lunes, 13 de febrero de 2017

CALLOS INDIGERIBLES

No discuto que pueda haber genios de la cocina con pericia suficiente para convertir el cocido en un lujo gastronómico. Lo indiscutible es que nadie es  capaz, por torpe que sea, como es mi caso, de desgraciarlo. Por mal que se den las artes culinarias, es imposible ponerse a preparar un cocido y que no te salga, al menos, ‘apañao’. Otra cosa son los callos, estos no se pueden apañar. Aquí no caben términos medios, o son un manjar –¡ay! aquellos que preparaba Nieves los días de fiesta en el Bar Manolo de mi pueblo­– o no hay forma de hincarlos el diente. Será por la poca calidad de la pieza, la escasa limpieza del producto o la mala preparación del guiso; si unos callos no salen bien, salen muy mal y no hay cristiano que los digiera. Por eso nunca pido una ración en un sitio del que no tenga referencias, corro el riesgo de ponerme a blasfemar al llevarme el primer trozo a la boca.

jueves, 9 de febrero de 2017

ÚLTIMO REFUGIO

La patria, para los dueños de esas bocas que no dejan de repetir dicha palabra, nunca es la patria entendida como tal, nunca es ese concepto casi aséptico que define la RAE. El vocablo ‘patria’, pronunciado así, como con cierto aire litúrgico, se refiere siempre a una visión de ella, un modelo que actúa como un tamiz por el que muy pocos pasan. Y los que no pasan, sobran. Donde ‘sobran’ no es más que un eufemismo.
Poco problema habría si lo dicho en el párrafo anterior permaneciese en el ámbito teórico, pero como siempre que vienen mal dadas, ese concepto atávico de la patria vuelve a escena con papel de protagonista. Puede que en otras latitudes -en aquellos territorios que fueron dependientes, bien política, bien económicamente, de una metrópoli colonial- esta apelación tenga un sentido liberador; pero en nuestro occidente, desde hace mucho, escuchar repetidamente la palabra ‘patria’ es sinónimo de ponerse a temblar.

lunes, 6 de febrero de 2017

SI EL GUIONISTA ES EL TIEMPO...

Sucede cuando el despertador no suena o cuando sí lo hace pero el sueño es tan profundo que no te permite oírlo. Son entonces los rayos de sol los que ejercen de sustituto tardío cumpliendo el cometido de abrirte los ojos. Pero vas ya fuera de hora. Miras el reloj casi con el único objetivo de confirmarlo, con la esperanza muchas veces vana de que el desaguisado sea solventable. Desde ese momento dejas de ser el guionista de tu vida, ahora vas a rastras, es el día el que te lleva a ti. La situación, claro, propicia todos los errores posibles: los que podrían darse en cualquier otra circunstancia y los pueriles provocados por las prisas, por zancadillearte al querer ir más deprisa que tú mismo. En muchas profesiones, ese desajuste se puede solucionar buscando los minutos perdidos en el cajón que alarga las jornadas. Llego más tarde, termino después y así completo mi cometido. En otras, el tiempo derramado, simplemente, no se pude recoger. El deporte de competición pertenece a este segundo grupo. Con un agravante añadido: si te has quedado dormido, siempre aparece tu rival dispuesto a despertarte arrojándote un caldero de agua helada sobre la cara. Vas tarde y además te levantas calado hasta los huesos y muerto de frío.

miércoles, 1 de febrero de 2017

LO QUE DIGA EL MÉDICO

Aviso de antemano: si en una de estas me da un vahído en plena calle y me encuentran por ahí tumbado, no me importa que ustedes se reúnan formando asamblea, que se alineen, se dispongan en círculo o en romboide; que pretendan interpretar qué me ha podido ocurrir para desvanecerme de ese modo y aporten sus hipótesis, si pudo ser un infarto de miocardio, un episodio de epilepsia, un ataque de ansiedad o, incluso, un mareo derivado de un supuesto embarazo; que lancen al aire las recomendaciones, ya saben, una pastilla de nitroglicerina debajo de la lengua, un palo en la boca para que no me asfixie o un poco de tranquilidad que ya se pasará; que voten entre las opciones propuestas, ya sea en la misma papeleta o en votaciones separadas, sobre qué es lo que me ha ocurrido y cuál es el mejor tratamiento… De verdad, no me importa todo eso, pero por favor, si por una de estas me encuentran inconsciente, desmayado en la calle…hagan caso a lo que dice el médico.

domingo, 29 de enero de 2017

LA MALDITA ETIQUETA

Saltaba. Cerraba el puño y agitaba el brazo. Se mostraba exultante y no era para menos. Había llegado ese momento que tanto había ansiado, ese instante con el que había fantaseado una y otra vez pero que el destino le hurtaba: el trance colectivo del que solo él tiene la llave para salir y él, transmutado en superhéroe, evita el apuro provocando un giro en el guion para que la película tenga un final feliz. Pau Torres, en el último segundo, había logrado salvar dos puntos para su equipo cuando ya se daban por perdidos. Ahora, exultante, saltaba, cerraba el puño y agitaba el brazo en un gesto de reivindicación propia y ante sus compañeros. El tiempo, y más en el fútbol, es relativo. Para el que juega con frecuencia, dos años pueden pasar sin apenas percibirlos; pero si no es el caso, si el banquillo se ha convertido en tu hábitat, ese mismo intervalo se convierte en eterno. Cuando no juegas, las semanas son interminables y caen como losas. Se te añade, además, una etiqueta: suplente. Estás ahí solo por si acaso y terminas percibiendo que los demás te miran así; no eres uno más, eres, simplemente, el suplente. Mucho peor si encima eres portero. Intuyes que la única forma de revertir la situación pasa por que tu compañero lo haga mal o se lesione. Tu bien, que tus anhelos se cumplan, procede del fracaso colectivo de tu grupo, del daño individual de tu compañero. No quieres verlo así pero a veces la tentación te vence y te sientes mala persona.

