Mientras por estos lares faltaban apenas tres semanas para que se
muriese en la cama el dictador Franco, una banda aún desconocida que
respondía al nombre de Queen presentaba su disco ‘Una noche en la
ópera’. Los cuatro chavalejos iconoclastas que componían
el grupo inmediatamente gozaron de un reconocimiento internacional que
jamás perderían. El disco nacía con buen pie desde la elección como
nombre del título de una de las más geniales películas de los hermanos
Marx. Pero más allá del homenaje, el aldabonazo
que les abrió todas las puertas de la gloria futura lo dieron con una
de las canciones que integraban dicho álbum: Bohemian Rhapsody. El tema,
desde luego, desconcertó tanto por una letra aparentemente hermética
como por una composición musical que va dando
saltos de un estilo a otro. Muchas vueltas ha dado la Tierra desde el
día de su estreno y aún hoy siguen surgiendo teorías que pretenden
abordar el significado de la letra. Están desde los que la entienden de
una forma más o menos literal y la asocian con
el relato de ‘El extranjero’, una de las obras emblemáticas del
escritor franco-argelino Albert Camus, hasta quienes –en la confesión a
la madre del asesinato de un hombre– interpretan que Freddie Mercury se
refería a él mismo como el asesinado y pretendía
así hacer pública su homosexualidad. La música, por otra parte, hacía
honor al nombre de la canción: efectivamente se trataba de una rapsodia
al modo de los románticos del XIX: de una composición formada por partes
bien diferentes que se unían a gusto del
autor. La canción arranca con un canto a capela, inmediatamente entra
el piano para dar paso a una balada, el sonido sube en intensidad y
arranca un solo de guitarra que de pronto cae para dar paso a un minuto
de ópera que se cierra abriendo la puerta al rock
que a su vez va dejando de ser para volver al inicio.
Blog sin más pretensión que la de poner un poco de orden en mi cabeza. Irán apareciendo los artículos que vaya publicando en diversos medios de comunicación y algunas reflexiones tomadas a vuelapluma. Aprovecharé para recopilar artículos publicados tiempo atrás.
lunes, 5 de junio de 2017
jueves, 1 de junio de 2017
CAMBIO DE PARADIGMA O EXCESO DE MIMOS
Puede parecer una cuestión menor, y no deja de serlo, pero la decisión
tomada por varios ayuntamientos, entre ellos el de Valladolid, que atribuye a
los vecinos la potestad de decidir cómo se reparte una porción del pastel
presupuestario encierra potencial suficiente para desarrollar un ensayo de
ciencia política. No me refiero al análisis metodológico del ‘cómo’, que
también podría ser, sino a la trascendencia social del hecho en sí mismo. Desde
luego el asunto abre diversas sendas para emprender el camino de la reflexión.
domingo, 28 de mayo de 2017
HOY ES EL DÍA
Una de esas tardes en que Mafalda se ponía espléndida, se acercó a su padre y le asaeteó con una pregunta de esas que congela primero el aire y luego el alma. El hombre empezó a temblar, bien la conocía, en cuanto comprobó que la niña en su andar decidido se encaminaba hacia él. Hay cosas a las que uno no se acostumbra por más que repitan. Cada pregunta de la niña le recordaba las sensaciones de quien se enfrenta a un examen. «Decime, papá, ¿en tus tiempos se vivía mejor que ahora?» Touché. ¿Qué decir? Debió (de) pensar el hombre. Si digo esto volverá con aquello; si digo aquello, me saldrá por peteneras. Todos los caminos que inventaba chocaban con un muro que cerraba el paso. Ya que no iba a encontrar una respuesta con la que dar conformidad a la curiosidad de la niña, por lo menos habría que intentar salir airosamente del paso. Resopló. «Bueno... No había tantas armas nucleares, ni tanta subversión, ni tantos líos raciales...». Observó la cara de la niña, dedujo que la respuesta no había llegado al aprobado. Desarmado, vencido, se encogió de hombros esperando la nota. «¿Qué querés que te diga?». Mafalda no tardó en redactar la sentencia. «Quería que me dijeras que estos todavía son tus tiempos». Ni en firmarla. «Veo que ya estás medio ¡ñac!». El hombre se sentó completamente abatido en el sofá embobado en sus pensamientos. Eran otros tiempos, eran otros tiempos, los míos eran otros tiempos. Por más que la niña se empeñe, los tiempos me han empujado afuera hasta no comprender el sentido actual de giro.
Le entiendo porque a mí me pasa, porque me reconozco más en el antes que en el ahora, porque no sé qué se vende en dos de cada tres anuncios de la tele. Antes podría ser un inadaptado, que no digo que no, pero lo era, o quería serlo, frente a un mundo que conocía; ahora observo lo que pasa como la vaca que mira el tren.
