miércoles, 15 de enero de 2025

JAQUE PASTOR




Observo este nuestro mundo con intención de conservar su impronta: percibo que, en menos tiempo del pude imaginar, nada salvo nuestra memoria va a ubicar la realidad que fue hasta anteayer. Y no me refiero a escenarios apocalípticos consecuentes directos del cambio climático sino a la muda de la vertebración del poder global. Nuestra Europa, antiguo centro del universo -hasta en nuestro mapamundi mental aparece ordenando el todo-, camina entre anonadada y ensimismada recibiendo bofetadas por doquier. Deslocalizó su defensa sin cuestionar el modelo que subcontrataba, ‘encargó’ a China el engorro de fabricar olvidando lo efímero de la prosperidad. Torres más altas han caído, decimos aquí. Bastaría recordar que los de mi generación vimos a Marco abandonar los Apeninos destino los Andes. Que luego se produjo una emigración inversa. Debimos haber aprendido que estos flujos no son unidireccionales. Que el carrusel puede volver a girar, de nuevo, hacia los Andes o al sur del Atlas.

Mientras, al otro lado del Atlántico, el futuro presidente desoye viejas reglas, consigna las suyas: ‘hacer a EEUU grande otra vez’ no se limita a la metáfora, incluye la potestad de aumentar el tamaño: Groenlandia, Canadá, Panamá, Mexico si tal. Con petulancia, olvidando la historia, se califica la idea de ocurrencia, al autor de excéntrico, cuando el aviso responde inapelablemente a una lógica de poder. El envite obligará a los aspirantes al cetro mundial -Putin, Jinping- a jugar una partida en la que ahora tienen peores cartas. A una lógica y cultura asimilada, la doctrina Monroe: ‘América -y por extensión el mundo- para los americanos’, entendiendo como ‘América’ a ‘América’, como ‘americanos’ a los estadounidenses. Mientras, Europa se traslada a la periferia, el concepto ‘occidente’, arrogante oxígeno de un Viejo Continente ciego, aligera su influencia. Buscará cómo acomodarse a la nueva situación.

Adaptación darwiniana, no los mejores, ni los más fuertes, sino los que se amoldan. Basta contemplar lo gordos que están ahora los gorriones. Aunque les cueste volar. Aunque esa adaptación al corto plazo entrañe la posterior desaparición del ser. Y nos reímos de Trump.


Publicado en "El Norte de Castilla" el 14-01-2025