La expedición hace noche en el campamento base esperando a que la luz del día ilumine la cordillera. Cuando sea por la mañana saldrán de las tiendas, olvidarán el sufrimiento que les ha producido llegar hasta esa víspera sin que ningún avatar haya obligado a dar marcha atrás en sus propósitos, levantarán la cabeza y podrán ver, frente a ellos, enhiesta, majestuosa, la cumbre. Los ojos se les iluminarán al constatar su presencia tan cercana pero saben que ese último paso, esa última jornada, ha engullido en las entrañas de la Tierra a otros compañeros que lo intentaron antes.
Blog sin más pretensión que la de poner un poco de orden en mi cabeza. Irán apareciendo los artículos que vaya publicando en diversos medios de comunicación y algunas reflexiones tomadas a vuelapluma. Aprovecharé para recopilar artículos publicados tiempo atrás.
lunes, 11 de junio de 2012
domingo, 10 de junio de 2012
Italia, misterio sin solución
Si
realizásemos un experimento similar a los de Pavlov donde España fuese la
campana con la que se estimulara el oído de un italiano, Barcelona sería la
respuesta condicional. La ciudad condal
les fascina; visitarla, vivir en ella, es el sueño de los habitantes de este
país en forma de bota que va cambiando de color social, político y económico,
según subimos la cremallera. Andrea Camilleri es uno de sus escritores más
conocidos gracias a su serie de novelas cortas protagonizadas por el Inspector
Montalbano, nombre que sirve como homenaje a Manuel Vázquez Montalbán, el
creador de otro detective novelesco: Pepe Carvalho. Desde el balcón de sus casi
noventa años, Camilleri, en una entrevista concedida a la vallisoletana Rosa Martínez, decía que tampoco a él le resultaba fácil
entender Italia.
jueves, 7 de junio de 2012
Ovejas y lobos
Pedro gritó por primera vez reclamando auxilio. Inmediatamente todos los vecinos acudieron a lo alto del monte de donde provenían las voces para socorrer al joven pastorcillo cuyas ovejas estaban a punto de ser devoradas por los lobos. Dejaron sus labores porque estas podían esperar, ayudar a su paisano tenía prioridad, los lobos no esperan. En sus manos llevaban los mismas herramientas con las que aventaban el grano o cavaban la tierra para utilizarlas como armas con las que podrían ahuyentar a la jauría. Pero no tuvieron que utilizarlas, cuando llegaron se encontraron a Pedro sobre el tronco de un árbol que le servía de asiento. Sudorosos por el esfuerzo y enfadados por el engaño bajaron el monte y retomaron sus tareas.
DISCURSOS CON KETCHUP
La
sabiduría popular a veces acierta de pleno, por ejemplo cuando utiliza
indistintamente los conceptos 'rápida' y 'basura' para referirse al mismo tipo
de comida. En realidad siempre supimos que las cosas llevan su tiempo, aunque con
las prisas tendamos a olvidarlo. También el acervo popular nos recuerda que el
saber no ocupa lugar, aunque calle que para adquirir ese saber se necesita,
también, tiempo.
Ambas
sentencias se cargan de razón cuando analizamos el lenguaje con el que se
dirigen a nosotros quienes ocupan las cimas del poder, tanto monta, político o
económico. No sé si son arrebatos de nostalgia o simple incapacidad para
comprender este mundo en que nos hemos sumido. Lo cierto es que cuando les
escucho, me siento como Ignatius J. Reilly, el protagonista de la novela de
John Kennedy Toole 'La conjura de los necios'. Esos discursos huelen a funeral,
al menos yo no soy capaz de rescatar espigando entre esa retórica hueca alguna
que tenga vida. Sus argumentos dependen del papel asignado por las urnas,
gobierno u oposición, siendo perfectamente intercambiables entre unos y otros.
En sus
enunciados anudan de forma aleatoria eufemismos y vaciamientos. Por un lado,
envuelven en el celofán de las palabras los términos con los que nos aporrean,
como si por decirlo de forma más suave la cruda realidad se hiciera menos
indigesta; pero por otro, corroen, a fuerza de manosear, el contenido de unos
vocablos que en su día evocaron hermosas aspiraciones. La democracia o la
libertad son, en su boca, perritos calientes que se expenden por doquier.
Mi cara,
entonces, refleja de forma inconsciente un rictus mohíno. Imagino una mano por
detrás que les indica lo que tienen que decir y lo dicen aun sin entenderlo.
Porque si lo entendieran sabrían cómo transmitirlo. Serían personas que habrían
dedicado tiempo y esfuerzo para formarse una voz propia, para adquirir su
saber. Sus palabras,entonces, no serían de hamburguesería.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 7-06-2012
lunes, 4 de junio de 2012
Buridán: agua o heno

Al pobre burro, que tenía tanta hambre como sed, le pusieron entre un pesebre con heno y otro con agua. El animal, murió, aunque nunca se nos dijo si por inanición o por deshidratación. La historia del asno de Buridán nunca ocurrió aunque ha pasado a la gran historia de la filosofía. El sobrenombre no hace referencia al pueblo donde vivía el borriquillo, es la prueba de que las formas sutiles de insulto tienen más fuerza que las groseras cuyo estruendo se lleva el viento. Es tan así que setecientos años depués de la disputa, el término Buridán está asociado al asno y no al teólogo francés al que se pretendía satirizar. Este hombre, escolástico y seguidor de Guillermo de Ockham, defendía un determinismo moral según el cual las personas expuestas a tomar una decisión tienen la obligación de optar por el mayor bien. Sus rivales intelectuales crearon el cuento y dejaron para la posteridad la asociación entre el burro y el bueno de Jean.
