Cuando empezaba a estudiar aquella asignatura que repartía sus tiempos entre la geografía y la historia, me sorprendía el estatismo de la primera y el dinamismo de la segunda. En la parte de historia veíamos cómo los mapas habían ido cambiando con el paso de los años, que lo que era dejaba de ser, que lo que pertenecía a algo pasaba a pertenecer a otro ente, que durante una época en España no se ponía el sol y que en otra posterior todo era sombra. La mapas de la parte de geografía eran mucho más aburridos, lo que era era y no se vislumbraba que dejara de serlo. Cómo me gustaría, pensaba yo en mi ignorancia, haber vivido en esa época en que las líneas se modificaban, en que los países, como si fueran seres vivos, nacían, crecían, se reproducían o morían. Deseos tengas y que se cumplan, reza la maldición gitana, y así empezó a ser. Sin salir de Europa, la lista de países con sus capitales que estudió mi hijo difería en bastante a la que a mí me correspondió. Buena parte de esas nuevas fronteras, como las nuevas de cualquier época anterior, se dibujaron en los mapas con la roja tinta de una sangre que no suele ser la de quienes declaran las guerras.
Blog sin más pretensión que la de poner un poco de orden en mi cabeza. Irán apareciendo los artículos que vaya publicando en diversos medios de comunicación y algunas reflexiones tomadas a vuelapluma. Aprovecharé para recopilar artículos publicados tiempo atrás.
lunes, 8 de junio de 2015
miércoles, 3 de junio de 2015
SILBIDOS ANTIPATRIÓTICOS
Estaba previsto que
el fin de semana pasado hubiésemos asistido a la puesta en escena de unos actos
que pretendían cuestionar la integridad del territorio español. Un grupo de
personas organizadas llevaban tiempo (pronúnciese con acento texano) ‘trabajando
en ello’. Da igual que se hubiera votado
mayoritariamente en referéndum, aunque fuese hace años, un texto que se opone a
sus deseos, están empecinados en que de ese territorio desaparezca cualquier
atisbo de jurisdicción española, que se pierda la soberanía sobre él, y
terminarán por conseguirlo. El instrumento con el que los instigadores de dicho
acto pretendían plantar negro sobre blanco tal desafección se podía conseguir
por unos céntimos en cualquier tiendecilla. De hecho todos tenemos alguno en
casa y los hemos usado desde que éramos niños. No, no es ese silbato en el que
usted está pensando, lo que se necesita lo puede encontrar en la estantería de
al lado, se llama bolígrafo. Un bolígrafo con el que John Kerry, el secretario
de estado de los Estados Unidos, pensaba plasmar el protocolo de enmienda del
Convenio Bilateral de Defensa de 1988, un acuerdo por el que, una vez firmado,
la sevillana Morón de la Frontera, ozú my soul, se convertirá en la base
permanente del USAFRICOM, el centro permanente de operaciones militares de Estados
Unidos para África.
domingo, 31 de mayo de 2015
PAN CON PAN
Aquí el menda, del que decir que era de buen comer se quedaba escaso, recibió más de una y de una docena de reprimendas por semejante e incontrolada gula. Ese continuo apetito preocupó a mi madre que consultó al médico si podría ser por algún tipo de mal. No era ni medio normal que un mocoso comiese tanto y, descartada la enfermedad, hubo que tomar medidas preventivas para evitar el saqueo constante de las vituallas. Por ejemplo, mi madre tuvo que acostumbrarse a llevar siempre consigo la llave con la que trancaba la puerta de la despensa. En vista de que se hacía difícil agenciar cosa alguna para redondear los bocadillos, bueno era tirar de pan sin más. Entonces, cuando mi madre me pillaba rumiando el buen pan que hacía Perico en su horno, tiraba de refranero: pan con pan comida de tontos. Mejor pan que nada, le respondía y seguía a lo mío. El refrán siempre me pareció cruel, no por mí, sino porque imaginaba a esos pobres de los que nos hablaban para que nos callásemos cuando pedíamos algo, pobres de los que no tenían nada que llevarse a la boca. ¿Comida de tontos? ¡Que se lo digan al que pasa hambre de verdad y verás lo que te dice!
jueves, 28 de mayo de 2015
MÁS GRITÁBAMOS
Apenas había arrancado el año 1875, cuando por las calles de
Madrid, un joven, a lomos de su caballo, se abre paso entre una multitud que le
aclama. El entusiasmo no le cabía en el cuerpo, no en vano acababa de vivir
experiencias similares en Barcelona y Valencia. El que iba a ser proclamado rey
como Alfonso XII sentía en sus carnes que el pueblo le veneraba, que anhelaba
su presencia. Tanto era así que dio rienda suelta a su campechanía y descabalgó
de su montura para mezclarse con la plebe. Pie en tierra, confiado y feliz, se
dirigió a unas rapazas para mostrar su contento por tan efusivo recibimiento. A
una de ellas la algarabía no le había nublado la memoria y respondió: ‘Más
gritábamos cuando echamos a la puta de tu madre’. Y es que poco había transcurrido desde la
septembrina, la Revolución del 68 que había derrocado a Isabel II. Era tal el
hartazgo con la dinastía borbona que Prim, el Jefe del Gobierno encargado de
buscar un sucesor a la reina, había asegurado que: ‘Los Borbones, jamás, jamás,
jamás’. Cuatro años después de tan tajante aserto, un Borbón cabalgaba hacia el
trono.
lunes, 25 de mayo de 2015
Y ESTALLÓ ¿TARDE?
