martes, 8 de abril de 2025

UNA HORA ANTES

 


Foto: Alberto Mingueza

Cada lunes que me corresponde enviar artículo, me enfrento sistemáticamente al límite del último minuto. En esta ocasión, también. Eso sí, a la manera de las noches primaverales de cambio de hora, he adelantado, mentalmente en este caso, el reloj con el fin de rubricar estas palabras con tiempo para acudir puntual a la prueba médica prescrita. Una de las caras, una cuenta pendiente que mantengo con ustedes. Escucho, leo, cálculos a vuelapluma sugiriendo que trabajamos gratis hasta mayo/junio debido a que los ingresos anuales obtenidos en ese tramo acaban en la saca recaudatoria de Hacienda. Remuevo mis números, también a grosso modo, y concluyo con que no podría pagar ni juntando los ingresos totales de un lustro lo recibido de la Sanidad Pública alguno de estos años.

¿Que se producen gastos innecesarios? Seguro. ¿Que las cañerías pierden agua de ineficacia? Sin duda. ¿Que existen albañales indebidos, vaporizaciones interesadas? Indudable. Incluso se puede añadir que la calidad de los servicios públicos tiene margen de mejora; que, aun así, en medio de la complacencia, un tercio de los menores en España camina por las playas del mar de la pobreza. Ahí, en esos puntos, entiendo se debe apuntalar el debate. No vaya a ser que, enrabietados, saquemos el tapón de la bañera y, si me permiten, se nos cuele el niño por el desagüe.      

Escribo esto ahora por mi prueba, sí, pero, sobre todo, inducido por la sensación de que en el frontispicio del debate global que nos atañe se escriben las palabras del Secretario de Estado norteamericano Mario Rubio: “comprendo que haya políticas internas, tras décadas de construcción de vastas redes de seguridad social que quizá no quieran desprenderse de eso e invertir más en seguridad nacional”. Comprendo, pero. Ya saben. Quizá parte del ‘desencuentro’ trumpista con Europa surge por la voluntad de socavar un modelo social proteccionista que se ha mostrado viable. No le molesta Europa, sino su sistema. Exigir más gasto militar pretende obligar a la renuncia. Claro, no son pocos los interesados de aquí que, amparados en la propuesta, escudándose en el ‘yo no quería, pero…’, afilan el colmillo. 

Publicado en El Norte de Castilla el 8-4-2025

 


 

 

 

 

lunes, 7 de abril de 2025

PLAZA DE LA INCAPACIDAD

 

Foto: C. Espeso


En la Plaza de la Incapacidad arranca el paseo de la Incomparecencia. Por esta vía caminan, mostrándose a quien los quiera ver, la sucesión de resultados de un grupo de futbolistas cuya presencia no ha incomodado a los rivales, cuyo quehacer no ha superado el nivel de anécdota intrascendente, cuyo expediente se asemeja al del alumno que, tras acudir al aula del examen en la fecha y hora indicada, arroja el folio de la prueba lleno de garabatos a la papelera. Caminan los que reciben del Getafe –un grupo aguerrido que había anotado apenas veintiséis tantos en veintinueve encuentros– cuatro goles, cuatro por voluntad de no atestiguar groseramente la ausencia de contendiente que pudiera incomodar.

Un recodo muy al final del paseo nos conduce a un portón habitualmente cerrado. Habitualmente, porque cuando se abre trasciende un hedor nauseabundo, si me permiten el pleonasmo. Traspasarla nos adentra en una bocacalle conocida como de la Impotencia. No es frecuente alcanzar este punto de la ciudad; pero, una vez puesto el pie en la callejuela, el portón se cierra por el otro lado. La impotencia arrastra indefectiblemente a un camino de difícil retorno. Los sentidos se embotan, la sesera se ofusca, el arrebato guía el comportamiento: alguno de los pasajeros encuentra la expulsión al confundir intensidad con violencia, otro no domeña la frustración y la transforma en una ira que golpea –al menos pretende– a uno de sus compañeros por hacer o no hacer, decir o callar. Llegados a este punto, el retorno, siquiera a la plaza de partida en busca de otra salida, se torna odisea.

que lo que asustaba en el presente. Nadie puede atemorizar al que ya lo ha perdido todo. La remembranza nos trasladaba al enfrentamiento homólogo de dos temporadas atrás. A aquella noche en que Pezzolano especuló confiado en la ayuda de marcadores ajenos. Por Dios, Paulo, ríndase o no se rinda, pero no espere a que el destino ejecute la labor que está en su mano. En su momento pensé que en ese partido se apuntaba un punto de inflexión, el paso del crecimiento convexo al encogimiento cóncavo. Mal apuntado: si la retracción se mostraba nítida, la inflexión, sigilosa casi siempre, ya venía de antes.

El ascenso posterior, observado desde la perspectiva del tiempo pasado, se convirtió en una trampa que, me atrevo a decir, pilló con el paso cambiado al (o a los) propietario del club. Ni lo preveía, ni lo pretendió consolidar. Dado que muchas de las decisiones en el aspecto deportivo fueron objetivamente erróneas, dado que no tiendo a menospreciar –a acusar de torpeza– a la gente que las toma, sigo creyendo que algo se me escapa. Algún día conoceremos la motivación.

