lunes, 3 de mayo de 2004

SIN POSTRE

El melón constitucional está en un tris de ser abierto mientras discutimos con las enaguas abajo si son galgos o podencos. Los gerentes de esta comunidad, esos que miran de soslayo a Madrid antes de tomar una decisión, dirán que algo se ha ido y no sabrán cómo ha sido. Con prosopopeya relatarán que unas perversas fuerzas centrífugas se han llevado por delante ese sueño inconcluso de la paisana Isabel Montatanto llamado España. Digo inconclusa porque la pieza Portugal falta del puzzle onírico de la tan católica.
Pernoctamos anclados en lo que pudo ser; pero ni es, ni volverá a ser: la España una y unificada, tan monolítica como asfixiante para tantos. De eso nunca hemos querido darnos cuenta. La historia nos ha escrito que el sudor y la sangre de Castilla crearon España, pero el centralismo de las monarquías absolutas y de la dictadura franquista (toda nuestra historia moderna y contemporánea hasta 1975 con el lapso de las dos repúblicas) pretendió una España mitológicamente castellana. En ello radica parte de nuestra postración y postergación. 
Nos vemos como la anciana madre que necesita de la compasión de sus hijos y de la pensión de esa seguridad social que se llama Europa para pagar la calefacción. Pero los otros territorios no son nuestros hijos sino iguales para crear un estado entre iguales. Y Europa, tras la ampliación, tiene otros mercados que amancebar.
Si no levantamos la vista al futuro desangraremos de jóvenes la tierra y nos quedará la muerte que ya anuncia la vejez del paisanaje. No hablo de milongas de identidades creadas artificialmente desde arriba sino de la ausencia de proyectos, de la carencia de proyecto, de línea maestra. Empieza a ser indispensable relanzar políticas que desdibujen las caducas líneas provinciales para vertebrar el territorio siguiendo los pasos de los comerciantes. Ellos para ofertar sus servicios se han establecido en esos núcleos intermedios de población, cabeceras de comarca que obvian las trazas de provincia. Potenciar núcleos de desarrollo a partir de esa realidad, reforzar sus servicios públicos, es sólo un paso pero que se ha tornado imprescindible. La otra alternativa es quejarnos ladinamente de la poca solidaridad o de lo mal que nos quieren. Se abre el melón y si no espabilamos nos quedaremos sin postre y no será culpa de otros.  

Publicado en "El Mundo"

No hay comentarios:

Publicar un comentario