jueves, 17 de marzo de 2016

DIEGO LO HA RESUMIDO MUY BIEN

Una mañana de la primavera de 2005 suena mi teléfono.
-Sí, dígame. Buenos días, ¿es usted el padre de Diego Robledo?
-Sí, sí, soy yo. 
-Mire, soy su profesora y…
En ese momento le interrumpí. La voz de la profesora denotaba cierto desasosiego, como no sabiendo cómo abordar lo que me quería decir. Entre eso, que era la primera llamada que recibía desde el colegio y que siempre me pongo en lo peor, empecé a temblar.
-¿Ha pasado algo?
- Bueno verá -me dice con más incomodidad, si cabe-. Para conmemorar el Día de Europa, habíamos dejado en cada pupitre una bandera europea. Cuando he llegado a clase he visto que había una en mi mesa y que a Diego le faltaba la suya. Le he preguntado que por qué me la había devuelto y me ha respondido que su padre le había dicho que esto es una puta mierda. Quería saber si usted le dice estas cosas.
Según me va contando me voy relajando, por malo que fuese no era peor que lo que suponía, y le respondo.

domingo, 13 de marzo de 2016

TIBA A MEDIO PLAZO



Desde que Carlos I, pongamos por caso, firmaba una orden hasta que esta se aplicaba en el punto más recóndito de ‘sus dominios, podían pasar meses. Hoy, sin embargo, si un concejal de cualquier villorrio eructa en un pleno por la mañana, toda España habrá visto las imágenes antes de la hora de comer. La tercera revolución industrial, la que ha permitido que la comunicación de cualquier hecho en tiempo real, ha permitido cambios de tal enjundia que han configurando una nueva sociedad, un nuevo tipo de ciudadanos. Como consecuencia, los dirigentes políticos tienen que responder a otros patrones también modelados por la inmediatez; esto es, que están más pendientes de la respuesta momentánea que de la virtualidad de las medidas que puedan tomar. Así, apostarán por iniciativas que sean tangibles al minuto de ser aplicadas en detrimento de los verdaderos cambios estructurales y primarán que su presentación tenga todos los componentes pintureros que sean posibles. Vamos, que escuchado el consejo que hace siglo y medio apuntara el novelista francés Victor Hugo: «Abrid escuelas para cerrar prisiones», harán oídos sordos y elegirán el camino opuesto. Al fin y al cabo, una apuesta decidida por la educación vertería sus efluvios años después, serán otros los que presuman de sus resultados. Con la apertura de cárceles (o el endurecimiento de los códigos penales), sin embargo, se puede en marcha la maquinaria de hacer demagogia desde el primer minuto.

jueves, 10 de marzo de 2016

SEBBEN CHE SIAMO DONNE

Aunque no había vencido el tiempo estipulado en el contrato de arrendamiento, los terratenientes -en nombre de la ley, de su ley- quisieron expulsar a los campesinos de sus casas para darles un escarmiento que, a la vez, sirviera de ejemplo a los demás de lo que no deberían hacer: sindicarse. Mientras los hombres se aprestan a defenderse, "Vamos a coger palos" dicen; las mujeres les toman la delantera y forman con sus cuerpos la barrera que pretende impedir el paso a los carabineros que llegaban, sable en mano, a ejecutar los desahucios. Todas cantan 'La lega': 'Sebben che siamo donne, paura non abbiamo'. Anna, la maestra, les grita: "Tendréis que matarnos a todas". Los hombres se colocan detrás y hacen coro: "Aunque seamos mujeres, no tenemos miedo". Los carabineros se retiran, ellas lo han conseguido. Continúan ellos y ellas cantando, se miran, se sonríen porque, aunque saben que el logro ha sido ínfimo -los terratenientes no cejarán en su empeño-, han comprendido el camino. Esta escena de 'Novecento' puede parecer un compendio de aquellas luchas que sirvieron para que ahora disfrutemos, aún, de algunos derechos, un tratado de historia, un clásico al que volver pero solo para rememorar. Pero no, esa misma lucha, esas mismas mujeres, siguen batallando en esas mismas condiciones y con el mismo riesgo para sus vidas.

