lunes, 22 de septiembre de 2025

Y NO ME PIDAS PERDÓN

 

Foto: Carlos Gil Roig

No sé a qué punto emocional de la relación –si al desasosiego del inicio, al empalago de la rutinaria inercia del día a día o al desgarro de una ruptura– se refiere Coti en su canción 'Nada fue un error'. Si específicamente a uno de ellos, a todos en su conjunto o a cada uno por separado. La contradicción que emerge entre el arranque, «Tengo una mala noticia», y la continuación, «no fue de casualidad. Yo quería que nos pasara y tú, y tú, lo dejaste pasar» insinúa que en el idilio deseado por una parte, no eludido por la otra, se cierne el desconsuelo del punto final. Ese 'una mala noticia' se esgrimiría, desde esta perspectiva, a modo de reproche: la historia ocurrió porque no lo evitaste. Tal vez, simplemente celebre el romance enfatizando la voluntad de que ocurriera y, visto así, haya cargado de ironía lo de la 'mala noticias'. En cualquiera de los escenarios, cobra sentido el estribillo: «Nada de esto fue un error». En el primero, porque carece de valor el lamento por el resultado de una decisión pasada: el tiempo vivido a resultas de ella forma parte de uno mismo, del propio ser. Afligirse, renegar, entraña un vano intento de anular lo que ha contribuido al presente. Más aún si el corazón apuntó la dirección escogida. En el segundo, por motivos obvios. Nadie considera un error la vivencia de un romance recién comenzado.

 

Aunque la fortuna aparezca en determinados instantes, al Pucela, tras la derrota ante el Albacete Balompié, le podríamos haber dicho «tengo una mala noticia, no fue de casualidad». En realidad, ya se advertía y avistaba. Y no me refiero a diatribas agoreras procedentes del exterior –tomemos por exterior a afición y medios de comunicación–. En el vestuario ya eran conscientes, al menos, desde que Almada, en el análisis del encuentro ante el Córdoba, recurrió al concepto del 'manejo' para precisar las carencias de su equipo. Y no lo señaló una semana antes en Castellón porque el resultado evitó la necesidad de decirlo.

«Aprendí –prosigue la canción– la diferencia entre el juego y el azar». No me cabe duda de que, pese al triunfo final frente a la UD Almería, el técnico blanquivioleta no se acostó satisfecho: el azar influyó en el resultado más que el juego. Lo que no es habitual. De verse en las mismas, no tardaría en aparecer la derrota.

Y eso que en Albacete, Guilherme por un lado, los postes por otro, pospusieron la crónica de una derrota anunciada, taparon por un rato las costuras rotas. Esta vez el trabajo, necesario, no alcanzó la categoría de suficiente. Tengo una buena noticia: «Nada –se puede añadir con Coti– fue un error» porque la derrota forma parte del proceso. Quizá, al revelar carencias, al alentar el inconformismo, a la larga aporte más este resultado que tres puntos casuales.

El Pucela, al contrario que el intérprete argentino, no regresa cantando «Yo quería que nos pasara». Faltaría más. Pero la afición, al menos mientras se mantenga la implicación u, ojo, los malos resultados no se acumulen, puede mirar al equipo a la cara, pretender levantarle el ánimo, pedirle que continúe en el empeño y apostillar con un «no me pidas perdón».

Publicado en El Norte de Castilla el 22-09-2025

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario