Con demasiada frecuencia utilizamos palabras que crean categorías y sirven para definirnos. En algunas ocasiones estas palabras útiles para generar un vínculo de pertenencia que permite el encuentro con otras personas cuyos pareceres, aficiones o sufrimientos son comunes; en otras solo son útiles para marcar una distancia insalvable con quienes no pueden definirse de la misma manera. En los vínculos de este segundo tipo, ocurre a veces que lo que aglutina no es ‘lo que somos’ y que podríamos especificar con una palabra concreta sino ‘lo que no somos’ frente a una categoría detestada. En estos casos, por desconocimiento o por inexistencia de un término apropiado, son muchas las personas que se definen como ‘normales’. Normal, efectivamente, es todo y es nada pero el adjetivo de marras no tiene más objetivo que discriminar por diferentes o raros a los que se salen de esa línea. Si sacamos la memoria a bailar, podemos recordar que, no hace tanto, era frecuente que, mucha gente, para indicar que no eran homosexuales, se catalogasen a sí mismos como personas normales dando a entender que aquellos portaban alguna tara. Tan así era que diversos colectivos utilizaron en su más que justificada defensa una frase que hizo fortuna: “Normal es solo un programa de la lavadora”.
Blog sin más pretensión que la de poner un poco de orden en mi cabeza. Irán apareciendo los artículos que vaya publicando en diversos medios de comunicación y algunas reflexiones tomadas a vuelapluma. Aprovecharé para recopilar artículos publicados tiempo atrás.
jueves, 14 de enero de 2016
domingo, 10 de enero de 2016
ORDEN DE FACTORES

Uno de esos chistes de aspecto ingenuo que se aprenden en edad escolar cuenta que un niño llega a casa con aire afligido, mira con cierto temor a sus padres y les dice: «Mamá, papá, me han quedado nueve asignaturas. He ido a protestar ante el director, me he puesto nervioso, le he insultado y me ha expulsado por un mes...». El rostro de los padres va enrojeciéndose según van escuchando al crío. Este pretende seguir relatando ‘sus hazañas’, pero es cortado de golpe por unos padres enfurecidos. Cuando esto sucede, y mientras una sonrisa picarona empieza a abrirse paso en su mirada, el niño vuelve a hablar, ahora con voz burlona: «Que nooo -les dice estirando la o- que solo me han quedado cinco y no me han expulsado». Supongo que la criatura, tras el mal trago pasado, saldría con la duda de si su triquiñuela habría servido para esquivar la merecida bronca por las malas notas. Al fin y al cabo, pensaría, si lo último que dices mejora lo anterior, siempre parecerá una noticia mejor que lo que realmente es.
Si ayer, antes de arrancar el partido del Pucela, alguien nos hubiera preguntado a cualquiera de nosotros si saldríamos satisfechos con un empate, seguramente habríamos respondido que de ninguna manera. Según iba transcurriendo el partido no habríamos cambiado de opinión. El Valladolid se imponía en el juego y los del Elche apenas creaban peligro. El gol, si fuera cierto aquello de que el cántaro se rompe de tanto ir a la fuente, acabaría por llegar. Pero no siempre es así. A veces no se rompe ni a tiros; otras, con un solo viaje, el cántaro queda hecho añicos. Así ocurrió, un acercamiento ilicitano fue suficiente para destrozar el jarrón que defendía Kepa. Un jarrón lleno, por otra parte, de un agua fría que heló la sangre blanquivioleta. De nuevo cuesta arriba, de nuevo el tiempo acuciando, de nuevo contrarreloj.
