martes, 27 de agosto de 2024

LAS COSAS SUCEDIERON ASÍ

Alcé la vista y contemplé una presencia idéntica, un perfil calcado, un rostro remedado, una melena tenuemente más oscura, a varias de las imágenes apiladas en mi recuerdo: treinta y cinco años después me topé con la silueta de E. frisando la veintena apostada en la barra del bar del pueblo. Me acordé de Alfredo, el proyeccionista de ‘Cinema Paradiso’, empeñado en convencer a Totó de que huyera de su tierra sin volver la vista atrás a riesgo de, como Edith, la mujer de Lot, convertirse en estatua de sal: “no regreses, no te dejes engañar por la nostalgia”, “has de ausentarte mucho tiempo para encontrar a tu vuelta a tu gente, la tierra donde naciste”. Alfredo, desolado, resignado, se lamenta, “supongo que tenía que ser así”, de forma similar a Delibes en el comienzo de ‘El camino’: “Las cosas podían haber sucedido de cualquier otra manera y, sin embargo, sucedieron así”. A Daniel, el Mochuelo, también lo largaron a la ciudad en busca del progreso, sea eso lo que sea, que seguro no se encontraba en ser quesero como su padre.