La mar, como el día en que nació Abenámar, estaba en calma. La tarde transcurría insulsa, pero ni más ni menos que otras. Quizá podría parecer algo más anodina de lo habitual porque la contienda, para los locales, no tenía otro sentido que el de ir templando el acero para ir teniendo a punto la espada con la que habrá de jugarse el pellejo. Pero era una calma chicha: el público, como si fuera un agricultor que observa en mayo la cebada, empezó a sudar los siete males. El verde iba dejando paso a un amarillo amenazante; el cereal, azuzado por el calor, pide un agua que ni llega, ni -y eso es lo que rompió la calma- parece que pueda llegar. Y estalló. Lo hizo, como tantas otras veces, a destiempo. La proverbial paciencia castellana, que en tantas ocasiones se propone como virtud, tiene, en no menos casos, su contrapartida tenebrosa: de tanto saber aguantar, las decisiones se posponen hasta que no hay vuelta atrás.
jueves, 21 de mayo de 2015
HABÍA UNA VEZ…
Faltan días para
que, de nuevo, pero con una mayor variedad de pistas, se abra el circo.
Acróbatas, contorsionistas, funámbulos, malabaristas, trapecistas, magos, fieras
con los colmillos limados y algún que otro payaso, irán apareciendo
paulatinamente para hacernos disfrutar a niños y mayores. No en vano cada
número se habrá ideado y ensayado pensando en la idiosincrasia del público. El día
del comienzo de la vorágine electoral está a la vuelta de la esquina, a partir
del domingo asistiremos al mayor espectáculo del mundo. Pero como no hay santo
sin novena, ya hemos tenido un preámbulo en Andalucía. Allí, la presidenta
decidió por su cuenta y riesgo adelantar la fecha correspondiente. La razón,
elegir el momento en que pensaba que (ella y solamente ella) saldría mejor
parada. Dos meses después y pese a su buen resultado, sigue sin haber sido
capaz de conseguir los apoyos parlamentarios suficientes para revalidar el
cargo. Viendo la actitud del resto de los grupos políticos, podemos dibujar un
mapa perfecto de lo que se va a repetir multiplicado por cien. Pactar está
prohibido. Nadie parece dispuesto a nada que pueda poner en riesgo metas
mayores. Se ha desprestigiado tanto la política que la fotografía de dos
sentados en la misma mesa se ha convertido en la imagen del cambalache, que la
firma de un acuerdo es el sinónimo del verbo repartir, que asimilamos política
a politiqueo. Lo malo es que, en España, puede ser cierto. Mejor estirar la
goma hasta que se rompa, aunque, de rebote, nos golpee en la nariz. Faltan
políticos de altura, personas que asuman el desgaste que supone el acuerdo,
entendiendo que es preferible este al aplauso vacío, a las frases huecas, a las
declaraciones altisonantes de principios que sirven de escudo para guarecerse.
miércoles, 20 de mayo de 2015
DE FIESTA O A REZAR
Faltaba poco para el amanecer cuando se cruzaron los dos grupos. El primero estaba formado por chicos y chicas que apenas sobrepasaban la veintena. Caminaban de forma desacompasada, alguno avanzaba de más, otro se rezagaba; apenas levantaban los pies del suelo, como si fueran presos arrastrando cadenas. Regresaban a sus casas o a picar algo en algún bar recién abierto, la noche había sido larga. Los del segundo les triplicaban la edad, y eso siendo generosos. Su andar mostraba un aire casi marcial: más que caminar, desfilaban. Aceleraban el paso porque las campanas del reloj de la iglesia estaban a punto de dar las siete y con el último tañido habría de comenzar el rezo del ‘Ángelus’ con el que se iniciaba el Rosario de la Aurora. No querían llegar tarde.
domingo, 17 de mayo de 2015
MEJOR NO MORIR DE VIEJO
Conseguir algo no suele ser cosa fácil, que lo conseguido no se evapore acostumbra a ser más difícil aún. Una de las razones de esta segunda dificultad tiene que ver con la falta de precaución ante ese riesgo, ya que, una vez logrado algo, tendemos a pensar que ya está todo hecho y nos acostumbramos a vivir como si el logro hubiera llegado para quedarse, como si fuera un derecho escrito sobre piedra, y bajamos las defensas. Después sucesivas reformas laborales minimizan las condiciones de los trabajadores, se promulgan leyes mordaza o aparecen estudios sociológicos sobre las percepciones y los comportamientos de nuestros adolescentes en los que comprobamos que, con lo que ha llovido, su visión sobre la homosexualidad no se aleja demasiado de la de sus abuelos o que siguen asociando el control a sus parejas a una prueba de inequívoco amor. Claro, se nos queda cara de tontos, todo lo más, con carita de pánfila incredulidad, nos preguntamos que qué ha podido pasar, que cómo hemos llegado hasta aquí o, a la manera de Vargas Llosa en el inicio de ‘Conversación en La catedral’, miramos atrás para saber en qué momento se había jodido el Perú. La respuesta es muy simple, nada llega para quedarse definitivamente, nada se mantiene si no se realizan esfuerzos para que así sea, si no empezamos por comprender que todo lo que cuesta es evanescente.
jueves, 14 de mayo de 2015
EL ECOSISTEMA
Las estructuras de cualquier
organización, bien social, bien institucional, envejecen aquejadas de
enfermedades procedentes de los humanos que las forman. Quizá, la peor de ellas
sea el miedo a romper con las inercias que, de forma paulatina pero inexorable,
se van adueñando de los ritmos de dichas organizaciones. Se van creando
estructuras que, a la par que se anquilosan, generan anticuerpos para
defenderse de cualquier vestigio de ataque al statu quo. Al final, las secuencias se repiten día tras
día, año tras año, legislatura tras legislatura y se van generando unos
ecosistemas en los que solo son capaces de sobrevivir (y no digamos sobresalir)
quienes son capaces de adaptarse a ellos.
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