De entre todos sus hermanos –dicho, adagio, máxima, proverbio, sentencia, apotegma, aforismo...–, el refrán destaca por su modestia: sin alardes estilísticos, sin devaneos estéticos, sin exaltaciones conceptuales, encierra en sí fragmentos comprimidos de sabiduría popular. La gran mayoría de ellos aportan una enseñanza –«Septiembre: o lleva los puentes o seca las fuentes»–, un consejo –«A palabras necias, oídos sordos», una advertencia –«Por la boca muere el pez»-... Unos pocos, sea el caso de «Agua pasada no mueve molino», se limitan a recordar una evidencia: difunden un conocimiento notorio, un precepto que de natural a nadie escapa. Un saber que, sin embargo, la ceguera propia de los momentos de ofuscación impide que contemplemos, lo que acarrea el riesgo de errar en la decisión pendiente de tomar. El hecho de que un sinfín de humanos reproduzcan idéntico yerro por la desatención de la misma noción palmaria convierte en necesario el recordatorio de la obviedad. Una y mil veces aflora la necesidad de sacarlo a colación.
Blog sin más pretensión que la de poner un poco de orden en mi cabeza. Irán apareciendo los artículos que vaya publicando en diversos medios de comunicación y algunas reflexiones tomadas a vuelapluma. Aprovecharé para recopilar artículos publicados tiempo atrás.