jueves, 26 de enero de 2017

DE DAVOS A COBLENZA

En los apenas 600 kilómetros que separan Davos de Coblenza se dibuja el camino recorrido por nuestras sociedades desde aquellos días en que todo parecía ir bien hasta hoy en que parece no haber más salida que los puñetazos en la mesa y ‘esto lo resuelvo yo en dos guantás’.  Mientras en la suiza Davos se reunía la Asamblea Anual del Foro Económico Mundial -una fundación que aglutina a los líderes mundiales ahora en decadencia, esos mismos que pretendían marcar las pautas que habría que seguir para transitar la senda de la globalización- en la alemana Coblenza, los que se habían citado eran los líderes de diversas organizaciones de esas a las que antes se llamaban de extrema derecha y que en breve podríamos ver gobernando –o al menos con altas cotas de poder- en varios países de la vieja Europa. Las dos localidades son las esquinas del cuadrilátero en el que combaten el veterano campeón un poco sonado por los golpes recibidos y el pujante joven dispuesto a desarbolar a aquel en un par de asaltos.

domingo, 22 de enero de 2017

CARNE, CARNE, CARNE...

Cuando cuento que estuve interno en un colegio de frailes, siempre aparece alguien que encuentra en el despecho la causa de mi forma de pensar y apostilla «claro, es por eso que ahora no pisas una iglesia». Respondo que se equivoca por dos motivos: sigo pisando iglesias –casi todas las que me voy encontrando en mis rutas bicicleteras– porque son depositarias de buena parte de nuestro acervo cultural y, sobre todo, no puedo sentirme despechado por haber tenido la suerte de vivir en un colegio que fue determinante para que hoy piense lo que pienso y sea lo soy. Que este ‘yo’ no lo es por reacción sino que se nutre de lo que allí empecé a intuir. Entre los frailes de ese ‘San Juan de Dios’ de Palencia, que tal era el sitio, estaba, por ejemplo, Miguel Pajares, un toledano al que nada se le había perdido en Liberia pero allí estaba cumpliendo con su voto de hospitalidad pese a la amenaza del virus del ébola. Una amenaza tan real que fatalmente se concretó.

jueves, 19 de enero de 2017

LOS COPOS DE NIEVE

El pasado sábado, en Česká Třebová, una pequeña ciudad checa situada en la región de Pardobice, en medio del triángulo que forman Praga, Ostrava y Brno las tres grandes ciudades de este país centroeuropeo, un grupo de chavales jugaban un partido de hockey sala en el polideportivo local. Un escaso centenar de personas disfrutaban del juego. De repente escuchan un alarmante crujido y, pies para qué os quiero, en unos segundos nadie quedó allí. Al poco, el techo se fue viniendo abajo al no poder resistir, eso parece, el peso de la nieve que se había ido acumulando. Un copo apenas pesa nada, ni dos, ni… 

sábado, 14 de enero de 2017

PINGÜINOS EN CÁDIZ

Los gaditanos exhiben con orgullo el título virtual de ser la ciudad más antigua de occidente. Presumen de existir desde el siglo XII o XIII A.C., que ya ha llovido. Por indicar una referencia temporal o porque los números dicen poco cuando hablamos de tan atrás, la costumbre sitúa ese momento del nacimiento de la urbe gaditana tomando en relación a otro hecho que tiene más de leyenda que de realidad: la guerra de Troya. Esta visión mítica otorga a Cádiz solo ochenta años menos que los sucesos que siglos después Homero relató en la Ilíada y la Odisea. En realidad,  nada existe que atestigüe dicha antigüedad. Las primeras alusiones documentales sobre la existencia de un núcleo urbano  nos remiten ya al siglo XI A.C., aunque los arqueólogos, por más que han picado, no han sido capaces de encontrar vestigios que nos retrotraigan más allá del VIII A.C. Lo cierto es que ese espacio tan estrecho como privilegiado, ese mirador de tres continentes, esa puerta al Mediterráneo,  ha albergado a diferentes civilizaciones, ha visto llegar unos y partir a otros de forma sucesiva. Cada uno de esos pueblos celebraría las cosas a su manera y de todos ellos algo habría de quedar. Sumando tradiciones festivas se fue consolidando un acervo que sirvió para cocer el caldo al que posteriormente se habría de incorporar la carne propia de los días previos a la celebración cristiana de la Cuaresma. Con todo ello, el guiso de los Carnavales estaba servido ya desde el siglo XVI. Y los gaditanos, hijos de mil madres, lo hicieron a su manera: riéndose de sí mismos. Podrá haber Carnavales más antiguos, los de Venecia; con más prestigio, no sé, los de Río de Janeiro; pero no creo que ninguno acentúe tanto el carácter irónico, mordaz y crítico con el poder como los gaditanos. Seguramente sean también los más largos, que era septiembre cuando –intentando conocer aquello con mi bici pasé por la vecina Barbate, o puede que fuera Zahara­– vi unas sillas dispuestas frente a un escenario. Pregunté, ingenuo de mí, mi interlocutor me miró como si fuera de otro planeta y me dijo que era para una actuación de las comparsas del Carnaval. En septiembre, ya digo. Aquí, en la estepa castellana, somos más secos, más de Cuaresma que de Carnaval, pero también tenemos lo nuestro: alardeamos de frío y, precisamente, cuando más hace, nos llegan oleadas de moteros que con una guasa más propia del sur se autodenominan ‘Pingüinos’.