Cuando las vacas eran vacas, antes de que la burocracia las encarcelase, cuando la cocina no se deconstruía, el cocido bullía en la lumbre y se jugaba al fútbol así. Con los ingredientes justos y de sobra conocidos, sin exquisiteces ni luces de neón, se elaboraba un mismo sabor que se ofrecía día tras día y cada día parecía distinto. Ayer Zorrilla disfrutó con uno de esos espectáculos que retrotraen a aquellos días en que éramos algo más jóvenes. Un partido recio, sin alardes pero sin concesiones, un muestrario de valores del viejo fútbol. Hubo algún detalle esporádico de calidad -los taconazos de Goitom- pero el resto se resume en orden, disciplina, esfuerzo y pierna dura. Un espectáculo al que acompañó, además, la grada. El Athletic es un clásico, con el Barça y el Madrid conforma el trío de equipos que han participado en todas las ediciones de la liga, y su afición merece que siga siendo así. El ambiente previo en la ciudad y el colorido del estadio muestran la verdadera dimensión del mayor espectáculo del mundo cuando lo entendemos simplemente como lo que es: un espectáculo. La pasión que retroalimenta a jugadores y aficionados tiene que ser condimento para el gozo y no excusa para la violencia que tantas veces lastra la imagen del fútbol.
Blog sin más pretensión que la de poner un poco de orden en mi cabeza. Irán apareciendo los artículos que vaya publicando en diversos medios de comunicación y algunas reflexiones tomadas a vuelapluma. Aprovecharé para recopilar artículos publicados tiempo atrás.
lunes, 9 de febrero de 2009
FIN DE TRAYECTO, NUEVO CAMINO
Dicen que una
crisis es una oportunidad y es cierto pero hay dos cuestiones que abordar. Por
un lado, qué hacer en el entretanto con el sufrimiento que se genera y por otro
qué camino seguir para aprovechar la enseñanza y qué rumbo tomar para estar en
mejor situación más adelante.
Muchas de las
personas que hasta ayer trabajaban hoy ya no lo hacen. Otras muchas tienen que
vivir con menos. En nuestras vidas se ha acomodado un vecino hasta ayer
desconocido: el miedo. No es tanto lo que ahora nos pasa cuanto la
incertidumbre que genera el desconocer sobre qué bases se asentará el mañana
más próximo. La vida que discurría dura pero plácida ha estallado para muchos
de nosotros en mil pedazos. Y nos ha encontrado inermes. No tenemos buena
defensa porque estábamos acostumbrados a mirar hacia arriba, a pensar que el
ascensor nunca frenaría y que los que estaban abajo en época de bonanza eran
seres ajenos a nosotros. Olvidábamos que nuestra sociedad está hilvanada con
hilos de agua y que nuestro futuro depende de las decisiones que tomen otras
personas a las que no les interesamos. Hemos construido nuestras vidas sobre un
vacío, un modelo económico que se asemeja a cualquier juego de azar. El ritmo de los despidos avanza inexorable y cada
día más personas sufren el drama de la intemperie económica. Una situación en
la que no sirve el sálvese quien pueda. Somos parte del mismo problema y hemos
de plantear soluciones colectivas. Hablan de reanimar la economía con los
mismos parámetros que nos han traído a este fracaso pero se equivocan, el
tiempo viejo ha muerto y si revive volverá a ser a costa de la mayoría de las
personas.
El crecimiento
del que nos hablaban durante los últimos decenios era un envase de aire. Un
crecimiento que ha enriquecido a muy pocos a cambio de un colapso que pagaremos
la mayoría. Una época en la que el crecimiento del beneficio de las empresas
repercutió poco o nada en los derechos de los trabajadores, mudos en muchos
casos, que ahora sufrirán la presión de las empresas que saben que mano de obra
hay en exceso.
Han retorcido
el idioma para llamar libertad a esto. Pero es mentira, no podemos ser libres
si las principales decisiones sobre nuestras vidas están en manos de otras
personas. La libertad de mercado hace libre al mercado, pero esclaviza a los
que lo padecen. En sus mejores sueños han ofrecido una calidad de vida digna
para la sexta parte del planeta a costa de esquilmar los recursos que la Tierra
nos ofrece. No da más de sí, esto es lo que había. Se han privatizado las
decisiones vendiéndolas al mejor postor y nos queda muy poco en manos de todos.
