jueves, 9 de febrero de 2017

ÚLTIMO REFUGIO

La patria, para los dueños de esas bocas que no dejan de repetir dicha palabra, nunca es la patria entendida como tal, nunca es ese concepto casi aséptico que define la RAE. El vocablo ‘patria’, pronunciado así, como con cierto aire litúrgico, se refiere siempre a una visión de ella, un modelo que actúa como un tamiz por el que muy pocos pasan. Y los que no pasan, sobran. Donde ‘sobran’ no es más que un eufemismo.
Poco problema habría si lo dicho en el párrafo anterior permaneciese en el ámbito teórico, pero como siempre que vienen mal dadas, ese concepto atávico de la patria vuelve a escena con papel de protagonista. Puede que en otras latitudes -en aquellos territorios que fueron dependientes, bien política, bien económicamente, de una metrópoli colonial- esta apelación tenga un sentido liberador; pero en nuestro occidente, desde hace mucho, escuchar repetidamente la palabra ‘patria’ es sinónimo de ponerse a temblar.

Estados Unidos primero, decía Trump; primero Francia, clama Le Pen y así se va repitiendo en todos los sitios, reclamando siempre ese patriotismo como bandera que todo lo envuelve. Más allá de la retórica, este afán tiene una doble consecuencia perversa. La primera es externa y tiene que ver con el aislacionismo en todos los terrenos, empezando por el mental. Se llega a creer que lo que nos ha ido mal es por culpa de los otros, que para que a nosotros nos vaya bien es obligatorio que los demás se pongan a la cola, que les vaya un poco peor. La segunda es de carácter interior. La patria, en las meninges de quienes se demandan como patriotas, no es esa tierra común, sino un ente cerrado y estrecho. Es su último refugio. Sus compatriotas tienen que ser como ellos, responder a su imaginario o, simplemente, no son dignos y, ya digo, sobran. Para esta gente no basta con compartir territorio, se hace imprescindible que quienes vivan en su patria sean, amen, recen, en fin, vivan de una determinada manera, de su manera.
A un patriota todos los demás les parecen poco patriotas, por ende cobardes y por ende de ende, prescindibles. Un patriota ama tanto a su tierra, pero tanto, tanto, que siempre le sobran más de la mitad de sus paisanos.

Publicado en "El Norte de Castilla" el 09-02-2017

1 comentario:

  1. La patria es solo para los patriotas, los demás mejor nos vamos a otra parte antes de que nos partan la crisma.
    Saludos.

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