Descontados los nueve suspensos, asumida la expulsión, cualquier noticia sobrevenida que desmienta lo anterior provoca un atisbo de alegría. Cuando ya nos aprestábamos a contar una nueva derrota,el bullanguero Rodri logró el gol que no hacía más que certificar lo que a priori nos parecía poco, el empate. Suspender cinco, visto lo que amenazaba, deja de ser un drama para convertirse en un balance reversible y, por tanto, esperanzador. El punto, conseguido en el postrer minuto, sirvió, de la misma manera, para endulzar lo que presagiaba un amargo regreso a casa. El botín fue pequeño, pero claro, podría haber sido mucho peor. El crío del chiste había aprendido a muy temprana edad que lo que es un axioma para las matemáticas es mentira para el resto de facetas de la vida: el orden de los factores altera la percepción y, por tanto, el producto. No solo eso, el valor de ese producto, el resultado, también altera la percepción y el recuerdo de los factores que condujeron a él: el buen sabor final convierte en grato el partido. Una derrota hubiera servido para enterrar en algún oscuro rincón de nuestra memoria lo bueno que sí hubo y volver a escuchar los discursos tremendistas, esos que no sirven de nada.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 10-01-2016
Publicado en "El Norte de Castilla" el 10-01-2016
jueves, 7 de enero de 2016
VAN A ACABAR CON TODO

Por aquel entonces aún había niños en Rasueros y, por tanto, los magos de oriente hacían la correspondiente parada. Pero ese año la visita rompió con todos los usos anteriormente establecidos. Pocas semanas antes, para alivio de nuestras cabezas y desgracia de los monaguillos de Mamblas y Bercial, el obispo había destinado a don Rufino a estos pueblos vecinos. A cambio de aquel cura viejo y áspero, nos enviaron a otro mucho más joven: Felipe, así, sin don ni nada, se llamaba. Como en invierno hace frío, Felipe cedió no solo la iglesia, sino también la palabra a ‘Susmajestades’. Gaspar, que se parecía muchísimo a Juan Carlos ‘el Gordo’, asió con fuerza el micrófono y desde detrás del altar mayor se dirigió a los presentes en un perfecto árabe. Hilvanó un discurso ininteligible del que se le entendió todo, no en vano con sus palabras consiguió dibujar gestos entre la admiración y la sorpresa en los más pequeños a la vez que arrancaba las carcajadas de casi todos los mayores. Pero, vaya usted a saber si era el Concilio o la recién estrenada democracia, algo había que ponía en peligro las esencias del pueblo. Al menos según el juicio de alguna de las beatas que, escandalizadas, acusaban de sacrílega la visita real. “Así-decían- sin respetar nada, van a acabar con todo”. Posteriormente sí llegó algo que acabó con todo hasta el punto de haber dejado a nuestros pueblos en el esqueleto de lo que fueron: el abandono por falta de perspectivas.
martes, 5 de enero de 2016
NI TAN BIEN, NI TAN MAL
No son pocos los bares en que alguna de sus paredes ha sido adornada con un azulejillo que lleva escrita una de esas frases que resume la filosofía de la taberna: «Hoy es un gran día, ya verás como llega alguien y lo 'jode'». Ese pesimismo parece inherente a la condición humana, es como si no pudiésemos soportar con naturalidad que, en un momento dado, todo pueda ir razonablemente bien. En vez de disfrutar de los buenos tiempos, nos atormentamos pensando en que algo habrá de ocurrir que dará con todo al traste. Así, llamando a la desgracia, esta terminará por acudir y, ante ella, nos resguardaremos con el socorrido papel de augur del ‘ya lo decía yo’. Una profecía esta que, por obvia, carece de valor y que, sin embargo, termina condicionándonos de forma negativa al obligarnos a creer que cualquier circunstancia no deseada tiene el valor suficiente para derribarnos por completo. No es una cuestión de adivinación, sino de voluntad: somos capaces de dotar a los problemas de la fuerza suficiente para enturbiar todo lo que funciona y, a partir de ahí, realizar las peores lecturas posibles.
jueves, 31 de diciembre de 2015
FILIBUSTERISMO TELEVISIVO
Piratas, con una u otra denominación, han existido en toda época y en todo lugar. En concreto, los que a lo largo del siglo XVII operaban en torno a las costas del Caribe saqueando las ciudades costeras de aquellos territorios entonces españoles se les conocía como filibusteros. Esta palabra tomó vuelo propio y vino posteriormente a definir a los piratas que actuaban en otro tipo de mares: los parlamentos. Un filibustero, según esta segunda acepción, es aquel congresista o senador que se aprovecha de las lagunas reglamentarias para obtener un ilegítimo beneficio. El ejemplo más clásico de este tipo de prácticas, antes de que estuviesen reglamentados los tiempos que correspondían a cada orador, consistía en alargar innecesariamente una intervención hasta que se diese por finalizada una sesión y hubiera que posponer la decisión hasta tiempo después. Para ello, una vez tomada la palabra, servía cualquier cosa: desde contar anécdotas familiares hasta leer un tomo de una enciclopedia.
Para evitar el filibusterismo se fueron adecuando los reglamentos: se tasaron los tiempos, el presidente podía interrumpir al ponente si el contenido de la exposición no se adecuaba al tema sobre el que se debatía…pero, claro, las normas que pretenden evitar las malas prácticas siempre se aprueban a posteriori, cuando el daño ya está hecho.