Hasta el Presidente del Gobierno tiene que suplicar a los bancos y eso que ha
puesto en su mano parte del patrimonio público. Nos queda tan poco que es hora
de revertir la situación empezando por frenar el deterioro de las joyas de la
corona: la sanidad y la educación públicas. Hemos de estar atentos y no admitir
recortes porque son parte de nuestro patrimonio y porque garantizan derechos
que no podemos perder. A partir de ahí se abre la hora de la audacia. Hemos de
ir enterrando poco a poco este pasado ilusorio para crear unas condiciones de
mayor dignidad, si no es por solidaridad tendrá que ser por egoísmo. La crisis
servirá de poco si pretendemos recrear un mundo como del que venimos. El
planeta ofrece recursos que garantizarían una vida digna a todas -sí, a todas-
las personas que en él habitamos y éste ha de ser el objetivo irrenunciable. La
codicia nos ha cegado y nos ha llevado a competir en una guerra de barro en la
que teníamos los ojos cegados. La competencia como paradigma de la calidad de
vida ha mostrado su lado corvo. La organización política, económica y social
tiene que modificarse en lo sustantivo, como sociedad tenemos que armarnos de
instrumentos que propicien una vida distinta, una vida mejor. Una vida digna
como soporte de la libertad, como corolario de la justicia.
Publicado en "Delicias al día"
lunes, 2 de febrero de 2009
LA MERLUZA EN EL PLATO DEL POBRE
Febrero nos devuelve la sonrisa tras un enero negro en el que el Valladolid se había perdido en un túnel del que no encontraba la salida. El golpe en la mesa destierra los fantasmas que rondaban por el entorno e insufla la dosis de tranquilidad necesaria para afrontar los próximos partidos.
Parece, en cualquier caso, que se repite la dinámica de la primera vuelta: la incapacidad manifiesta para obtener buenos resultados frente a los equipos que bucean en el fondo de la tabla y la solvencia ante los que transitan en la parte noble de la clasificación. Esta realidad, por insistente, no puede ser fruto del azar estadístico, sino la prueba del nueve de la validez del estilo. El Valladolid responde si no dirige el partido pero muestra su incapacidad cuando es el responsable de escribir el guión del juego. Esta situación desnuda las carencias de la plantilla, la falta de un medio centro con capacidad organizativa o la de un delantero que remate todo lo que ronde el área. Improvisación o contundencia. La dirección técnica del club ha elegido esta segunda opción para reforzar la plantilla. Que sea para bien.
lunes, 26 de enero de 2009
LA PESCADILLA QUE SE MUERDE LA COLA
Si se trataba de dos equipos sumergidos en una depresión abisal que se encontraban en el mismo espacio físico, la terapia de choque no ha servido ni a los unos ni a los otros. Así pues continuarán, durante algún tiempo más, sumidos en las dudas existenciales que asolan sus respectivas mentes. El Espanyol preocupado por lo poco que ofrece, el Valladolid preguntandose qué más tiene que hacer. Se quejaba Mendilibar en este diario de la ausencia de carácter en su equipo. Curioso término éste. Todos, en el ámbito futbolístico, creemos entender su significado pero es distinto según cada quién: para unos es sinónimo de personalidad, para otros es una forma fina de decir ‘güevos’ o ‘mala leche’. Según mi versión, carácter es la capacidad para extraer lo mejor de cada uno en las circunstancias más adversas, la capacidad para tomar -y ejecutar- las decisiones correctas en los contextos menos propicios sin amilanarse ni sobreactuar. Conocemos futbolistas que, a las buenas, son buenísimos pero que cuando vienen mal dadas, desaparecen. El carácter, así entendido, es una característica innata que se educa pero ni se enseña, ni se entrena. Esta educación se realiza en los primeros años de la vida, de forma que un jugador de fútbol, cuando llega a la élite, ya lo ha definido. Como reza el refranero: «cuando se tiene pelo abajo, se aprende poco y con mucho trabajo».
lunes, 19 de enero de 2009
BOTELLA LLENA O VACÍA
Medio vacía. Tenemos 23 puntos, es cierto, la distancia a la frontera del descenso es aún sustancial pero, ay, nada tranquilizadora. El equipo ha perdido su frescura y parte de su osadía por lo que, en su caminar, parece un gorrión que deambula alicortado.
