domingo, 25 de agosto de 2024

EL ESCAPARATE DE PON Y QUITA

Suelo fiarme de mi memoria; pero, existe el riesgo de ser traicionado por el exceso de crédito que la otorgo y la certeza de que la distancia temporal, sin percatarme, difumina el contorno de la realidad hasta desdibujármela. Marina García, pudiendo no apellidarse García, ejercía (¿ejerce?) de profesora de Lengua y Literatura en el vallisoletano IES Emilio Ferrari cuando mi hijo se contaba en el alumnado del centro. Poetisa ella como lo fuera el ilustre epónimo del instituto, en una de sus composiciones, por más que entrecomille no garantizo la literalidad, escribió: «Por cada sorbo de realidad con el que nos atrevemos, alguien antes se ha emborrachado de utopía». Aventurar la posibilidad siquiera de un triunfo del Pucela en el Bernabéu resuena, en cualquier unidad de medida en que se compare, como el eco de un delirio. Pero antes ocurrió: si allí mismo, en alguna ocasión, los blanquivioleta se bebieron puntos, ¿por qué esta no iba a ser? No es incompatible la utopía con la sustantividad. Yerran quienes, confundiéndola con 'inopia', la sitúan al comienzo del camino y reflexionan desde un 'debería ser' incompatible con la realidad del 'es'. Como aclara Eduardo Galeano, la utopía, «Está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar». Para caminar desde la realidad, desde la asunción de que la senda es agreste y corresponde resguardarse cuando amenaza aluvión.