.

Otra cosa, y aquí se me amontonan los años, observo reticente como el espectáculo se impone en todos los campos. A los debates políticos ha sucedido la espectacularización de las polémicas; a los análisis futbolísticos, el show periférico; a los usos que se atenían a lo privado, la exhibición de los sentimientos. De esa petición pública no quiero imaginar la posibilidad de un 'no' por respuesta. No lo entiendan, faltaría, como crítica sino como crónica de una evolución. Nuevos tiempos que no llegan para un Pucela empeñado en transitar por su mediocridad consuetudinaria.

Mientras, en ese Gijón punto y final de la carretera, la Segunda División muestra su rostro traidor, inmisericorde... maravilloso. Del 3-0 al 3-4. Todo cabe, nada sorprende.

Publicado en El Norte de Castilla el 29-09-2025

 

martes, 23 de septiembre de 2025

DENUESTOS PARA TAPAR LUNAS

 



La desolación a lo largo de las distintas geografías invade cuerpos y almas a medida que las noticias, las imágenes y los sonidos procedentes de la Gaza arrasada -y en menor medida, aunque respondiendo a la misma lógica expan’sionista’, de la Cisjordania silente, expectante, consciente, con las barbas en remojo- alcanzan cerebros y sentidos. Desolación que se vigoriza y transforma en un coraje que impele a la protesta, a la demanda de medidas que detengan la fiereza de los ataques. Ataques que envueltos en palabrerías justificadoras, disertaciones ideológicas o hermenéuticas sagradas responden, como siempre, al interés de sus élites.

Intereses de sus élites, también las de esa Europa acostumbrada a los lamentos impostados. La Europa nunca integrada: aquel gigante económico, enano político, con pretensión de referente ético que mengua a marchas forzadas, desaparece por sumisión y provoca risa en un mundo que desprecia esos valores. La inercia nos hace creer que mantiene su capacidad de influencia, que aún, si le exigimos, puede.

Mientras, en nuestra España, para justificar el borrado palestino escuchamos (¿será por carencia argumental?) denuestos contra quienes reivindican detener la masacre. Alguno “Israel tras el 11-M ayudó a España, en Gaza brindaban por nuestros muertos”, aparte de falaz -Arafat condenó los atentados- no justifica nada. A un ‘amigo’ no se le puede consentir todo. Otros “¿Por qué no protestas por otras cosas también graves?”, exigen lo que nunca se había planteado, un listado de demandas en el que hay que excluir causas por ser de menor calado que el hambre en el mundo. Olvidan un hecho: existe desde hace decenios un entramado social denunciando la catástrofe palestina que anula el argumento de que el conflicto comenzó el 7 de octubre de 2023. Uno más “¿qué hiciste cuando en España…?”, se podría contestar que lo que la mayoría. Buena parte, seguro que más. Como colofón “entre los manifestantes había gentes indeseables”, como entre los no manifestantes, en manifestantes de otros asuntos, asistentes a un concierto o a un partido de fútbol, como en cualquier circunstancia que agrupe a decenas de miles de personas. Dedos señalando dedos, escondiendo lunas.

Publicado en El Norte de Castilla el 23-09-2025

lunes, 22 de septiembre de 2025

Y NO ME PIDAS PERDÓN

 

Foto: Carlos Gil Roig

No sé a qué punto emocional de la relación –si al desasosiego del inicio, al empalago de la rutinaria inercia del día a día o al desgarro de una ruptura– se refiere Coti en su canción 'Nada fue un error'. Si específicamente a uno de ellos, a todos en su conjunto o a cada uno por separado. La contradicción que emerge entre el arranque, «Tengo una mala noticia», y la continuación, «no fue de casualidad. Yo quería que nos pasara y tú, y tú, lo dejaste pasar» insinúa que en el idilio deseado por una parte, no eludido por la otra, se cierne el desconsuelo del punto final. Ese 'una mala noticia' se esgrimiría, desde esta perspectiva, a modo de reproche: la historia ocurrió porque no lo evitaste. Tal vez, simplemente celebre el romance enfatizando la voluntad de que ocurriera y, visto así, haya cargado de ironía lo de la 'mala noticias'. En cualquiera de los escenarios, cobra sentido el estribillo: «Nada de esto fue un error». En el primero, porque carece de valor el lamento por el resultado de una decisión pasada: el tiempo vivido a resultas de ella forma parte de uno mismo, del propio ser. Afligirse, renegar, entraña un vano intento de anular lo que ha contribuido al presente. Más aún si el corazón apuntó la dirección escogida. En el segundo, por motivos obvios. Nadie considera un error la vivencia de un romance recién comenzado.

 

Aunque la fortuna aparezca en determinados instantes, al Pucela, tras la derrota ante el Albacete Balompié, le podríamos haber dicho «tengo una mala noticia, no fue de casualidad». En realidad, ya se advertía y avistaba. Y no me refiero a diatribas agoreras procedentes del exterior –tomemos por exterior a afición y medios de comunicación–. En el vestuario ya eran conscientes, al menos, desde que Almada, en el análisis del encuentro ante el Córdoba, recurrió al concepto del 'manejo' para precisar las carencias de su equipo. Y no lo señaló una semana antes en Castellón porque el resultado evitó la necesidad de decirlo.

