No sé a qué
punto emocional de la relación –si al desasosiego del inicio, al empalago de la
rutinaria inercia del día a día o al desgarro de una ruptura– se refiere
Coti en su canción 'Nada fue un error'. Si específicamente a uno de ellos, a
todos en su conjunto o a cada uno por separado. La contradicción que emerge
entre el arranque, «Tengo una mala noticia», y la continuación, «no fue de
casualidad. Yo quería que nos pasara y tú, y tú, lo dejaste pasar» insinúa que
en el idilio deseado por una parte, no eludido por la otra, se cierne el
desconsuelo del punto final. Ese 'una mala noticia' se esgrimiría, desde esta
perspectiva, a modo de reproche: la historia ocurrió porque no lo evitaste. Tal
vez, simplemente celebre el romance enfatizando la voluntad de que ocurriera y,
visto así, haya cargado de ironía lo de la 'mala noticias'. En cualquiera de
los escenarios, cobra sentido el estribillo: «Nada de esto fue un error». En el
primero, porque carece de valor el lamento por el resultado de una decisión
pasada: el tiempo vivido a resultas de ella forma parte de uno mismo, del
propio ser. Afligirse, renegar, entraña un vano intento de anular lo que ha
contribuido al presente. Más aún si el corazón apuntó la dirección escogida. En
el segundo, por motivos obvios. Nadie considera un error la vivencia de un
romance recién comenzado.
Aunque la
fortuna aparezca en determinados instantes, al Pucela, tras la derrota ante el
Albacete Balompié, le podríamos haber dicho «tengo una mala noticia, no fue de
casualidad». En realidad, ya se advertía y avistaba. Y no me refiero a
diatribas agoreras procedentes del exterior –tomemos por exterior a afición y
medios de comunicación–. En el vestuario ya eran conscientes, al menos, desde
que Almada, en el análisis del encuentro ante el Córdoba, recurrió al concepto
del 'manejo' para precisar las carencias de su equipo. Y no lo señaló una
semana antes en Castellón porque el resultado evitó la necesidad de decirlo.
«Aprendí
–prosigue la canción– la diferencia entre el juego y el azar». No me cabe duda
de que, pese al triunfo final frente a la UD Almería, el técnico blanquivioleta
no se acostó satisfecho: el azar influyó en el resultado más que el juego. Lo
que no es habitual. De verse en las mismas, no tardaría en aparecer la derrota.
Y eso que en
Albacete, Guilherme por un lado, los postes por otro, pospusieron la crónica de
una derrota anunciada, taparon por un rato las costuras rotas. Esta vez el
trabajo, necesario, no alcanzó la categoría de suficiente. Tengo una buena
noticia: «Nada –se puede añadir con Coti– fue un error» porque la derrota forma
parte del proceso. Quizá, al revelar carencias, al alentar el inconformismo, a
la larga aporte más este resultado que tres puntos casuales.
El Pucela, al
contrario que el intérprete argentino, no regresa cantando «Yo quería que nos
pasara». Faltaría más. Pero la afición, al menos mientras se mantenga la
implicación u, ojo, los malos resultados no se acumulen, puede mirar al equipo
a la cara, pretender levantarle el ánimo, pedirle que continúe en el empeño y
apostillar con un «no me pidas perdón».
Publicado en El Norte de Castilla el 22-09-2025
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