Asusta pensar que, del hatillo de puntos logrados, el Real Valladolid ha conseguido 15 frente a los equipos que ocupan los 7 primeros puestos y 8, sólo 8 míseros puntitos, ante los doce últimos. Somos los más torpes del pelotón de los torpes y podemos respirar gracias a una milagrosa racha que difícilmente se repetirá en la vuelta del desenlace. La testarudez de Mendilibar, queremos jugar como deben hacerlo los grandes pero no sabemos, nos aboca a una dramática conclusión. Cuando un rival se cierra nos convertimos en un felino sin uñas ni dientes expuesto a que cualquier accidente nos seque la cuenta. ¡Cuánto añoramos a Joseba Llorente! Su trabajo en la presión y su inasequible optimismo aportaba unos golitos imprescindibles que hoy no poseemos. Sin un delantero que golee, sin un centro del campo que cree, sin una defensa que merezca tal reconocimiento y con Sergio Asenjo hospitalizado, no se atisba una verde primavera.
Medio llena. Tenemos 23 puntos tras media liga jugada, con 46 nadie desciende. Los puestos de desahucio no se ven por más que giremos el cuello. El equipo ha mostrado sus óptimos argumentos futbolísticos frente a los mejores equipos de la liga, sólo la mala suerte y un exceso de confianza en algunos partidos -todo hay que decirlo- han impedido que al final de la primera vuelta superásemos la treintena de puntos. Con mejor fortuna y la lección aprendida se avista una cosecha primorosa tras una primavera propicia. Mendilibar sabe lo que quiere y su tesón siempre recibe recompensa, el equipo propone un fútbol vistoso y ha sabido reciclar al grupo tras la marcha de Joseba Llorente. En temporadas anteriores el delantero acaparaba los goles, hoy cualquier jugador se aprovecha del bagaje colectivo para anotar. El fútbol es cosa de rachas y saldremos de ésta. Cuando las lesiones permitan asentar al cuarteto defensivo titular, se recobrará esa confianza perdida y Zorrilla volverá a hacer la ola. No olvidemos que el equipo se ha mostrado sólido en casa y esto es, siempre, un depósito de tranquilidad. El Real Valladolid se está consolidando deportiva e institucionalmente y esta temporada supone otro pasito respecto al año pasado. Lo mejor está por venir.
En fin, dos formas de ver la botella cuando de ella hemos bebido la mitad. Tras los diecinueve tragos que restan conoceremos el desenlace. Quedan seis meses para sufrir o para soñar.
Publicado en “El Norte de Castilla” el 19-1-2009
lunes, 12 de enero de 2009
FÚTBOL SIN VIDILLA NO ES FÚTBOL
Para muchos, la final del Mundial del 70, aquel Brasil-Italia, es el mejor partido de la historia del fútbol. Otros tendrán grabado algún encuentro por las emociones que le deparó en su momento. La calidad brutal de unos jugadores confabulados o la nostalgia de triunfos añejos conforman el acervo particular de nuestro imaginario futbolístico. Pues bien, salvo para cuatro ‘zumbetas’, esos partidos no son más que recuerdos del pasado, imágenes muertas, ya que siempre preferimos ver el partido venidero, vivo e impredecible. Esa emoción es la que nos mantiene despiertos frente al juego; cuando se extingue, el fútbol muere. El encuentro de ayer careció de emoción desde la expulsión de Marcos. No hubo más partido, nadie creyó, a partir de ese instante, que el guión escondiera un giro imprevisible que no deparase una derrota pucelana. Durante quince minutos nos alimentamos con la esperanza de que el partido del miércoles hubiese sido un mal sueño. El Real Valladolid salió con otro talante, con más decisión y acercándose con buen criterio a la portería gijonesa. Gaseosa. No sabemos si por falta de concentración generalizada o por la desubicación de algunos jugadores -Luis Prieto en el lateral derecho, Iñaki Bea reién llegado a la titularidad tras meses parado- se concatenaron una serie de errores que propiciaron el 1-0. A partir de ahí el equipo cayó como un castillo de cerillas. Un ratito mortecino y la tarjeta roja dieron al traste con cualquier atisbo de esperanza. El resto del partido fue una hora de lánguida espera que precede a una semana de dudas.

Cuatro partidos perdidos -tres de Liga y uno de Copa- de forma consecutiva tiran por la borda la alegría de una afición que soñaba con un año sin agobios y que empieza a runrunear.
Más allá de las bases del estilo de Mendilibar hay algo innegable: su equipo siempre propone. Algo que no ha ocurrido en el periplo gijonés. Tendrá que ver con el momento físico de la plantilla o con cierto grado de conformismo, pero el inicio de una cuesta abajo siempre acarrea un riesgo, hoy por hoy, innecesario. Estamos ante el segundo bajón de la temporada, del primero se salió con matrícula de honor. El partido de vuelta de la Copa puede abrir la espita por la que se reinicie otra escalada.
