domingo, 10 de junio de 2012

Italia, misterio sin solución


Si realizásemos un experimento similar a los de Pavlov donde España fuese la campana con la que se estimulara el oído de un italiano, Barcelona sería la respuesta condicional. La ciudad condal les fascina; visitarla, vivir en ella, es el sueño de los habitantes de este país en forma de bota que va cambiando de color social, político y económico, según subimos la cremallera. Andrea Camilleri es uno de sus escritores más conocidos gracias a su serie de novelas cortas protagonizadas por el Inspector Montalbano, nombre que sirve como homenaje a Manuel Vázquez Montalbán, el creador de otro detective novelesco: Pepe Carvalho. Desde el balcón de sus casi noventa años, Camilleri, en una entrevista concedida a la vallisoletana Rosa Martínez,  decía que tampoco a él le resultaba fácil entender Italia.
Asumiendo que el reto es imposible, intentaremos acercarnos un poco. Si Camilleri no es capaz de pintar un lienzo, nos conformaremos con ocho brochazos de la mano de un grupo de estudiantes que realizaron allí uno de sus cursos gracias a una beca Erasmus. Ninguno de ellos, más allá de los tópicos, podía decir tres frases sobre Italia antes de saber que ese iba a ser su destino. En cualquier caso no se amilanaron porque, entre otras cosas, el idioma no iba a ser una barrera: no lo conocían pero un curso intensivo les permitió hacerse entender en cuanto llegaron. Solventado el primer problema llegaron las primeras sensaciones. A pesar de lo que se pudiera pensar es un país muy distinto a España, más que nada porque es distinto a él mismo: las diferencias entre el sur y  el norte son abismales, son dos países distintos sin una frontera definida, a medida que se baja todo se va degradando.
En eso coinciden todos, tanto Brais Iglesias, César Navares, Laura Fraile y Edgar Verdugo, que miraban desde la nórdica Turín, como Laura Cruz y Silvia Lastras destinadas el tacón de la bota, la sureña Lecce, o Beatriz Pérez y Arturo del Olmo cuya peripecia se desarrolló en la más equidistante Roma. Arturo del Olmo cree que en el sur se desconfía de un estado que siempre les maltrató y que eso hizo necesaria una alternativa social, un proceso de autogestión, que pudo servir para que la mafia encontrara el caldo de cultivo ideal para desarrollarse. El norte es mucho más rico pero vive también envuelto en apariencia: pueden vestir ropa cara y a la vez pedir tabaco en la calle. Además son menos alegres y mucho más cerrados.
A pesar de las diferencias entre el norte y el sur existen muchas cosas que les unen, una de ellas es el papel de la Iglesia Católica, tener inmerso el estado Vaticano imprime carácter tanto en las costumbres, es frecuente encontrarse en cualquier vía gente arrodillada frente a un altar dedicado a un santo o a la Madonna, como en las decisiones legales, la píldora del día después solo se pude adquirir si es con receta médica. Cuentan el caso de Bérgamo, una ciudad que no tiene discotecas en su centro por un compromiso adquirido por sus ciudadanos con la iglesia durante la II Guerra Mundial. Al sentirse protegidos por ella se comprometieron a alejar el vicio de la ciudad y siguen cumpliendo. Eso sí, a falta de locales de esparcimiento, Bérgamo es la ciudad con más oficinas bancarias por habitante.
Otro de los lazos de unión es el sentido de pertenencia a Italia. La secesionista Liga Norte no pretende emanciparse del país sino erigirse en la Italia verdadera y expulsar a quienes consideran que viven a su costa. Sus votantes, más que afirmar esa voluntad rupturista, les apoyan porque proponen un cambio fiscal que les beneficia. La pasta es la pasta y no hablamos de gastronomía.
Nuestros ocho protagonistas vivieron en una Italia presidida por Berlusconi. Aunque recuerdan que había mucha contestación en la calle, de hecho el entonces primer ministro vio como algunas de sus propuestas (reincorporación de la energía nuclear, la privatización del suministro del agua y la denominada “ley de amnistía”) fueron derrotadas en referéndum, no hubo forma, sin embargo, de que una propuesta creíble le derribara en las urnas. Entre un núcleo duro que le apoyaba y la división de los partidos que podrían haber sido su alternativa Berlusconi se sintió invulnerable. Hasta que la Unión Europea impusiera un gobierno de base tecnocrática presidido por Mario Monti.
Tras abordar estas reflexiones, la conversación va entrando en un terreno más cotidiano. Hablan de las relaciones entre hombres y mujeres, más parecidas a las que pudieron tener sus padres que a las que ellos han vivido: ellos van siempre con ropa de marca y son muy pesados, no es tópico, al fin y al cabo se sienten obligados porque está mal visto que sea ella la que dé el primer paso o que pague en cualquier bar o restaurante. Las cuatro chicas del grupo dicen que sus colegas italianas van siempre muy pintadas y son más cerradas que las españolas. Se ríen y añaden entre risas que quizá por eso dicen que les gustamos las españolas.
Alaban la comida italiana, pasta o risotto a diario, echaron de menos la cultura de bar durante el día y se sorprendieron porque fuese casi imposible encontrar cubitos de hielo.
Estuvieron un año, han vuelto después y lo seguirán haciendo porque, como todo lo indescriptible, Italia engancha a los que vivieron en ella y a los que son de allí. El propio Camilleri reconoce que no podría vivir mucho tiempo fuera de Italia a pesar de sus críticas continuas, de sus lamentos por el bajo nivel cultural de sus compatriotas, de su falta de memoria  “salvo para recordar la alineación de su equipo de fútbol de 1928”. Pues recordando, habrá que indicar que la selección italiana, la azzurra se ha convertido en candidato al título en esta Eurocopa por derecho propio: como cuando ganó dos últimos mundiales, llega llena de dudas y enredada en conflictos de corrupción. Apunten otro dato a su favor, los dos últimos vencedores fueron Grecia y España. ¿A alguien le sorprendería que fuese Italia la siguiente en esta lista?

Publicado en "El Norte de Castilla" el 10-05-2012

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