lunes, 7 de marzo de 2016

FALTA DE TENSIÓN

El papel lo soporta todo. Sobre un folio puede defenderse una cosa y su opuesta de forma tan brillante que, tras su lectura, podemos compartir una teoría y su contraria. En cada uno de ellos, sin embargo, más allá de lo que aparece escrito, viven escondidos otros significados, otras lecturas que desvelan secretos ocultos incluso para el propio autor. En esa segunda lectura se desnuda el texto privándole de su ropaje retórico para exhibir cada uno de los materiales que forman el vestido. Para ello, se toma un texto, se separan las partes que lo forman, se estudia cada una de ellas y se recompone uno nuevo que desvela otro significado. El objetivo es encontrar lo que se esconde debajo del papel. En el ámbito filosófico, esta práctica de nudismo conceptual recibe el nombre de deconstrucción. Este término ha encontrado su protagonismo en la gastronomía, aquí también deconstruir es separar los ingredientes con que se prepara un plato para, posteriormente, combinarlos de otra forma. Quienes han escuchado esta semana las intervenciones de los líderes políticos en los debates de no investidura tienen material suficiente para una desconstrucción profunda o para una mucho más liviana, de esas que se limitan a descifrar qué quieren decir cuando dicen lo que dicen.

jueves, 3 de marzo de 2016

PACTAR DEBILITA

Andan las cabezas visibles de las distintas organizaciones políticas enseñoreándose en el Parlamento mientras hacen cuentas con los dedos tratando de sumar 176. El problema tiene, sin embargo, una solución endiablada: todo lo que sume por un lado sirve para restar por el opuesto. Y así, dado que no hay manera de llegar, en esta pelea de gallitos se utiliza el estrado para atizar al oponente o marcar paquete ante los propios. Lo curioso, sin embargo, es que para encontrar una solución que sirva para hallar la salida de este laberinto será inevitable encontrar puntos de acuerdo entre los que hoy se atizan. O sea, que las agresiones verbales se utilizan como forma de chantaje, de aviso de lo que te espera si te vas con el otro. Existe otra salida, la convocatoria de nuevas elecciones, pero mucho me temo que, de llevarse a efecto, no sería más que un volver a la casilla de inicio. Todo parte de una disfunción muy española: una legislación electoral que marca a los territorios provinciales como circunscripciones. Con ella los padres de la Constitución y sus primeros hijos, quisieron garantizar que, a medio plazo, solo hubiera espacio para dos fuerzas políticas. De esta manera, unas fuerzas necesitan 500.000 votos para conseguir lo que a otras les cuesta diez veces menos. Pero, además, ha servido para generar en la sociedad una cultura política: si no hay más que dos, el que gana lo hace con mayoría absoluta o casi. Apenas cabe el acuerdo, el pacto. Cada cual, por tanto, es de los suyos y entiende un acuerdo, que siempre conlleva cesiones, como una bajada de pantalones.

lunes, 29 de febrero de 2016

PIANO PIANO NON SI ARRIVA LONTANO

No creo que exista un idioma en que no se relacione la lentitud con la consecución de los objetivos mediante un aforismo. Algunos de esos dichos hacen fortuna y se cuelan en otros territorios lingüísticos. No es infrecuente, por ejemplo, que es esta tierra recurramos al italiano ‘piano, piano, si arriva lontano’ para calmar al que se acelera. El consejo no suele caer en saco roto en muchas de las facetas de nuestra vida en las que hay tiempo de sobra; en otras, cuando el reloj apremia, ese ‘despacio, despacio’ solo sirve para no llegar a sitio alguno.

Hace años, cuando al que ganaba un partido de fútbol le otorgaban dos puntos, el punto obtenido por un empate tenía el sabor de media victoria. Tan es así que, en el territorio en que se inventó esto del balompié, se ajustó el ritmo que debería mantener un equipo que pretendiera conseguir el título de liga: habría de vencer en los partidos de casa y empatar en los que jugase en campo rival. En conjunto, tres puntos cada dos partidos. Un ritmo al que se denominó ‘media inglesa’. Este alto valor del empate condujo a la proliferación de unos planteamientos futbolísticos cada vez más cicateros. Al fin y al cabo, siempre fue más sencillo destruir que crear. Había que idear algo para fomentar el juego más imaginativo, las apuestas más osadas y se encontró una sencilla solución numérica: mantener el punto por la igualada pero otorgar tres al que obtuviese la victoria. Desde entonces, el empate no es sino un mal menor, un pequeño consuelo que adquiere valor si se rodea de algún triunfo. Sin embargo, cuando tras uno viene otro y otro y otro...,amortigua su peso.

