Mis ojos se ensucian de rabia y asco ante
esas fotos que colocan al hombre un peldaño por debajo del cerdo. Una soldado,
émula de Jonh Wayne, muerde un cigarrillo y con una sonrisa señala la polla de
presos iraquíes, un grupo de militarones se regodea tras amontonar a futuros cadáveres. En el amor y la guerra
no hay moral que valga más que el deseo de sojuzgar al vencido. Esto es la
guerra y así se escribe; se mata y se muere, pero sobre todo se humilla. Nada
es inocuo por más que sus impulsores pretendan revestir sus propósitos de
bienaventuranzas y disfrazar sus efectos con la seda de los eufemismos, por más
que acudan al catálogo de virtudes para declararla. En el bien entendido
pretenden llenar sus bolsillos de dólar y poder aunque emborronen discursos de
amor a su pueblo y gloria de dios por los siglos de los siglos. Saben de sobra
que ellos morirán viejos, cuidados y con un termómetro bajo sus aseados sobacos
tras haber sembrado la mierda de la muerte prematura lejos de sus casas. Y odio
que generará muerte, que generará odio, que... así el mundo no girará en el
sentido que marquen jóvenes armados de futuro sino por el recuerdo de los
desafueros sufridos por unos abuelos mancillados. ¿A ellos qué?
Blog sin más pretensión que la de poner un poco de orden en mi cabeza. Irán apareciendo los artículos que vaya publicando en diversos medios de comunicación y algunas reflexiones tomadas a vuelapluma. Aprovecharé para recopilar artículos publicados tiempo atrás.
martes, 11 de mayo de 2004
lunes, 3 de mayo de 2004
SIN POSTRE
El melón
constitucional está en un tris de ser abierto mientras discutimos con las
enaguas abajo si son galgos o podencos. Los gerentes de esta comunidad, esos
que miran de soslayo a Madrid antes de tomar una decisión, dirán que algo se ha
ido y no sabrán cómo ha sido. Con prosopopeya relatarán que unas perversas
fuerzas centrífugas se han llevado por delante ese sueño inconcluso de la
paisana Isabel Montatanto llamado España. Digo inconclusa porque la pieza
Portugal falta del puzzle onírico de la tan católica.
jueves, 29 de abril de 2004
NUEVE PROVINCIAS DE ESPAÑA
Díceme Hoyas, a la sazón sufriente prior de
esta página, que los escribas que aquí garabateamos malamente nuestras ideas
somos una recua de desarraigados, que a la menor nos descarriamos por
vericuetos que nos arrastran allende la meseta. Vamos, que para el bueno de
Tomás conducimos nuestras letras hacia Irak, el tripartito o, cuando no, la
nostalgia nos seduce como aquella prima que vivía en el extranjero; pero que de
este páramo cuyo topónimo se engarza con el alambre de una conjunción
copulativa, ni letra. Tiene razón, lo que de por sí ya es un síntoma. Porque
Castilla y León no es ni por arriba ni por abajo. El techo que nos cobija no se
aleja mucho de los sueños frustrados de España eterna con las goteras
sin restañar que narraron los tristes hombres tristes de aquella generación del
98. Somos un vivero de nacionalistas de la España que se sintió imperial y que
aún espera que los designios de ese Dios uno y trino se posen sobre nuestra
hidalguía y nos sonría como pueblo elegido para gestas que engrandezcan la
historia de lo universal. Pero ya no estamos para trascendencias.
martes, 20 de abril de 2004
EL CRISTO Y LA BOLSA
Si hiciera caso a mis descreídos ojos y nada
más me preguntase, esos renglones de feligreses
escritos en las calles a lo largo de la semana santa obligarían a
reconocerme en medio de una sociedad henchida de un fervor religioso que, sin
embargo, el resto del año desmiente. Una contradicción nada aparente que en
principio me desconcierta.
Bajo las caperuzas de esas reatas de
penitentes que marcharon en filas de a uno se disimulan las caras de nuestros
vecinos mostrando resabios de una religión prescrita con analgésicos marca
dogma cuya modernidad se enarbola en pos de las treinta monedas que nos aporta
el gran fetiche futurista: el turismo. Mañana, cuando las tallas reposen en sus
aposentos cotidianos y muchos escondan sus convicciones religiosas para mejor
recuerdo en el mismo armario donde guardan almidonada la túnica de sayón, los
hosteleros harán cuentas.
