lunes, 17 de junio de 2024

ÚLTIMO CONTRA PENÚLTIMO




La incertidumbre genera desasosiego, del desasosiego se nutre la sensación de inseguridad, a la sensación de inseguridad la convierten en especia con la que se condimentan discursos que exacerban el miedo, discursos que aglutinan en torno a una identidad, capciosamente presentada, cicateramente asumida, como inmutable. Observamos que a nuestros congéneres humanos, los propios humanos le incomodan. Más aún, si la propia apariencia de quien se aposta frente a nosotros ya muestra en su rostro el peregrinaje. Es una generalización, claro, no son pocas -bueno, sí, siempre son pocas- las personas que facilitan el asiento, las que asisten en las vicisitudes, las que empatizan con el dolor y el desgarro inmanente a las odiseas; pero la incomodidad generada por la visión de esos a quienes no consideran propios ya se plasma en resultados electorales, candidaturas, votos, que no pretenden ni proponen acomodar sino evitar (cristianamente, a su decir) largando ‘la molestia’.