Y en estas estamos, con Catoira realizando análisis, no sabemos si sintácticos o morfológicos, de la nada. Con la nada aparente como proyecto del (o de los) hacendados de la entidad. Con una afición esperando que concluya la tortura rezando para que la calamidad no se prolongue más allá de esta temporada. Y mirando temerosa a Gijón, a Zaragoza, a Coruña...

Publicado en El Norte de Castilla el 8-4-2025

domingo, 30 de marzo de 2025

SE DIRÍA QUE NO LLEVA HUESOS


J. I. UNANUE-FACTORÍA-9


Del edificio, de lo que edificio fue, no queda más que una montonera de cascotes desparramada sobre el solar. Ni vestigio, más allá de la elocuente memoria, permanece: la polvareda se desvaneció tiempo ha. Tan desmesurada ha sido la demolición que ha amortizado el capital de las expectativas, ha recogido las palanganas de lágrimas, con meses de anticipación. El mismo título elegido para esta ventana tras el regreso del Pucela a Primera, «Caminando sobre el alambre», apuntaba a a una temporada de zozobra, a un previsto padecimiento, al riesgo de una caída al precipicio..., pero descartaba el sosiego de quien –disuadido por una realidad imperante– ha de asumir la fatalidad, despreciaba la virtualidad de que el caminar cesase inopinadamente, no considera el hecho de que no se produjese caída sino lanzamiento al vacío. Del caminar pendiente, como del que observa el solar en el que, tras el derrumbe, habrá de construir, solo cabe escudriñar alguna imagen mental que estimule, algún desempeño del equipo que aliente.

En San Sebastián, descartado el valor del potencial puntaje del encuentro para acariciar siquiera los objetivos mínimos, sin confianza en una metamorfosis que transformara la cara del equipo en el partido concreto, nos conformábamos con alguna imagen grata que alentase el optimismo: una mejoría en el juego, una voluntad de romper con una dinámica de apocamiento, la recuperación de jugadores alicaídos, la irrupción definitiva de algún canterano hasta ahora renuente... Al final, ni sí, ni no. O un poco de cada. Mejoró la apariencia, se mantuvo la sustancia. Por instantes parecía que la sorpresa podría llegar; en un instante, la defensa encadenaba errores groseros y nos despertaba de la ensoñación. El Pucela, como aquel Platero del libro de Juan Ramón Jiménez que me obligaron a leer en la EGB, «es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos». Hasta Álvaro Rubio, tan comedido, tan en su papel, se ha visto forzado a verbalizar la incapacidad: «No nos da para más, es evidente». Asume que a su equipo «Lo dejo suelto, y se va al prado, y acaricia tibiamente con su hocico, rozándolas apenas, las florecillas rosas, celestes y gualdas...». Demasiado esponjoso para no terminar patas arriba al menor empellón.

Entonces, en séptimo, me abrumaba tanto algodón, no conseguí terminar el libro. La obligatoriedad de su lectura se consumaba con la realización de un examen que logré superar leyendo algún resumen. De haber aguantado al mullido burro hasta el capítulo XXI habría sabido que el Pucela–Platero «va chorreando sangre, una sangre espesa y morada, de las picaduras [...]. Al abrir los ojos, después de un sueño instantáneo, el paisaje de arena se me torna blanco, frío en su ardor, espectral...». O hasta el LX, «A mediodía, Platero estaba muerto. La barriguilla de algodón se le había hinchado como el mundo, y sus patas, rígidas y descoloridas, se elevaban al cielo». Las nueve citas pendientes se escribirán en forma de elegía. Nueve torturas previas al brote de una nueva ilusión.

Publicado en El Norte de Castilla el 31-3-2025

martes, 25 de marzo de 2025

TAN DIFERENTES, TAN IGUALES

 

Foto: José Luis de Román

Coinciden las palabras de Abel Caballero -caballero, pero no de Olmedo, sino alcalde de Vigo- demandando a las autoridades competentes que los trenes que circulan entre Madrid y Galicia no pierdan tiempo deteniéndose en las estaciones de Castilla y León -paradas al fin y al cabo con nombres de escaso resueno- con la protesta desarrollada en Valladolid contra la construcción de macrogranjas y plantas de biogás. Tan diferente la imagen de un tren que pasa de la de un cerdo (o vaca, o gallina…) que excreta, tan igual la percepción asimilada de esta tierra por un preboste político que por un prócer económico.