«Aprendí –prosigue la canción– la diferencia entre el juego y el azar». No me cabe duda de que, pese al triunfo final frente a la UD Almería, el técnico blanquivioleta no se acostó satisfecho: el azar influyó en el resultado más que el juego. Lo que no es habitual. De verse en las mismas, no tardaría en aparecer la derrota.

Y eso que en Albacete, Guilherme por un lado, los postes por otro, pospusieron la crónica de una derrota anunciada, taparon por un rato las costuras rotas. Esta vez el trabajo, necesario, no alcanzó la categoría de suficiente. Tengo una buena noticia: «Nada –se puede añadir con Coti– fue un error» porque la derrota forma parte del proceso. Quizá, al revelar carencias, al alentar el inconformismo, a la larga aporte más este resultado que tres puntos casuales.

El Pucela, al contrario que el intérprete argentino, no regresa cantando «Yo quería que nos pasara». Faltaría más. Pero la afición, al menos mientras se mantenga la implicación u, ojo, los malos resultados no se acumulen, puede mirar al equipo a la cara, pretender levantarle el ánimo, pedirle que continúe en el empeño y apostillar con un «no me pidas perdón».

Publicado en El Norte de Castilla el 22-09-2025

 

domingo, 14 de septiembre de 2025

INJUSTO Y CRUEL, ARBITRARIO Y GENEROSO

Foto: Alberto Mingueza


La pelota topa con la cinta superior de la red de la pista de tenis y se eleva. Woody Allen ralentiza la secuencia del ascenso de la bola hasta que esta alcanza el punto de máxima altura. Justo en ese instante previo al descenso, Allen detiene la imagen. ‘Match Point’, el resultado de una inercia desconocida, la suma de magnitudes -presión, humedad, temperatura, densidad…- a priori despreciables por su ínfima incidencia, un soplo de aire, la reverberación de un sonido… o el azar demediado determinarán el lado de la cancha en el que botará la pelota, repartirán aleatoriamente sonrisas y llantos. Propiciarán, incluso, la escritura de relatos épicos que encumbrarán a las cimas del Olimpo al favorecido por la por la decisión del bote, que cuestionarán el proceder del compungido perjudicado por la fatalidad.

El azar, un azar desapegado del destino, circunstancial, inopinado, que distingue sin más criterio que el ‘porque sí’, resuelve un partido de fútbol como discierne al respecto de la vida o de la muerte en rebuscadas sentencias que aventuraban lo contrario. Sea un penalti en contra que remueve un partido a tu favor o un informe médico que al traspapelarse evita el riesgo de un diagnóstico tardío. Conozco el caso. A un paciente oncológico, por asuntos diferentes a los de su proceso, le realizan una gastroscopia. Cuando acude a por el resultado, le informan de que el expediente no aparece. Verbalmente, a la par que el médico se disculpa, le indica que no había nada preocupante pero que, ante la eventualidad, correspondería efectuar de nuevo la prueba. Así ocurre. Dos días después de un TAC en el que no aparece rastro tumoral, se practica la segunda gastroscopia en la que da la cara ‘un pólipo que por tamaño y color no debe preocupar’. Hasta que en anatomía patológica lo analizan y resulta ser una metástasis localizada y en su mínima expresión. La pelota traspasó la red, cayó del otro lado, punto a favor.

La UD Almería, que redujo a la nada al Pucela en el primer tramo de partido, pudo certificar su dominio transformando un claro penalti provocado a resultas de dicho meneo. Cabezas gachas en el estadio, sometimiento futbolístico y una máxima pena pendiente de transformar en número la elocuente sensación. El balón, manopla de Guilherme mediante, no atravesó la línea. El marcador no entiende de dominios, apunta goles y no hubo razón para alterarlo. Pero el ánimo sí vive sujeto a impactos y este yerro almeriense propició la dilución del propio, el realce del de los blanquivioletas. Había partido. Por eso me apasiona este juego, por su fragilidad, por sus recovecos, incluso porque -como la vida- puede ser tan injusto y cruel como arbitrario y generoso. Dos realidades que no dejan de ser la misma vividas desde perspectivas opuestas. Porque el fútbol no miente, muestra. También lo que no gusta.

La cinta de la red continuó siendo golpeada. El mismo partido, años atrás, sin el VAR reajustando, hubiera cambiado de bando los gestos. Gol válido posteriormente anulado a los rojiblancos, mano discreta de dos defensas almerienses observada por la cámara chivata. Dos pelotas de partido salvadas por el Pucela. Más, dos jugadas simétricas, remate franco al larguero de uno y otro, antes del uno y después del otro, concluyen con finales opuestos: ocasión perdida del primero, ‘deuce’, iguales; para el segundo, penalti en el rebote. Match point que Latasa certificó previo uyuyuyuy y consolidó el juego, set y partido. 

Claro, para que la pelotita golpee la cinta resulta imperativo percutirla previamente, atizarla una y otra vez. El empeño mayúsculo del Pucela propició un resultado inmerecido por juego, sí, pero la casualidad asomó cuando voluntad, esfuerzo y convicción tocaron a su puerta. Casualidad que, eso sí, no suele repetir visita. Quedarse con el resultado como única enseñanza acarrearía el riesgo de confiar en la cinta, en la inercia, en el viento o en que se traspapele el informe de la gastroscopia. 



Publicado en El Norte de Castila el 15-9-2025