lunes, 23 de marzo de 2015

CAJÓN DE EXCUSAS

Vuelves a casa con las orejas gachas. Podrías, piensas, abrir el baúl de las excusas. En él, sabes, se guarda un catálogo de coartadas, de lugares comunes con los cuales puedes hacer frente a la realidad. No es nada nuevo, los hechos son incuestionables, pero no así las interpretaciones. Hay margen, crees, para explicar lo ocurrido de alguna manera tal que la responsabilidad se sitúe en otro punto distinto a ti mismo. Otras veces los has hecho así y terminó ocurriendo como tú querías. El viento, el estado del campo, el árbitro, la segunda división. Otras veces lo has hecho así y recibiste una palmada de consuelo, una sonrisa de complicidad, una palabra de ánimo. Todo se apagó como si el fuego nunca hubiese ocurrido. Los aficionados de tu equipo, como los seguidores de cualquier colectivo, se vuelven acríticos, siempre parecen dispuestos a colocar en el centro del debate la excusa que tú sacaste a colación.
Por algún motivo, parece que las personas terminan creyendo lo que en principio estaban dispuestos a creer, lo que les da la razón a sus argumentos apriorísticos. Así, lo que sirve para condenar a los extraños, se convierte, por arte de birlibirloque, en conspiración para hundirnos, en un ardid del enemigo. Cuando ya creen eso, todo lo demás resulta sencillo: una llamada a rebato, una pose de implicación, un ademán guerrero que apocará a los rivales, unas palabras que enterrarán los errores pasados con la arena de la ilusión y a otra cosa mariposa. En aquellas ocasiones, sintiéndote exculpado, recuperaste la alegría y volviste a tu rutina. Esta vez tampoco encuentras motivos para pensar que puede ser de otro modo. Pero esta vez parece que no cuela. Echas la vista atrás y vas comprobando que no es la primera, ni la segunda, ni...Y hasta los más crédulos tuercen el gesto porque no entienden nada. Es comprensible un mal día, justifican un error, entienden que los rivales también juegan y a veces consiguen anular tus virtudes. Pero también se hartan cuando comprueban que no has hecho bien lo que han visto que sí sabes hacer. Ayer fue un día de esos. En el partido de Ponferrada había depositadas muchas esperanzas. Todos los rivales en la lucha por el ascenso se habían dejado puntos en el camino, era el día marcado para dar un puñetazo sobre la mesa, para gritar bien alto que no iba a ser por falta de ganas. Sin embargo saliste como si la cosa no fuese contigo, como si una ley de la gravedad futbolística fuese a hacer inevitable que los tres puntos cayesen en tu saco. No fue así porque no podía ser de otra forma. El partido fue pasando mientras mirabas, te fuiste desconcertando mientras el rival te comía el terreno. Viste que te marcaron un gol, pero debiste pensar que quedaba mucho tiempo. Llegó el segundo y quisiste espabilar. Pero suele ocurrir que si cuando se puede no se quiere, cuando se quiere ya es demasiado tarde. Vuelves con las orejas gachas pero sabes que ya no hay lugar para recurrir a las coartadas. Entras en el tramo decisivo de la temporada, el reto sigue a mano, pero para alcanzarle las excusas son un mal compañero. Toca desquitarte, de eso no te puedes quejar, el fútbol siempre ofrece revancha. Levantas la cabeza con ganas de que empiece el próximo partido.

Publicado en "El Norte de Castilla" el 23-03-2015

2 comentarios:

  1. Muy bueno el artículo, pensaba que iba a tratar de las postelecciones desde el punto de vista de un militante de IU,y no. Pero la verdad es que podía ser perfectamente trasladable. ¡Viva Rusia! que gritaban en mi pueblo, ¡Viva la Ponferradina!

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