jueves, 1 de junio de 2017

CAMBIO DE PARADIGMA O EXCESO DE MIMOS

Puede parecer una cuestión menor, y no deja de serlo, pero la decisión tomada por varios ayuntamientos, entre ellos el de Valladolid, que atribuye a los vecinos la potestad de decidir cómo se reparte una porción del pastel presupuestario encierra potencial suficiente para desarrollar un ensayo de ciencia política. No me refiero al análisis metodológico del ‘cómo’, que también podría ser, sino a la trascendencia social del hecho en sí mismo. Desde luego el asunto abre diversas sendas para emprender el camino de la reflexión.  

La primera es casi ontológica -¿qué (o quiénes) son ‘los vecinos’? Es obvio que no será escuchado todo el mundo aunque solo sea porque buena parte, una inmensa mayoría, no tendrá ninguna intención de expresar nada. Ocurrirá, por tanto, que habrá, por decirlo de alguna manera, un segundo nivel de representación: el de los pocos vecinos que opinan. ¿Para eso no vale el primero, los cargos públicos directamente elegidos? Valer, entiendo, valdría, pero serviría para dotar de validez a dos creencias falsas. Por un lado, que la sociedad es estática; por otro, que la obligación de los ciudadanos sería la de mantenerse al margen de cualquier asunto social entre elección y elección. De la mano viene otra pregunta ¿No se les paga a los electos por tomar decisiones? Sí, claro, pero decidir así es también una tomar una decisión que, más que restar trabajo, lo da.
La segunda senda es de intenciones: eso de los presupuestos participativos puede ser tanto una simple adecuación nominal a la moda imperante de lo que siempre se ha hecho, como representar un cambio de paradigma.  No es nuevo, para nada, la realización de reuniones entre organizaciones políticas y diversos colectivos sociales en las que estos presentan sus propuestas que, en buen número de casos, aparecen posteriormente reflejadas en los presupuestos. Si la cosa queda ahí, no harían falta muchas alforjas para el viaje.  
La tercera es de comunicación. Política, además de los hechos, es la transmisión de estos, ya que la manera en que se cuentan las cosas genera cultura política. En este sentido, el concepto de ‘presupuestos participativos’ puede generar una distorsión que acarree un problema derivado: que cualquier ocurrencia tenga el mismo peso que las propuestas muy trabajadas y elaboradas colectivamente, o sea, las que ya han pasado por diversos tamices y que, en consecuencia, se desincentive el trabajo asociativo.  

La democracia es un adolescente muy delicado al que también se puede hacer daño mimándole en exceso. 

Publicado en "El Norte de Castilla" el 01-06-2017

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