Le entiendo porque a mí me pasa, porque me reconozco más en el antes que en el ahora, porque no sé qué se vende en dos de cada tres anuncios de la tele. Antes podría ser un inadaptado, que no digo que no, pero lo era, o quería serlo, frente a un mundo que conocía; ahora observo lo que pasa como la vaca que mira el tren.
jueves, 25 de mayo de 2017
PASABA (DOS VECES) POR AQUÍ
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Imagen tomada de elperiodico.com |
Si fuera sincero consigo mismo, complacido por su fortuna caminaría tarareando
al son de Aute ‘Si yo solo pasaba por aquí’. Ya sabemos por estas tierras que
más vale llegar a tiempo que rondar cien años. No cabe duda de que Pedro
Sánchez tiene el don de la oportunidad, por dos veces supo pasar por ahí en el
momento propicio. Hace tres años -la hora fue, sin duda, lo que me hizo subir
al ver la luz aún encendida-, Sánchez atisbó un leve centelleo en la escalera
que da acceso al poder, miró el reloj, hizo un gesto de que sí, se atusó el
pelo y comenzó a esculpir la figura necesaria para subir. Con un escoplo dejó
impresa en su frente la palabra ‘provisional’, bagaje suficiente para recabar
el apoyo de la nobleza de su partido. Ganó.
lunes, 22 de mayo de 2017
ANTES QUE EL ÚLTIMO DE LA FILA
Seguro que se acuerdan de aquellos años en que cada día en la portada de
los periódicos de esta ciudad, de cualquier ciudad, aparecía la foto de un
alcalde o un presidente de la Comunidad inaugurando un puente, un aparcamiento
o unos kilómetros de autovía. Sí, venga, hagan memoria, no hace tanto. Se
acuerdan, seguro, de cuando en los presupuestos de cualquier institución
sobraban los ceros a la derecha y todo se podía hacer o, al menos, hacer creer
que se podía. La ciudad que no tenía aeropuerto pedía uno; la que no tenía
línea del AVE, la exigía –tenemos derecho, decían, faltaría más-. Los debates
que se lanzaban entonces al aire eran más de índole geográfica que económica,
la cuestión no era si se necesitaba y por cuánto nos saldría un, pongamos por
caso, palacio de congresos sino cuál sería la ubicación ideal o, en todo caso,
cómo tendría que ser de grande. Seguro que, de la misma manera, recuerdan que
en las vísperas electorales, el sentir que se palpaba era de una aquiescencia
general que se transmitía con aquellas frases que se repetían como coletillas en
cada rincón: “El alcalde habrá hecho cosas mal, pero ¡qué bien ha dejado el
centro!, ¡qué limpia tiene la ciudad!”. Los prebostes exhibían ufanos su
balance constructor y volvían a ser reelegidos una y otra vez. De tanta palmada
real o metafórica, buena parte de ellos llegaron a creerse su propia mentira,
la de que gestionaban bien. En realidad, simplemente, administraron la
abundancia y sobre ese hecho circunstancial, unos medios más que adecuados, se
deberían realizar los balances. Quienes llegaron después a ocupar los sillones
de las distintas alcaldías, por el contrario, tuvieron que lidiar con la
escasez y con las nuevas limitaciones legales que coartaban buena parte de la
autonomía municipal. Comparar un gobierno con otro basándose sin más en lo que
se construyó en cada época resulta, por tanto, ridículo. Cuando este modo de
cotejo parte de la boca de algún regidor anterior es, llanamente,
patético.
jueves, 18 de mayo de 2017
QUÉ LARGO SE HA HECHO
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Imagen tomada de www.nomepierdoniuna.net |
Han pasado seis años, solo seis años, desde aquel 15 de mayo en que las
plazas dizque espontáneamente empezaron a llenarse de gentes dizque indignadas.
A hechos de este pelo debió de referirse Albert Einstein cuando en la
formulación de su teoría de la relatividad anticipó el fenómeno de la
dilatación del tiempo, porque echando la vista atrás tengo la sensación de que
ha transcurrido una eternidad. Tan largo se ha hecho que apenas recordamos el
nimio detalle de que a la par que se ocupaban las plazas, se iniciaba el
proceso que habría de vaciar posteriormente las calles. Eso sí que fue una
moción de censura en toda regla, la neoindignación se postuló con éxito
convirtiéndose en el elemento axial de la respuesta política. El 15M lo era todo
y no era nada. Al poco, como no puede ser de otra manera cuando detrás no
existe propuesta compartida, el movimiento se diluyó como la vida del
replicante de Blade Runner, como lágrimas en la lluvia.
domingo, 14 de mayo de 2017
HAY ALGO, LLEGA EL MIEDO
No es extraño que en la mayoría de los cuentos clásicos, esos que se
transmiten oralmente de generación en generación, entre el elenco de personajes
aparezca ‘el lobo’ o ‘el ogro’. No se trata de ogros o lobos cualesquiera,
no; lobo y ogro se presentan precedidos
de un artículo determinado, ese ‘el’ que les dota de entidad propia. Así, ‘el
lobo’ y ‘el ogro’ dejan de ser un animal o un gigante inconcreto para encarnar
en un solo ser la esencia de la maldad, la maldad misma, que acecha.
No es extraño, decía, que en casi
todos los cuentos aparezca uno u otro. En estos relatos fantásticos,
recreaciones de la mente humana, se condensan buena parte de sus emociones y
entre ellas, en un lugar de privilegio, siempre encuentra acomodo el miedo.