BURIDÁN: AGUA O HENO
Al pobre burro, que tenía tanta hambre como sed, le pusieron entre un pesebre con heno y otro con agua. El animal, murió, aunque nunca se nos dijo si por inanición o por deshidratación. La historia del asno de Buridán nunca ocurrió aunque ha pasado a la gran historia de la filosofía. El sobrenombre no hace referencia al pueblo donde vivía el borriquillo, es la prueba de que las formas sutiles de insulto tienen más fuerza que las groseras cuyo estruendo se lleva el viento. Es tan así que setecientos años depués de la disputa, el término Buridán está asociado al asno y no al teólogo francés al que se pretendía satirizar. Este hombre, escolástico y seguidor de Guillermo de Ockham, defendía un determinismo moral según el cual las personas expuestas a tomar una decisión tienen la obligación de optar por el mayor bien. Sus rivales intelectuales crearon el cuento y dejaron para la posteridad la asociación entre el burro y el bueno de Jean.
viernes, 1 de junio de 2012
LA MECHA
El
gas simbólico es altamente inflamable, cualquier cerilla prendida en sus
aledaños puede provocar una explosión porque los símbolos habitan en el
imaginario colectivo, un pantanoso terreno adosado a las vísceras y, por tanto,
fácilmente manipulable por quienes se han arrogado su usufructo. Este conjunto
de colores, sonidos o idealizaciones históricas se asumen como propias por una
gran parte de la población que está expuesta a que sus dirigentes utilicen
mezquinamente esos arraigos colectivos para sus beneficios particulares. Se
envuelven en la bandera para que el dedo de la responsabilidad deje de
apuntarles a ellos y se dirija al enemigo externo o al desleal de casa. Es un
clásico la aparición de algún rescoldo relacionado con Gibraltar cuando la
situación económica se complica.
En
un estado moderno esos símbolos no pueden ser otra cosa que la representación
de un paraguas, el propio estado, que cobija a quien se cubre bajo su tela.
Desde este prisma suena como una afrenta que, quien días atrás decía que
cualquier recorte le parecía pequeño, pretenda ahora convertirse en madre de la
patria escondiendo sus vergüenzas en un himno. Es un ataque a la razón que,
mientras vemos peligrar el estado de bienestar, convirtamos en el principal
debate unos silbidos. Más que nada porque esos silbidos no son una enfermedad,
en todo caso serían un síntoma de algo mucho más grave: la desafección, no solo
territorial, de una buena parte de la sociedad ante un modelo político y social
que muestra claras grietas en el casco del barco llamado España.
Aquí,
la capitana, en vez de ser la última que abandona la nave, ha decidido prender
la mecha de los explosivos buscando el enfrentamiento entre la tripulación para
no explicar por qué la bodega está vacía. Mientras estemos entretenidos en
discusiones sobre si se debió jugar o no un partido de fútbol, Esperanza
caminará con paso imperial. Al fin y al cabo la España de sus sueños son unas
tijeras y un desfile militar.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 21-05-2012
lunes, 28 de mayo de 2012
A por el destino
Cuatro minutos fue el tiempo que tardó el Celta en decir que no estaba para tonterías. Cuatro minutos tardé en escuchar la pregunta de rigor: ¿Te creías que íbamos a subir? Lo llevas claro. La polisemia es lo que tiene, genera confusión cuando el emisor y el receptor no convienen a priori la acepción que dan a la palabra en cuestión. Creer es un verbo que carga demasiado peso en sus pocas letras. Mi descreído interlocutor hacía uso de la primera acepción, tener por cierto algo a lo que el entendimiento no alcanza. Racionalmente es incomprensible que un equipo que se ha mostrado superior a sus rivales y que se juega mucho más que ellos fuera a dejar escapar su opción. Sería como pensar que los milagros existen. Yo creía porque hacía caso a la cuarta: tener algo por verosímil o probable. El fútbol nos ha enseñado que inverosímil no hay nada, que su fuerza radica en su imprevisibilidad y, precisamente por eso, cada partido es un relato del que no conocemos el desenlace. Esta regla tiene su excepción avalada por una historia de la que nadie se libra: si un resultado interesa a los dos contendientes, estos dejan de serlo y el marcador dibuja lo previsto.
viernes, 25 de mayo de 2012
PARTIDO MARCA ACME
El Coyote no ceja en su persecución porque sabe que la derrota es segura si se sienta a un lado del camino. Siempre trata de ir un paso por delante de su rival ya que es la única manera de vencer en ese combate, de esta forma sube a lo alto de un barranco porque sabe que Correcaminos pasará bajo sus pies y ahí encaramado podrá lanzar una gran bola de piedra con fines asesinos, o baja al fondo de una poza para colocar toneladas de explosivos que detonarán en el preciso instante en que su gallináceo enemigo pise en el punto previsto mientras él, el astuto cánido, se esconde tras un árbol. Los planes siempre son ingeniosos y aparentemente infalibles pero el rival nunca termina en sus redes. Así un capítulo y otro y otro, sin conseguirlo pero sin desesperar, con la certeza de que la próxima será la buena.
Así, como el Coyote, juega el Real Valladolid, un equipo que se va enfrentando a oponentes coyunturales mientras compite contra un rival al que, aun rozándole, no termina de apresar. Y pese a que las oportunidades se van agotando, insiste cada día en el intento. A veces Djukic, la cabeza del Coyote, se esconde tras un micrófono y enciende la mecha de un artefacto verbal que habría de explotar en Vigo. Las más, el cuerpo completo del perseguidor se encomienda a la lucha en campo abierto ejecutando lo que mejor sabe para no perder de vista al ave cuya aviesa intención es poner pies en polvorosa.
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