lunes, 13 de octubre de 2025

TIEMPOS MODERNOS

 

Foto: Ricardo Ordóñez

Al realizador de la retransmisión televisiva le seduce la imagen captada por una de las cámaras dispuestas en El Plantío, una de las que vigila los aconteceres del graderío, y decide olvidar durante unos segundos la contienda que se desarrolla en la campa de juego. Por suerte, la escena no mostraba un triste enfrentamiento entre aficionados como podríamos temer dada la ridícula rivalidad últimamente exacerbada. Mostraba, sin más, la reacción de un muchacho despistado, desubicado, ruborizado, aturdido... y dolorido tras haber recibido un balonazo en la cara.

El gesto compartido por sus amigos, a los que el azar bien pudo haber convertido en protagonistas, entreveraba vetas de regodeo y compasión. A lo que vamos: el disparo a puerta –doy por descontada la intención– del blanquivioleta Tenés, lejos de culminar su trayecto en el fondo de la red de la portería rival, prosiguió su peregrinaje hasta ver interrumpido su recorrido al topar con el rostro de este chaval emplazado en uno de los fondos del estadio.

Considerando la distancia cubierta por la pelota en su itinerario, y, de resultas, calculando siquiera a ojo de buen cubero el tiempo empleado en describir la ruta, resulta obvio que el mozuelo estaba pendiente de cualquier cosa menos del partido en sí. A poco que hubiera tenido el ojo apuntando al juego, habría dispuesto de tiempo suficiente para esquivar, incluso detener, el ya suave tránsito del balón. Le entiendo, faltaría más. Por un lado, debido a la identificación. Tiendo a distraerme y, cada poco, 'tengo que aguantar' a los compinches con quienes comparto los partidos en El Norte un «¡Pero quieres mirar el televisor!» reprensor. Por otro –más verosímil–, en virtud del contexto. El fútbol, por llamarlo de alguna manera, que exhibían tanto el Burgos CF como el Real Valladolid desalentaba hasta al más enfervorizado de sus seguidores.

Fútbol industrial, aburrido como dedicar la mañana a observar el trabajo en cadena de una línea de montaje en una fábrica de frigoríficos. Nada que ver con el dinámico espectáculo ofrecido por cualquier obra de la que disfrutan las sucesivas hornadas de jubilados. Una secuela futbolística del fordismo, un desarrollo en el que los futbolistas pretenden ensamblar su fútbol desencajando el del rival y, una vez logrado, ejecutando de forma secuencial una repetición constante de faenas. Fútbol de poderío físico y dogmatismos tácticos. Fútbol moderno que nos retrotrae a otros modernos, los tiempos referidos por Chaplin en su película así titulada. Fútbol plomizo interrumpido por algún destello como fue el provocado por el golazo de Chuki.

Mucho alicate y un fogonazo que prendieron los tres puntos en un partido disputado en terreno emocional fronterizo. Un momento en el que las decepciones previas intimidaban e imponían al Pucela un tan atenazante como impostor miedo a perder. Los efluvios del contento inicial de la temporada ya se habían disipado y los temores comenzaban a corporeizarse. Al menos se ha ganado tiempo. Y una alegría, que nunca está de más.

Publicado en El Norte de Castilla el 13-10-2025

 

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