Hace un mes, el Valladolid se codeaba sobrado con los equipos de la parte noble de la tabla y miraba con ilusión el cuadro copero. Tras un aciago comienzo de año, los próximos dos partidos de liga y el de Copa, todos en casa, marcarán el ánimo con el que se afrontará el tramo decisivo de la temporada. Es la hora de la afición: hay que apoyar ahora para exigir despues.
Publicado en “El Norte de Castilla” el 12-1-2009
lunes, 5 de enero de 2009
FÚTBOL PARA EL TELETEXTO
Habrá quien justifique un estilo con un resultado, habrá quien defienda que lo único valioso tras un partido son los guarismos dibujados en el marcador. No me apunten en esa lista. Si el fútbol no pudiera ofrecer más que lo que ayer vimos en Zorrilla, nunca me habría acercado a un estadio. Desde niño ya sabría que eso no me gustaba y habría buscado otras alternativas para disfrutar de mi tiempo de ocio. De la misma forma que dos no se pelean si uno no quiere, no habrá un buen encuentro futbolístico si un contendiente decide que no lo haya. El Real Valladolid no cejó en su empeño de crear fútbol pero todos los caminos se anegaron en las turbias aguas racinguistas. Los cántabros no vinieron a jugar, el ¿fútbol? que mostraron porta en sus entrañas a su propio asesino. Probablemente muchos aficionados del Racing sentirán un remusguillo de satisfacción pero la reiteración de bodrios semejantes desertizaría, a medio plazo, los estadios. En principio consultaríamos el resultado en el teletexto y después la nada. Es el fútbol que mata al fútbol. El año pasado, el Racing ganó en Pucela dejando un aire de superioridad insultante. Comprendimos el estado de felicidad que se había decretado en El Sardinero. Lo de este año es una afrenta al buen gusto. Vimos a un equipo ‘piraña’ que vive de la sangre ajena. Se llevaron los tres puntos pero la victoria -toda victoria- es efímera. Este juego despojado de los triunfos, hecho que más temprano que tarde habrá de suceder, soliviantará a los que hoy sonríen al recordar, con gafas de cerca, el resultado.
Tácticamente mostraron muy pocos recursos, en realidad uno sólo. El regreso de Zigic impone esa insistencia ya que, por sus características, mediatiza las opciones ofensivas que se circunscriben al envío de balones en largo hacia la cabeza del serbio y, a partir de ahí, el resto se aprovecha del caos generado en su entorno. El plan B consiste en aprovechar cualquier error del rival. Y ese error se produjo. Un centro blandito no lo pudo atajar Justo Villar y un remate sin oposición certificó el resultado. Pero culpar al buen portero paraguayo de la derrota sería mendaz e injusto. Parece obvio que la labor de un portero es parar pero hay una que le precede: evitar tener que hacerlo. Su arrojo libra de muchos peligros a la portería vallisoletana, manda y domina en el área, sale e impide muchos remates. Otros porteros, que se cobijan bajo el larguero y luego lucen sus palomitas, cuando encajan un gol se escudan en que el disparo era imparable. El trabajo de Villar es menos lucido pero más lúcido. El árbol del fallo no debe tapar el bosque de una buena actuación. Estamos en buenas manos.
Publicado en “El Norte de Castilla” el 5-1-2009
lunes, 22 de diciembre de 2008
EL DERBI DEL DUERO FUE TORO HASTA EL RABO
En un manual aparece sistematizado todo el conocimiento teórico de cada materia, pero casi ninguno recoge el factor humano que cuestiona los cánones académicos. Cuando faltan diez minutos para la conclusión de un partido dominado, tanto en el juego como en el marcador, el manual indica que es el momento para realizar cambios que ralenticen la dinámica del juego. También podemos leer que los equipos de la zona baja se muestran nerviosos y aturdidos cuando se enfrentan a cualquier adversidad. Lo hemos visto una y mil veces, hasta interiorizarlo. Tanto como para haber celebrado los veintiséis puntos del Real Valladolid cuando Goitom marcó el 1-3. Craso error. Nuestro y de Mendilibar. Cuando el centrodelantero sueco abandonó el campo nadie imaginaba que se produciría un vuelco final. Algo ocurrió a partir de ese instante. Los visitantes creyeron que estaba todo hecho, el entrenador dió el partido por cerrado. Pero enfrente se apostaba el equipo más atípico de esta competición: el único que antes de empezar la liga ha cubierto sobradamente sus objetivos. Con esa tranquilidad afrontan el tránsito por esta primera división; los aficionados sorianos, en vez de exigir, disfrutan de un privilegio, son conscientes de que cada visita de un club puede ser la última y convierten en fiesta lo que en otros campos sería un drama. Los numantinos, como los convecinos de Axtérix y Obélix, sólo temen que el cielo caiga sobre sus cabezas, además, comparten con los galos el druida que prepara esas pócimas mágicas que fortalecen a los jugadores en los minutos postreros de cada partido, son los que más goles marcan cuando el final apremia. Justo cuando los demás se dan por vencidos, ellos insisten; cuando otros sienten como sus piernas se atenazan, ellos mantienen el pulso firme. Es un valor imponderable que al cabo del año rinde en su cuenta de beneficios.