jueves, 11 de marzo de 2004
CARTA A ETA MIRANDO A LOS OJOS DE MI HIJO
Una tos alérgica impidió a mi hijo dormir
bien la noche del miércoles al jueves. Decidí no llevarle al colegio y que
descansase. Pero esa mañana era ya noche, noche de dolor a las ocho de la
mañana. Unos salvajes apagaron el sol como vosotros lo habíais hecho otros días
siniestros. Con Diego a mi lado no pude hacer otra cosa en todo el día que
mirarle, sólo mirarle. Fundí mi pupila en sus ojos transparentes y le hablaba,
“que el azar de la barbarie no convierta tu futuro, ese que aún ni has soñado,
en amasijo de carne de víctima y, aún más, que nunca seas verdugo”. Y frente a
él, llorando reflexionaba y os maldecía cómo tantas otras veces, cómo seguiré
haciendo mientras permanezcáis anclados en sueños tiznados de sangre mil veces
inocente. Comprenderéis que el reflejo condicionado, que el primer impulso,
dibujase vuestras siglas en nuestros ascos. No fuisteis vosotros. Pero eso no
borra de nuestra memoria la semilla de dolor que habéis sembrado a lo largo de
treinta años. Esas muertes mancillan vuestro debe, el pasado es lamentablemente
terco. Hoy, sin embargo, debéis dar un paso al futuro, valiente, sin cortapisas
ni vuelta atrás. Un pie en pared que marque el final del ansia homicida que
hasta ahora mostráis. Ninguna causa merece la muerte ajena y la vuestra, por
supuesto, tampoco. La carnicería del jueves fue brutal pero el dolor es
individual y una víctima, una tan solo, en el silencio de sus cercanos, hilvana
el mismo drama. Llevo años soñando, con muchos, con casi todos, en ese instante
de lucidez en que decidáis que callen para siempre las armas. Para vosotros
existe una guerra, yo soy uno más de vuestros enemigos, vale, pero la paz se
hace con los enemigos. Abandonad las armas, asumir el error hace grande a quien
lo hace. Estáis a tiempo de tener un gesto de dignidad. Pedid perdón a todas
las víctimas, purgad culpas de sangre y luchad por vuestra arcadia desde los
votos.
Sentid, pensad, que cada víctima tiene cara
y su visión es un acicate; mientras enturbio estas letras con mis lágrimas os
recuerdo que la voluntad mayoritaria es la de vivir en paz, la de buscar vías
pacíficas para la resolución de conflictos. Incorporaos. Y recordad que en la
masacre de Madrid murieron gentes que vinieron de Colombia, de Rumanía, de
Marruecos y así hasta doce lugares de origen. Esa es mi patria, la de los que
viajan en tren, la de los que se levantan a las seis a trabajar y no llegan a
fin de mes. Si la vuestra es otra reclamadla pero con la palabra. En nuestras
conciencias está grabado a fuego que seremos libres en la medida en que
queramos serlo y hoy lo queremos más que nunca. Falta vuestra palabra, esa que
silencie definitivamente las armas. Está en vuestra mano.
domingo, 29 de febrero de 2004
NO SABE PERO CONTESTA
Carlos Taibo, uno de esos
trotamundos de la disidencia intelectual, habló el jueves en Valladolid.
Curtido cómo uno está en el triste cobijo de los cuatro gatos que
decoramos estas citas asombra ver su
capacidad de convocatoria. Eso ya es adrenalina para un tiempo.
Amén de resaltar la gran paradoja: los únicos mentores de
una lectura sosegada de la letra (la grande y la pequeña) de ese pretendido
tratado constitucional son los postulantes del “no” mientras los patronos del
voto afirmativo escamotean su contenido difundiendo vaguedades, Carlos, tirando
de sus nutrientes intelectuales ironizó sobre el nuevo tipo de encuestas al uso
de cara al referéndum. Al consabido si-no-no sabe/no contesta se le debe
agregar un cuarto epígrafe: no sabe pero contesta, aun más, no sabe pero acata.
En realidad la sociedad que estamos construyendo parece el sueño de Esquilache,
aquel ministro de Carlos III, máximo exponente del despotismo ilustrado, menos
de lo segundo que de lo primero. La inercia social al uso conlleva un
desencanto de tal calibre que el personal por hastío dimite de su labor
crítica. Del todo para el pueblo pero sin el pueblo al que hagan lo
que quieran se cierra un círculo que recrea un panorama parejo. Como
entonces el único motín quizá provenga de la reacción nostálgica. Del resto,
sumisión por cansancio o desidia.
En éstas la televisión asume el
rol de Oráculo de Delfos, de prontuario ético, capaz por saturación de dibujar
el abanico de gustos y necesidades. Algún programa se escapa de la vorágine y
pretende hablar de ideas, de libros. Al margen de gustos o tendencias, el que
modera Sánchez Dragó es uno de ellos y a veces dan una clave aunque, como días
atrás, lo hagan de forma inconsciente; el elenco de polemistas intercambiaban
ejemplos de malos usos del lenguaje, uno de ellos con rostro sorprendido relató
que los chiquillos para negar usaban la expresión “va a ser que no”. Nadie dio
respuesta. A la par que los más mimetizan actitudes recogidas de la tele como
las ratas aprenden en las jaulas experimentales, los sabios analizan el por qué
pero la realidad se les escapa entre los dedos.
