domingo, 15 de enero de 2012

Seguía siendo invierno


De repente una mañana, nada más levantarte, miras por la ventana y ves la fachada del edificio de enfrente por primera vez en nueve días. El sol luce majestuoso, te animas y sales a la calle habiendo dejado la bufanda en el armario, hasta que pones el pie en la calle, resoplas y decides subir a por la bufanda, los guantes y el gorro. La niebla ha levantado pero sigue siendo invierno. Desde esa misma ventana pudiste comprobar que el día había amanecido refulgente con un gol por la escuadra. Poco precaución sembraba en ti un fenómeno atmosférico llamado Alcorcón, menos tras haberte deleitado saboreando esos rayos de luz que, tras atravesar el cristal, acariciaron tu cara.
Pero seguía siendo invierno. Lo supiste cuando un golpe de viento seco y frío te hizo recordar tantas otras veces en que los deseos tuvieron más fuerza que la realidad y, tantas ganas tenías de dejar ropa en casa, confundiste un rayo de sol con una mañana primaveral. Porque no era una ventisca pasajera, ni llegaba sola, en su soplar había arrastrado negros nubarrones con los peores presagios.
Que levante la mano quien no hubiera sumado tres puntos en su hipotética clasificación mental tras el gol de Víctor Perez. Pero seguía siendo invierno. Al instante, nada más pisar la calle, el viento de Alcorcón enfrió todas las carnes. Penalti y expulsión del portero. Faltaban ochenta minutos y la procesión de la victoria se convertió en una desfile de sambenitos esperando la ejecución. Un mal nudo en la horca postergó la ejecución. Pero seguía siendo cuestión de tiempo. No había pasado un cuarto de hora y ya habías vivido mil sensaciones térmicas producidas por malas elecciones de vestimenta comprensibles porque las pulsaciones no son las mismas cuando juegas que cuando ves. Jaime eligió mal, es discutible si mereció ser expulsado pero es un riesgo cuando eres portero y derribas a un rival a media docena de metros de la portería, eligió mal porque es preferible que te marquen un gol a que tengas un penalti en contra y dejes al equipo capitidisminuido a esas alturas de la película. Un tipo frío y analítico como él seguro que comparte este criterio. Menos mal, podemos decir, que Quini, el lanzador rival, también se dejó obnubilar por los incipientes rayitos de sol y lanzó el penalti a lo Panenka que, frente a un portero que juega sin esperarlo, es como acudir a la concentración de pingüinos en mangas de camisa. Dani Hernández recogió el balón y le agradeció el gesto.
Mientras tanto, Álvaro Rubio ya estaba en la ducha, si es que con tan escaso sudor no decidió prescindir de ella. Por el pasaron todas las estaciones en esos quince minutos. No iba a ser titular, pero se lesionó Javi Guerra en el calentamiento y tuvo que ser de la partida. No había roto a sudar y tuvo que abandonar el campo para que el Pucela jugase con portero. Sorprendió Djukic con esa decisión porque debilitaba el centro del campo -algo había que debilitar- y eliminaba del partido al jugador de la plantilla con mayor capacidad de control del juego cuando, por ser uno menos en el campo, parecía más necesario.
Hora y cuarto por delante, el Valladolid que había demostrado en partidos anteriores que conocía las respuestas, se encontró con que le habían cambiado las preguntas y decidió, o no le quedó más remedio, emborronar el examen. Tú descontabas los minutos, pero estos se empeñaban en pasar despacio. Hasta que al final ocurrió lo que tenía que ocurrir. Que levante la mano quien no hubiera dado por hecho que el Alcorcón terminaría marcando.
Del mal el menos, solo lo hizo una vez y sobre Valladolid cayó una cencellada, mala por el frío, buena por su belleza. Empate.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 15-01-2012

No hay comentarios:

Publicar un comentario