Pero volvamos, de ese tiempo de
sueño emergió del agua la serpiente Arco Iris, la causa primera de la creación
y de la fecundidad. Una especie de diosa madre en una sociedad sin dioses. Arco
Iris sigue viva esperando en cualquier manantial para saltar y encarnarse para
que la vida mantenga sus ciclos. Los ciclos empiezan, se desarrollan y
concluyen. Pero a la vez forman parte de otro ciclo más grande. De haber tenido
a mano el nombre de Xavi, Casillas y demás, los creadores de estas tradiciones
orales los hubieran puesto como ejemplo.
Nada es eterno, nada permanece, pero a la vez todo queda. Ellos se irán,
pero en los pies de los que vengan reposarán las enseñanzas de sus antecesores.
Ni la gloria es tan alta, ni tan bajo el fracaso. Al fin y a la postre, tanto
la una como el otro, son igualmente impostores. La vida sigue, Arco Iris
continuará su labor y creará seres de todos los colores por más que algunos se
empeñen en hacernos ver que todo es blanco o negro. Los matices, insisto, por
más que algunos se empeñen, son la fuente de la riqueza y se sospecha que Arco
Iris paseará esta semana por nuestras calles luciendo todo su orgullo. No puede
faltar, es su semana.
También del agua, aunque en este
caso marina, llegó Lumaluma. Era una ballena enviada para otorgar dones a la
humanidad. Al pisar tierra firme adquirió aspecto de hombre. Posteriormente se
casó con dos mujeres y caminaron los tres hacia las tierras del interior. Una
vez se asentó en la comunidad de Arnhem Land, le venció el hambre y empezó a
devorar todo cuanto había. Por más que quisiera transmitir sus enseñanzas, el
resto de los moradores tenían más miedo a su gula que deseos de aprender de su
sabiduría. Tanto era así que decidieron eliminarle. Los lugareños hicieron uso
de sus lanzas y una mala noche acabaron con la vida de Lumaluma. El hombre que
antes había sido ballena sucumbió a su propio ser, podría haber dado la misma
respuesta que en la fábula de Esopo dio el escorpión a la rana tras haberle
clavado su aguijón: “No he tenido elección, era mi naturaleza”. Pienso en
Vicente del Bosque, pienso que en este nivel no hay buenos y malos
entrenadores, son todos buenos pero no todos son oportunos. Para una época en
que había que gestionar el excelente legado de Luis Aragonés, para un momento
en que era mejor mantener el impulso, aprovechar el estilo impuesto y ofrecer
el protagonismo a una brillante generación de futbolistas, no había nadie mejor
que el salmantino; pero cerrar una etapa y emprender otra es una materia que este
no podía llevar a cabo. Dar portazos no está en la naturaleza del bigotudo
entrenador. También, a veces la ira del pueblo no tiene medida, los lugareños,
además de a Lumaluma, alancearon a sus dos esposas de las que no ha trascendido
dato cierto que nos lleve pensar que eran acreedoras de castigo alguno.
De estas leyendas, al menos para
uno de este otro meridiano, sorprende que los animales elegidos sean tan poco
exóticos. Porque de Australia nos llamó la atención -desde que éramos pequeños
y tuvimos algún libro con fotos de animales- lo raros que eran los bichos que por allí vivían. Uno, sin
embargo, se llevaba la palma: el canguro. Un futbolista de la selección
española, Raúl Albiol, estaba tan fascinado por estos marsupiales que, al
comienzo de este sexenio triunfante, tuvo un recuerdo para ellos. En plena
preparación para aquella Eurocopa de 2008 que se disputaría en Austria y
Suiza, un periodista le preguntó que a qué iría a Austria fuera de la Eurocopa.
Con el rostro hierático, sin inmutarse, respondió que a ver canguros. Quizá hoy
tenga la oportunidad de comprobar cómo saltan los de aquellas latitudes. Y si
no, siempre podrá irse de vacaciones. Su mundial habrá concluido. Cuando las
cosas están por salir mal...
Publicado en "El Norte de Castilla" el 23-06-2014
No hay comentarios:
Publicar un comentario