sábado, 27 de febrero de 2016

UNOS CURAS EN EL PASAPOGA

Para que una película pudiera rodarse, la productora estaba obligada a enviar el guion a un comité de censura. Los censores recortaban las escenas que tuvieran a bien y, posteriormente, devolvían el nuevo guion con el correspondiente nihil obstat. Los criterios de estos comités dependían de lo calenturienta que fuera la mente de sus componentes, de su capacidad para ver, incluso, lo que no existía. Contaba Luis García Berlanga que, en una ocasión, envió un guion y le fue devuelto con varias tachas, una de ellas eliminaba una escena en la que simplemente indicaba: “Plano general de la Gran Vía”. No lo entendió, pero no estaba el horno para ir a pedir explicaciones. Tiempo después, cosas de la casualidad, coincidió con uno de los censores y este le explicó los motivos de aquel corte: “Siendo usted el director –le dijo- ¿quién nos garantizaba que en esa plano no incluyese un grupo de curas saliendo del Pasapoga?”. Era, en resumen, un tijeretazo preventivo.

lunes, 22 de febrero de 2016

ÉMBOLO Y ORQUESTA


La luna se ha convertido en el perfecto reclamo para debatir sobre los dedos que la tapan. Quizá sea porque para hablar del satélite habría que tener conocimientos suficientes, además de la integridad propia del científico, esa que solo le permite decir que es cierto lo que está demostrado. Para soltar parrafadas sobre los dedos, sin embargo, vale cualquiera. No es la primera vez que lo digo, pero, pienso, no está de más repetirlo: tras tres largos lustros de un paulatino decaimiento del interés por la política, de repente, siquiera desde una mirada desafectiva, esta volvió a ocupar un espacio preponderante en las conversaciones cotidianas. Las cadenas de televisión, empresas al fin y al cabo, comprendieron que había un filón por explotar y fueron incorporando programas en los que la política habría de ser esa luna. Para esta función se encomendaron a una suerte de ‘todólogos’ que, al modo de un programa del corazón, se enzarzaban repetidamente sobre cualquiera de los dedos que la tapaban. La política se oscureció dando paso a tristes debates sobre políticos. Este escenario propicia la insustancialidad y alienta una camada de representantes adaptados al medio: son los que se nutren de una ocurrencia, de una frase, de una aparición, que pueden hilvanar un discurso en el que cabe todo y su contrario a la vez. Y este menda, que se hace mayor, añora los discursos con los que pueda estar de acuerdo o disentir desde la primera frase, pero que abordan las propuestas asiendo el meollo y se escriben con coherencia argumental. Así, cuando la materia está sustanciada, cuando nos dejamos de dedos, puedo saborear y aprender de las tesis expuestas, aunque estas sean antagónicas. Después, los discursos, por buenos que parezcan sobre el papel, tienen que confrontarse con la realidad y, no pocas veces, terminan en la papelera.

jueves, 18 de febrero de 2016

ALGUIEN DE FUERA

En estos días se están cumpliendo tres años de uno de los gestos políticos más audaces -y dignos- que recuerdo: la renuncia de Joseph Ratzinger al pontificado de la Iglesia católica. En aquel momento, surgieron muchas especulaciones que pretendían interpretar los motivos por los que había tomado tan drástica e infrecuente decisión. Casi todas ellas partían de un mismo punto que no era otro que la razón ofrecida por el protagonista, la falta de fuerzas para abordar los retos que el cargo le exigía. Para solventar asuntos de trámite habría tenido fuerzas, para llevar a cabo la limpieza pertinente en la curia, no. De esta forma tan sencilla dejaba patente la gravedad de la situación. La Iglesia, asolada por los escándalos financieros de la curia vaticana, por el ingente número de denuncias por abusos a menores, ya no podía huir hacia adelante escudándose en que se trataba de algunos casos aislados. No servía una poda, el mal estaba inserto en el tronco mismo de la institución. Ratzinger avanzó hasta donde pudo, pero llegado ese momento en que había que sajar vio que para él era imposible: sus muchos años siendo parte de ese cuerpo infecto lo convertían, a la par, en cómplice y rehén. Para seguir abordando la labor se tenía que retirar, pero no podía hacerlo como si nada hubiera pasado, como si nada quedase por hacer. Retirarse no era condición suficiente, pero sí necesaria. Permanecer suponía enquistar el problema.