El fracaso, la decepción, la frustración, el yerro, el dolor consecuente... germinan de la vida como las ramas brotan de los árboles, de manera consustancial. Por más que los libros de autoayuda se empeñen en mostrar rutas que esquivan los pedregales, itinerarios que eluden las arenas movedizas, sendas que inapelablemente nos encaminan a verdes valles, la realidad termina imponiendo su deseo de lacerar nuestro cuerpo, tanto en lo externo como en lo profundo, con algunas de sus afiladas aristas. Justamente, en la asunción de la propia vulnerabilidad, en la certidumbre de que en la vida, inherentes, se insertan dosis de sufrimiento, incluso de crueldad, se encuentra la humana potestad de progreso, de evolución. Uno de los personajes –tiro de memoria, no me pregunten cuál– que transitan por 'El mural', película dirigida por Héctor Olivera que refiere el tiempo de la creación por parte del pintor mexicano David Alfaro Siqueiros del mural del sótano de la bonaerense quinta Los Granados advertía «sin la certeza de la muerte, el futuro no existiría». El tiempo nos resultaría un concepto carente de un contenido definitivo, nada nos apremiaría salvo eludir algún malestar siempre transitorio.
Blog sin más pretensión que la de poner un poco de orden en mi cabeza. Irán apareciendo los artículos que vaya publicando en diversos medios de comunicación y algunas reflexiones tomadas a vuelapluma. Aprovecharé para recopilar artículos publicados tiempo atrás.