Los parlamentos actuales no son ahora más que meros teatros en los que se escenifica lo que ya viene decidido de antemano. La batalla se lleva a cabo con anterioridad, el debate previo, el que consolida en el imaginario colectivo la posición de cada grupo político, se dirime en los medios de comunicación, especialmente en las cadenas de televisión. El filibusterismo, por tanto, ha llegado a las notas de prensa, a los distintos platós. Consiste en decir lo que a cada grupo le interesa decir para que parezca lo que quiere que parezca y creamos lo que quiere que creamos al margen de que lo dicho sea cierto o no. Tras el resultado de las elecciones, formar un gobierno viene a ser como resolver un sudoku. Si nadie lo consigue, tendríamos que celebrar otras elecciones. Todos dicen no desear este escenario, quedarían mal ante el público (perdón, la población), sin embargo tanto PP como, sobre todo, Podemos se frotan las manos esperando que así sea. Dirán lo contrario mientras, eso sí, su barco navega bordeando la costa.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 31-12-2015
jueves, 24 de diciembre de 2015
LA SAQUÉ A PASEO
Esta democracia vestida de azul, con su camisita, con su canesú, se constipó y las urnas le prescribieron un jarabe para tomar con un tenedor. Ahora ya sabe que dos y dos son cuatro, como podrían haber sido seis, ocho o dieciséis. España, mitosis mediante, se ha convertido en madre e hija de sí misma. Las dos grandes células en esta lánguida etapa boqueaban en busca de un oxígeno que empezaba a faltarles por desapego generacional. Ambas se han dividido, pero para dejar todo como estaba. Añadiendo, eso sí, un complejo de Edipo que lleva a las huestes recién incorporadas al enfrentamiento con sus progenitores. Ahora toca contar con los dedos para lograr la suma de 176. Quizá las células viejas decidan unirse para frenar las veleidades de los chicos, quizá el encuentro se produzca entre las que antes se dividieron, quizá el parto de los montes haya sido un ratón y haya que volver a preñar las urnas. Todo quizá, lo único cierto es que la aritmética ha suplantado a los problemas. Ya solo se habla de esas cuentas, los problemas se arreglarán, de nuevo, a la española: dejando que el tiempo pase y que siga vivo lo que no muera.
lunes, 21 de diciembre de 2015
SABIOS APLAUSOS
Todo a nuestro alrededor conspira contra el intento de ser un poco felices. Empezando desde dentro, algo existe en el interior del ser humano que impide que se acomode la realidad con los deseos. Siempre parece que falta un algo que enturbia todo lo demás. Un algo que,como una mancha en la ropa, puede ser poca cosa pero suficiente para decir y que te digan que la camisa (toda) está manchada. Desde fuera ayudan con frenesí a estimular esa sensación de que algo falta. Vivimos en una sociedad cuyo modelo económico necesita la infelicidad para su desarrollo. Un sistema que, en apariencia, alienta la búsqueda de la felicidad, pero que, a la par, la evita. Nos dice dónde está y, cuando llegamos a ese punto, vuelve a hablar para indicar que nos falta alguna cosa, que el objetivo se encuentra un poco más adelante. Se necesita entonces exacerbar el sentimiento de carencia, añadir nuevos estímulos, de lo contrario, el sistema se colapsaría.
jueves, 17 de diciembre de 2015
CUANDO NOS DUELE LA BARRIGA
Las elecciones vienen a ser como la aplicación de la medicina preventiva. Cada cuatro años se realiza una revisión completa, una especie de análisis de sangre, de orina y demás para saber en qué situación se encuentra el cuerpo y, llegado el caso, qué medicina se le prescribe. De estas que se celebrarán el próximo domingo, las dudas que surgen se refieren tan solo a qué tipo de mal se padece y qué solución se aplicará: nadie duda que alguna enfermedad existe. Hasta el partido en el gobierno, que de natural tiende a exponer las virtudes de su logro, no habla de la salud del paciente, sino que reconoce la enfermedad de este cuando se refiere, a secas, a la recuperación que parece apuntar. No digamos para el resto, para los que han pasado años postulándose, la enfermedad era grave y ha empeorado.
lunes, 14 de diciembre de 2015
PARA HONRADA, MI MADRE
Algunas palabras, aparentemente halagadoras, esconden tras de sí un reverso cargado de perversión. En ese querer mostrar los aspectos positivos de alguien reside el intento por esconder las miserias individuales o colectivas. Sucede cuando, para enaltecer, se apela a ese elenco de características que se deberían dar por supuestas en quien ejerce determinada función, como si fuesen las que definiesen las virtudes esenciales requeridas para ello. En épocas electorales, por ejemplo, no es infrecuente encontrar voces que, para resaltar la capacidad de su ‘líder’, se refieren a su honradez o su enorme capacidad de trabajo. Cada vez que oigo algo así, y, ya digo, no son pocas, pienso para mí que, de poder replicar, diría al panegirista que, si ese es su criterio, presento la candidatura de mi madre para la Presidencia del Gobierno. Ella, honrada a carta cabal y con esa desmedida capacidad de trabajo común a casi todas las mujeres que fueron niñas en la posguerra, no desmerece, es más, desborda con holganza a cualquiera de los candidatos potencialmente referidos. Podía ser, sin más, una gracieta, pero el asunto va más allá: reclamar como factor diferenciador lo que debería venir en el lote se convierte en una denuncia a la situación del cuerpo descrito. Decir que tal candidato es honrado, solo tiene sentido cuando se sobrevive en tiempos deshonestos. Estas virtudes, a las que los teóricos llaman prepolíticas, deben ser el suelo sobre el que se sustenta el edificio, pero nunca el edificio mismo.
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