Ambos personajes son los encargados de jugar ese papel, el de advertir de los
peligros, Caperucita, Pulgarcito, si camináis solos por el bosque...
jueves, 11 de mayo de 2017
LOS LEONES SÍ TIENEN QUIEN LES ESCRIBA
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Imagen de Tomás Arthuzzi, tomada de Revista Galileu |
José Luis Sampedro dejó
escrito que existen dos tipos de economistas: “los que trabajan para hacer más
ricos a los ricos y los que trabajamos (sic) para hacer menos pobres a los
pobres”. Marcaba esa raya tan solo entre los de esa profesión porque era la suya.
Cabría estirar esta línea separadora más allá del espacio de los fríos números
hasta alcanzar el territorio más cálido de las letras. Allí también, en el
primer grupo, trabajan cohortes de profesionales de la palabra cuya labor
amanuense tiene por objeto escudriñar el diccionario para encontrar esos
términos que habrán de ser los puntales retóricos sobre los que se asientan los
intereses de los grupos dominantes. Toman, perfilan, afilan y embellecen las
palabras para justificar la bondad de que las cosas sean como son; para hacer
creer que las medidas que se toman siguen las pautas de una lógica neutra; para
ocultar que el trasfondo de esas decisiones responde al patrón de una ideología
disgregadora.
lunes, 8 de mayo de 2017
PALABRAS EROSIONADAS
Hay instantes en los que somos testigos de un hecho aparentemente
nimio por su nula repercusión social, pero que encierra los elementos
necesarios y suficientes para plantear una serie de reflexiones que
bien podrían servir como materia para desarrollar
en un examen de filosofía o como núcleo de reflexión para encauzar una
tesis en el campo de la ética. Una de esas situaciones se produjo ayer
cuando el reloj apenas había descontado once minutos del partido que en
tierras andaluzas enfrentaba al Pucela con
la UD Almería.
El blanquivioleta De Tomás y Casto, el portero rival, corrían en sentidos opuestos en pos de un balón que avanzaba inexorablemente hacia un punto intermedio entre la posición de ambos. Una situación límite de esas en las que, si llega antes el atacante, podríamos dar el gol casi por seguro. Si, por el contrario, es el portero el que vence en la pugna, malbaratará la ocasión y resuelto el problema que se le presentaba. Una décima de segundo, todo lo más, es el filo que dirimirá si es uno u otro quien conseguirá su propósito. En este caso, fue Casto quien logró alcanzar el objetivo, pero por un margen tan exiguo que no consiguió golpear el balón en la dirección, ni con la contundencia que hubiera deseado. De Tomás, por lo ajustado del lance –y también porque los delanteros cada vez apuran más en estos trances con el consiguiente riesgo para los porteros– no evitó el contacto con su rival. Así las cosas, la pelota cayó en los pies del blanquivioleta Moyano que veía la portería almeriense desguarnecida. Casto, desubicado, pretendió evitar el riesgo agitando los brazos como aspas de molino mientras gritaba exagerando su dolor. El ligero golpe, los exagerados aspavientos, el sereno caminar nada más levantarse, hacen pensar que el portero fingió y lo hizo con un doble propósito: presionar al árbitro para que señalase falta y apelar a la ‘deportividad’ del oponente poniéndole ante la fea tesitura de rematar a puerta con el portero lastimado en el suelo. Sucedió lo primero, el árbitro señaló una falta que seguramente fue, pero el silbatazo no resta pertinencia a las reflexiones propuestas.
El blanquivioleta De Tomás y Casto, el portero rival, corrían en sentidos opuestos en pos de un balón que avanzaba inexorablemente hacia un punto intermedio entre la posición de ambos. Una situación límite de esas en las que, si llega antes el atacante, podríamos dar el gol casi por seguro. Si, por el contrario, es el portero el que vence en la pugna, malbaratará la ocasión y resuelto el problema que se le presentaba. Una décima de segundo, todo lo más, es el filo que dirimirá si es uno u otro quien conseguirá su propósito. En este caso, fue Casto quien logró alcanzar el objetivo, pero por un margen tan exiguo que no consiguió golpear el balón en la dirección, ni con la contundencia que hubiera deseado. De Tomás, por lo ajustado del lance –y también porque los delanteros cada vez apuran más en estos trances con el consiguiente riesgo para los porteros– no evitó el contacto con su rival. Así las cosas, la pelota cayó en los pies del blanquivioleta Moyano que veía la portería almeriense desguarnecida. Casto, desubicado, pretendió evitar el riesgo agitando los brazos como aspas de molino mientras gritaba exagerando su dolor. El ligero golpe, los exagerados aspavientos, el sereno caminar nada más levantarse, hacen pensar que el portero fingió y lo hizo con un doble propósito: presionar al árbitro para que señalase falta y apelar a la ‘deportividad’ del oponente poniéndole ante la fea tesitura de rematar a puerta con el portero lastimado en el suelo. Sucedió lo primero, el árbitro señaló una falta que seguramente fue, pero el silbatazo no resta pertinencia a las reflexiones propuestas.
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