lunes, 12 de mayo de 2025

ESCASEZ DE MOTIVOS DE GRATITUD

 

 Foto: Francisco Ubilla-Factoría 9

Nuestra existencia, sin más, encabeza la lista del catálogo de los milagros. Siquiera, de los milagros estadísticos, de los que transforman en hecho lo numéricamente improbable. Al menos cuando la vida se desarrolla en condiciones de dignidad, incumbe celebrarla, conviene estimar el regalo de los sentidos por la capacidad que nos otorgan de percibir, de relacionarnos... Nos corresponde agradecer la vida a la propia vida y así lo infirió allá por el 1966 la cantante chilena Violeta Parra cuando compuso su 'Gracias a la vida', cuando musicalizadamente expresó su gratitud porque «me ha dado tanto».

 

Pocos meses después, en febrero del 67, sin que en ese lapso aparentemente le aconteciera nada traumático que le impeliese a mudar esa impresión, acabó con su vida. De hecho, pretendió dar por concluida su existencia en alguna otra ocasión a lo largo de esos meses. Aparentemente, el canto y el hecho se contradecían, resultaba paradójico tal fin en la misma persona que escribiera su gratitud a esa vida que «Me ha dado el sonido y el abecedario./ Con él, las palabras que pienso y declaro:/ madre, amigo, hermano, y luz alumbrando».

Cuesta acoplar letra y hechos. Aunque, para intentarlo, la propia música aportaba una información adicional. La tonalidad musical despedía un aroma melancólico; la melodía transmitía un aire lánguido, una apariencia mustia. Más vestigios: Violeta Parra habla ya de la vida como desde fuera, asumiendo que el proceso de su fin estaba en marcha, que abordaba con esa letra una despedida en la que plasmaba una cierta sensación de contento, de reconciliación consigo misma. Un rastro final: el disco al que pertenece el tema se titula 'Últimas composiciones'. En este contexto, el término 'últimas', como el 'nuevas', son adjetivos que refieren a lo más reciente. Un disco o un libro es el último o el nuevo de un autor mientras no aparezca otro más último o más nuevo. Sin embargo, ese 'último' arrastra una carga de ambivalencia, en su significado cabe el 'hasta aquí he llegado'. La pesadumbre por el desenlace no elimina la percepción de una vida que le mereció la pena haber vivido, una existencia que se puede inhumar bajo el epitafio 'fue bonita mientras duró'.

Epitafio lejano a las palabras con las que cualquier aficionado del Pucela cincelaría la lápida de esta temporada. Lejano o útil para reciclarlo añadiendo una doble negación: 'no fue bonita ni mientras duró'.

La pesarosa melodía que acompaña a los últimos partidos del Valladolid no resulta una despedida de la categoría porque la impresión, visto lo visto, sentido lo sentido, nos muestra un equipo que nunca formó parte de la primera división por más que la historia recordará que participó en dicha competición. Estuvo, pero ni puede dar las gracias a un trayecto vital que se ha consumido sin siquiera haber tomado forma reconocible.

Estos últimos partidos aportan menos emoción que las contiendas futboleras entre pueblos vecinos –carecen de la rivalidad que aporta la cercanía–, que los enfrentamientos mañaneros entre las peñas; la misma que los enfrentamientos de solteros contra casados en las fiestas de los pueblos. Menos, me atrevo a apuntar, porque, sin nada en juego, no transmiten ni la alborozada desenvoltura de aquellos. Se juegan porque entra en la obligación de completar un calendario. Podríamos pensar en que aportan utilidad para forjar una estructura de cara a la próxima temporada. Observando el elenco, ni eso. Si acaso rescato el crecimiento de Chuki. Pero al parecer tampoco hay garantía de que permanezca. A ver si sí.

Publicado en El Norte de Castilla el 11-5-2025