lunes, 9 de enero de 2012

El futbolista líquido

Para conocer el peso de un cuerpo es imprescindible conocer el estado de agregación en que se encuentra la materia que se pretende estudiar. Si lo que tenemos entre manos se encuentra en fase sólida solamente necesitamos una báscula. Se deposita el cuerpo sobre el soporte e inmediatamente aparece indicada la medida, tantos goles, tantos pases, tantos kilómetros recorridos, tantas recuperaciones. Pero si queremos conocer el peso de un líquido no podemos repetir esa experiencia porque este se derramará y la báscula no podrá apreciar su peso real. Para solventar esta pequeña dificultad necesitamos un recipiente (sólido, por supuesto) que previamente hemos pesado. Posteriormente introducimos el líquido y volvemos a pesar. Conocidos los dos datos hacemos una sencilla resta y ya tenemos la solución.
En un momento en que todo se tabula, en el que los datos que no aparecen en las hojas de cálculo no existen, corremos el riesgo de no evaluar con rigor porque no sabemos distinguir los líquidos de los sólidos valorando a estos en su justa magnitud pero minusvalorando a los otros. Este error no es ajeno al mundo del fútbol, a lo largo de la temporada vemos mil estadísticas que miden el rendimiento de los jugadores, es raro encontrar en ellas en puestos destacados a Andrés Iniesta. Es cierto que cada vez tiene más reconocimiento, pero siempre menos del que su aportación al juego merece. La razón: el manchego es un jugador líquido, su verdadero valor se conoce cuando restamos el peso del recipiente (F.C. Barcelona o Selección Española) lleno de Iniesta y sin él.

Su club atravesaba un desierto cuando aparecía por primera vez en el primer equipo un chaval de aspecto frágil. Tras un par de años como becario (6 y 11 partidos en Liga), empezó a tomar protagonismo, pasó a jugar más de treinta partidos en el torneo de la regularidad. Esa temporada, la 04-05, el Barcelona se proclamó campeón tras cinco años de vacío. Es obvio que no fue el único, ni siquiera el principal responsable, pero su participación elevó las opciones desde un principio. La temporada siguiente tuvo un reto añadido, su compañero y maestro Xavi Hernández sufrió una lesión de larga duración. No importó, Andrés asumió el nuevo rol y se echó el equipo a las espaldas. Es cierto que Ronaldinho acaparaba las portadas y Eto´o los goles, pero en el centro del campo, una veces jugando como medio centro, soberbia lección en Milán, otras como volante, un pequeño ejercía como maestro de ceremonias. Su equipo conquistó de nuevo la Liga española y consiguió plaza en la final de la Liga de Campeones. Allí, en París, Rijkaard, su entrenador, se cargó de precauciones y prefirió a un duro fajador como Van Bommel. El marcador en el descanso castigaba la cobardía culé con una derrota.
La necesidad obligó al técnico a dar un paso hacia adelante, Iniesta al campo. Los segundos cuarenta y cinco minutos desdijeron a los primeros y a lomos de nuestro protagonista el Barça volteó el marcador.
Ese año se jugó el Mundial de Alemania, Luis Aragonés lo eligió para formar parte de la lista pero no le dio mayor protagonismo. Allí ya estaban los Casillas, Marchena, Puyol, Xavi, Torres, Xabi Alonso, Ramos, Fábregas y Villa. Se estrellaron en octavos de final. Tras la funesta experiencia, el seleccionador dio un golpe de efecto, cambió el estilo de juego e Iniesta tuvo plaza fija.
Huelga recordar que desde entonces la selección, con Luis primero y con Vicente del Bosque después, se ha convertido en referente internacional conquistando primero una Eurocopa y después el soñado y esquivo Mundial. En ambos torneos Andrés dirige al grupo con maestría pero es tras el segundo cuando su nombre adquiere especial relevancia por un hecho sólido, de su pie salió el balón que batió la meta holandesa. Ese gol, que le elevó al Olimpo, oscureció sus merecimientos.
Parece que anotar ese tanto fue su único mérito pero si analizamos cada uno de los goles que marcó la selección encontramos un denominador común, en todos y cada uno de ellos Andrés es el que había roto la defensa rival, ahora con un pase, ahora con un regate, una vez con un desmarque, otra descolocando al entramado defensivo del equipo contrario. Incluso en el gol que marcó Puyol rematando un córner, si rebobinamos vemos al albaceteño forzando el saque de esquina ya que los defensas alemanes eran incapaces de quitarle el balón. Comprobamos también que, como se exige a los grandes tenores, cuando más avanzaba la función, mayor era el eco de su voz. Para transitar por una autovía vale cualquiera pero para encabezar una cordada en el corazón del Himalaya hay que nacer con la marca de los elegidos.
Volvemos a su club. Vive ahora su época dorada, ha conquistado 12 de los 15 títulos que ha disputado en las cuatro últimas temporadas. Cinco de los seis más importantes. Entre Ligas españolas y Ligas de Campeones solo cuenta un borrón, la eliminatoria de semifinales con el Inter de Milán evitó las posibilidades de pleno azulgrana.
En los dos partidos del duelo, Guardiola pudo contar con todos los jugadores de su plantilla ¿Con todos? No, solo uno, enclenque, aparentemente frágil y con la cara como si nunca hubiera visto el sol, no pudo participar por estar lesionado.
Sí, él, casualmente.
Se ha quedado fuera de la terna de aspirantes a ser nombrado como mejor jugador del mundo, ha ganado tres Copas de Europa participando de forma decisiva en las tres finales (Xavi y Messi estuvieron ausentes en la de 2006) y sin embargo ocupa un modesto décimo puesto en la lista de mejores jugadores de la competición europea según una encuesta efectuada por la UEFA, es cierto que tiene el aprecio de los aficionados pero siempre se le cita un escalón por debajo de Messi, Xavi o Cristiano Ronaldo. Pero eso es porque no le pesan bien. Ponen su cuerpo en la báscula y miran el número que indica el peso sin percatarse de que buena parte de su valor se ha derramado.
Ahora que conocemos el peso de la selección y del FC Barcelona con su presencia, calculen, aunque sea a ojo de buen cubero, la medida cuando no está dentro. Resten. La diferencia se llama Andrés Iniesta Luján.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 08-01-2012

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