El Valladolid vuelve, Duero abajo, preguntándose en qué momento le robaron la cartera. Hasta el minuto 80 estaba realizando unos de su partidos más completos en todas sus líneas y, a mayores, Goitom había mostrado el potencial que atesora, que es mucho. Pero cinco minutos fatídicos fueron suficientes para dar al traste con el trabajo previo y el esfuerzo.
Coda: Cuando el recurso se convierte en norma, el rival sabrá cómo hacernos daño, bien por sus antídotos, bien por nuestros errores. El último gol numantino fue idéntico al que derrotó al Valladolid en Getafe. La primera vez puede ser acierto ajeno, errar dos es empecinamiento propio.
Publicado en “El Norte de Castilla” el 22-12-2008
lunes, 15 de diciembre de 2008
LA OLA EN ZORRILLA: PEDRO LEÓN, SELECCIÓN
Si hacemos una clasificación en función del frío que se pasa en los estadios, la encabezaría el Numancia e, inmediatamente después, estaría clasificado el Real Valladolid. En el mismo orden, pero mirado de abajo a arriba, aparecerían los dos clubes castellanos si se hiciese una tabla basada en el presupuesto: el Valladolid sería penúltimo, sólo los vecinos del Numancia disponen de menos medios económicos. Pero el presupuesto y el frío no marcan goles, ni determinan de forma inexorable el resultado de cada partido. De esta forma podemos disfrutar de un Valladolid asentado en la primera mitad de la tabla y en Soria se sienten orgullosos de un equipo que, pasado el primer tercio de la liga, se mantiene regularmente fuera de los puestos que condenan a Segunda División.

El presupuesto es sólo un punto de partida. A partir de ahí se abre el turno para que la inteligencia, el talento y el esfuerzo reviertan los designios lastimeros exprimiendo los recursos. El Valladolid es hoy el mejor ejemplo en el plano futbolístico. Con menos dinero que los demás ha configurado una plantilla que rebosa talento, dispone de variantes tácticas que permiten solventar distintas dificultades y mantiene a un entrenador que propone un fútbol -saldrá luego mejor o peor- ofensivo y bello. La audacia tiene premio, este grupo está a tres puntos del equipo que, disponiendo del mayor presupuesto de la liga, mostró ayer la cara más rácana. No lo digo al calor del partido de hoy, un placer para los ojos del más neutral, todo está escrito cuando al Valladolid le iban peor las cosas. Si ha habido un lunar en este primer trimestre ha sido la falta de ambición en algún partido concreto fuera de casa. No se recordaba esta situación desde los tiempos de Cantatore. De la misma forma que hay que apretar el culo cuando vienen mal dadas conviene disfrutar, eso sí, sin presunciones ni alharacas, cuando la cosecha pinta bien. Y ahora el trigo verdeguea, tanto que en Zorrilla se hace la ola. Ya sufriremos cuando toque, pero hemos comprobado que pueden y ahora querremos disfrutar cotidianamente aplaudiendo el esfuerzo de todos, el talento de muchos y la magia de Canobbio y Pedro León. Dicen que Vicente del Bosque se acercó a Pucela para ver a Lafita y a Lopo. Seguro que ha apuntado en su libreta el nombre del murciano. Si mantiene el nivel que ha mostrado hasta ahora, no tardará en vestir de rojo. Espero que no tenga que marcharse para encontrar ese reconocimiento como en su día pasó con César Sánchez. Además rima: Pedro León, selección.
Publicado en “El Norte de Castilla” el 15-12-2008
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