La conciencia se evade
refugiándose en los cuarteles de invierno y el resto no sabe pero opina lo que
le han coreado mil veces. Dad al poder una tele y moverá el mundo. A su gusto.
Publicado en la edición de Castilla y León de 'El Mundo'.
lunes, 16 de febrero de 2004
UN DÍA CUALQUIERA DEL AÑO QUE VIENE
Afahin Chiddi está
tumbado sobre una colchoneta en un calabozo. No hace aún dos horas caminaba de
vuelta a casa tras finalizar otra interminable jornada laboral. Como todos los
días desde hace 10 meses. Pero hoy, tras ver como se acercaba un policía, se
abrigó con una sensación de desasosiego y empezó a correr. Una llamada del
policía a la central y al minuto varios coches patrulla siguieron su rastro
hasta que le detuvieron.
Sobre la colchoneta
llora. Ya no podrá enviar a su madre el dinero que arranca de sus 400 euros de
sueldo. Llora y se le agolpan las emociones en forma de recuerdos. Aquel primer
día en que su padre le dejó al cargo del rebaño de cabras y ayudó a un
cabritillo a nacer, aquel día que fue con su hermano mayor a la ciudad de
Imzurem enorme para él que sólo conocía su aldea y cada trocha en las montañas,
aquel día que conoció a aquella chiquilla de ojos negros. Aquel día en que la
tierra se estremeció y se tragó todas las casas de su aldea y bajo la suya
quedó para siempre la alegría de su hermana. Ese día maldijo a Alá, el miedo se
convirtió primero en dolor y después en ira. Pasaron unas semanas, sin futuro y
odiando al suelo que cubre a su padre y a la niña, decidió huir al norte. Tomó
el hatillo, vendió sus cabras y supo a quién tenía que dirigirse para
embarcarse en una patera que le arrojó a la costa y de allí a buscarse la vida.
Hablaba un más que
correcto castellano y no le fue difícil encontrar trabajo. Sin papeles estaba a
merced de quien le contratase, nada podía exigir y tuvo que aceptar lo que le
dieron: doce horas, seis días por semana, cuatrocientos euros de salario.
Ya ni eso, hoy es
carne de deportación, le trasladarán de nuevo a su aldea. Pero sabe que lo
volverá a intentar. ¿Qué otra cosa puede hacer? Ha soportado humillaciones e
insultos, ha sobrevivido con lo mínimo viviendo con otros siete hombres en la
misma casa, no ha vuelto a ver a aquella muchacha. Pero es consciente de que no
puede volver atrás aunque le obliguen. Llora con la rabia de la que extraerá la fuerza para volver.
Llora pero sabe que sólo es una interrupción en su destino. Llora y levanta la mirada. En la misma celda hay otro hombre más oscuro todavía. Con lágrimas en los ojos le cuenta su historia, de dónde vino, cómo tembló la tierra bajo sus pies, cómo le detuvieron. Cuando Afahin calla su compañero se arranca. Me llamo Laurent y vine de Haití.
lunes, 9 de febrero de 2004
CRUZADA CONTRA EL SEXO
Cuentan que allá por el 48, cuando se
estrenó Gilda en Madrid, hubo alboroto. El detonante fue el dichoso guante de
terciopelo que la Hayword se quitaba ante el pasmo de esa España hambrienta de
pan y libertad. Los que acudieron a esa sesión, en pleno delirio onanista,
percibieron que les robaban, exhibiendo una versión alicorta de la película, el
desnudo de la diva que hubiera saciado, siquiera fugazmente, sus deseos
cohibidos. Intuyeron censura donde no la había, porque la había incluso donde no
la intuían. Erraron de diana pero el disparo iba bien dirigido.
domingo, 1 de febrero de 2004
JULIO MÉDEM
ETA es vil y envilece. No cabe éxito mayor.
Treinta años acaparando portadas y debates. Dictadura, transición y democracia.
Caudillos y presidentes. Una generación, la mía, no ha conocido el antes. De
niños escuchábamos a nuestros mayores que ETA era el paradigma de maldad y, ya
entrados en grasas, el paradigma de maldad sigue siendo ETA. Seis lustros de
anuncios de agonía de la banda pero “el muerto que vos matasteis goza de
perfecta salud”.
Ese hijo bastardo del ramplón nacionalismo
araniano que mamó odio al albur de la represión franquista y se hizo grande
asumiendo para sí deseos de insatisfechos de toda laya se ha instalado en
nuestras vidas y no vemos el día del alivio de su extinción definitiva. Si
nunca tuvo sentido su existencia, hoy menos. Pero sigue y sigue matando y no
sólo, también confundiendo, atemorizando, manchando... pudriendo.
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