lunes, 23 de junio de 2014

TIEMPO DE SUEÑO

Cuando las cosas están por salir mal, salen mal. Viene a ser como ir caminando borracho por una dehesa y que de repente veas dos toros frente a ti. Sientes una temblequera en las piernas que no sabes si atribuírsela al alcohol, al miedo o culpar a ambos, miras hacia todos los lados y en algún punto encuentras dos árboles salvadores. Sales corriendo hacia ellos, intentas subirte a uno de los árboles y eliges el que no es y te empitona el toro que sí es. No sé si borrachos o no, pero ese efecto de ver doble va siendo de uso común: miramos a un lado y vemos dos Reyes, miramos al otro y aparecen dos Papas. ¿Cómo saber a cuál subirnos y quién nos puede empitonar? Pues esta dualidad no sería problema para los aborígenes australianos, para ellos el tiempo siempre es doble. Existe un tiempo que es el que vemos pasar, en el que se enmarcan nuestras actividades, ese mismo tiempo que Armando Manzanero pretendía inútilmente detener ordenando al reloj que no marcase las horas. Pero para los originarios habitantes de esa gran isla, existe otro tiempo de carácter espiritual, un ‘tiempo de sueño’ en el que se forjan los valores compartidos y los elementos simbólicos de sus sociedades. Un tiempo de sueño del que, futbolísticamente, la selección española se acaba de despertar de sopetón. Claro, es que no hay manera de seguir durmiendo si recibes dos bofetadas, una por mejilla. Los australianos, por el contrario, no se pueden despertar porque no se han acostado, el balón esférico no les quita el sueño ni se lo produce. O sea, que estamos ante un partido que más bien se parece al encuentro a las siete de la mañana en medio de cualquier calle entre un grupo de chavales y otro de monjas. Los primeros vuelven a casa tras una larga noche, las segundas, recién levantadas, acuden al rosario de la aurora. Coinciden en el mismo lugar y al mismo tiempo, pero es pura casualidad.


Pero volvamos, de ese tiempo de sueño emergió del agua la serpiente Arco Iris, la causa primera de la creación y de la fecundidad. Una especie de diosa madre en una sociedad sin dioses. Arco Iris sigue viva esperando en cualquier manantial para saltar y encarnarse para que la vida mantenga sus ciclos. Los ciclos empiezan, se desarrollan y concluyen. Pero a la vez forman parte de otro ciclo más grande. De haber tenido a mano el nombre de Xavi, Casillas y demás, los creadores de estas tradiciones orales los hubieran puesto como ejemplo.  Nada es eterno, nada permanece, pero a la vez todo queda. Ellos se irán, pero en los pies de los que vengan reposarán las enseñanzas de sus antecesores. Ni la gloria es tan alta, ni tan bajo el fracaso. Al fin y a la postre, tanto la una como el otro, son igualmente impostores. La vida sigue, Arco Iris continuará su labor y creará seres de todos los colores por más que algunos se empeñen en hacernos ver que todo es blanco o negro. Los matices, insisto, por más que algunos se empeñen, son la fuente de la riqueza y se sospecha que Arco Iris paseará esta semana por nuestras calles luciendo todo su orgullo. No puede faltar, es su semana.

También del agua, aunque en este caso marina, llegó Lumaluma. Era una ballena enviada para otorgar dones a la humanidad. Al pisar tierra firme adquirió aspecto de hombre. Posteriormente se casó con dos mujeres y caminaron los tres hacia las tierras del interior. Una vez se asentó en la comunidad de Arnhem Land, le venció el hambre y empezó a devorar todo cuanto había. Por más que quisiera transmitir sus enseñanzas, el resto de los moradores tenían más miedo a su gula que deseos de aprender de su sabiduría. Tanto era así que decidieron eliminarle. Los lugareños hicieron uso de sus lanzas y una mala noche acabaron con la vida de Lumaluma. El hombre que antes había sido ballena sucumbió a su propio ser, podría haber dado la misma respuesta que en la fábula de Esopo dio el escorpión a la rana tras haberle clavado su aguijón: “No he tenido elección, era mi naturaleza”. Pienso en Vicente del Bosque, pienso que en este nivel no hay buenos y malos entrenadores, son todos buenos pero no todos son oportunos. Para una época en que había que gestionar el excelente legado de Luis Aragonés, para un momento en que era mejor mantener el impulso, aprovechar el estilo impuesto y ofrecer el protagonismo a una brillante generación de futbolistas, no había nadie mejor que el salmantino; pero cerrar una etapa y emprender otra es una materia que este no podía llevar a cabo. Dar portazos no está en la naturaleza del bigotudo entrenador. También, a veces la ira del pueblo no tiene medida, los lugareños, además de a Lumaluma, alancearon a sus dos esposas de las que no ha trascendido dato cierto que nos lleve pensar que eran acreedoras de castigo alguno.

De estas leyendas, al menos para uno de este otro meridiano, sorprende que los animales elegidos sean tan poco exóticos. Porque de Australia nos llamó la atención -desde que éramos pequeños y tuvimos algún libro con fotos de animales- lo raros que eran  los bichos que por allí vivían. Uno, sin embargo, se llevaba la palma: el canguro. Un futbolista de la selección española, Raúl Albiol, estaba tan fascinado por estos marsupiales que, al comienzo de este sexenio triunfante, tuvo un recuerdo para ellos. En plena preparación para aquella Eurocopa de 2008 que se disputaría en Austria y Suiza, un periodista le preguntó que a qué iría a Austria fuera de la Eurocopa. Con el rostro hierático, sin inmutarse, respondió que a ver canguros. Quizá hoy tenga la oportunidad de comprobar cómo saltan los de aquellas latitudes. Y si no, siempre podrá irse de vacaciones. Su mundial habrá concluido. Cuando las cosas están por salir mal...

Publicado en "El Norte de Castilla" el 23-06-2014

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