La periferia desfigurada: desde la aparente cercanía del centro a la lejanía del abandono; de parte del todo a suburbio que abastece de energía, alimento y jóvenes, aunque de estos, cosa de las progresiones geométricas decrecientes, cada vez en menor número. España, rueda de bici con buje capitalino, con llanta, cámara y cubierta dibujando el contorno, utiliza el vacío intermedio para colocar los rayos que sujetan la figura. Atizar a esta tierra es sencillo. Se cuentan pocos, habitan dispersos y pasan los días envejeciendo. Tan levantiscos en lo individual como callados ante el menoscabo comunitario. Los cementerios de las afueras de cualquier pueblo, escribí tiempo atrás, ejercen de receptorías de muertos que evocan más historias que historias en todo el pueblo quedan. Historias aún vivas en el recuerdo de los que fuimos niños como el delibesiano Daniel, el Mochuelo, y nos alejaron para buscar el ‘camino de la prosperidad’. Leí, también tiempo atrás, un relato de Carmen Madreña Roja en el que apuntaba que las vacas, con su carne y con su leche, pagaron los estudios de trigonometría que sirvieron para acabar con el mundo de las vacas. Este, por más que las amontonen, como a los cerdos o las gallinas, ya no es su mundo. Ya no pueden mirar el tren que, total, no va a parar. Y no, no es nostalgia de un pasado mejor sino añoranza de un tiempo que en nuestra ensoñación albergaba un futuro.   

Publicado en El Norte de Castilla el 25-3-2025

 

 

 

sábado, 15 de marzo de 2025

MULTIPLICAR POR DIEZ LA NADA

 



Bajo el amparo de los versos de Gabriel Celaya –«Se dicen los poemas/que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados,/piden ser, piden ritmo,/piden ley para aquello que sienten excesivo»– induje que el Real Valladolid, ante una hinchada que anhela restituir su esencia, un público que no exige más ni consiente menos que el esfuerzo denodado, compondría un partido audaz, un desempeño digno, capaz de henchir el tórax hundido de su sufriente afición. Al fin, se cumplían las premisas –«Cuando ya nada se espera personalmente exaltante,/mas se palpita y se sigue más acá de la conciencia,/fieramente existiendo, ciegamente afirmando,/como un pulso que golpea las tinieblas», nadie observa la clasificación con el sueño de escalar, la irreversible consecuencia se da por amortizada; asunción, eso sí, que no implica mansedumbre, revés que no comporta resignación.

Entonces –«cuando se miran de frente/ los vertiginosos ojos claros de la muerte», supuse, me dije, el Pucela se encuentra en una tesitura en la cual «se dicen las verdades: las bárbaras, terribles, amorosas crueldades»; ahora, arropado con la certeza de que todo está perdido, envuelto en la evidencia de que nada queda por guardar, pretenderá, supuse, me dije, desplegar un plan atrevido, desarrollar un juego sin ataduras melindrosas. La verdad fue dicha: la realidad expuesta fue, si cabe, más bárbara, más terrible, más cruel. No se atisbó un ejercicio de coraje por más que, dada la propia incapacidad, pudiera resultar estéril; la verdad que afloró, la misma que se mostró en cada partido cuando aún no estaba todo definido, cuando el miedo podía atenazar, reveló una reverencial pusilanimidad.

El Pucela empezó el partido encerrado en su área como si tuviera algo que proteger, como si el minuto cero fuese el noventa, como si no fuera local. Lo cerró agazapado atrás, esperando el final como si el marcador estuviera de su parte, como si hubiera margen para revertir el dictado de la derrota. Entre medias, algún tímido arresto, algún intento sin apenas convicción. Un desierto, el quebranto de los protagonistas, el lamento de la afición, el remanso del rival, el vacío, la impotencia repetida en las veintiocho jornadas disputadas. La nada multiplicada por las diez escenas pendientes.

Al Valladolid, como a Andrea, la protagonista de otra 'Nada', la novela de Carmen Laforet, la tristeza se le adueña de su cuerpo mientras los días intrascendentes, fríos, idénticos, fútiles, van transcurriendo sin apenas interés. Tumbada en la cama, Andrea observa una foto de sus abuelos aún jóvenes, una imagen que le recuerda el tiempo en que ella fue feliz en aquella misma casa como el seguidor que repasa cromos de cuando el Pucela encadenaba temporadas en Primera. Entre medias, hasta la casa encogió: la necesidad impuso la venta de la mitad del inmueble. Hasta la plantilla. Grima da contar seis cedidos en la alineación inicial.

En sus nadas, Andrea y el Pucela sienten que cualquier minucia arranca sus lágrimas, que los hechos más nimios les desgarran el alma con la fuerza de un volcán.

 

martes, 11 de marzo de 2025

CON IRA, SIN LIBERTAD

 


Olivier HosleT/Efe

 

A los que en el setenta y ocho aún no necesitábamos dos cifras para escribir nuestra edad se nos grabó a machamartillo aquella pegadiza ‘Libertad sin ira’. Quizá por su título, tal vez por la reiteración del término en la letra, seguro que por el ansia de alcanzar un modelo social merecedor de tal epígrafe, asociamos la cancioncilla al anhelo de una libertad largamente atenazada. Los algo mayores, nostálgicos o temerosos aparte, contemplaban Europa como el gran referente aspiracional.

Cuando tiempo después volví a leer sosegadamente la letra de este ‘himno’ de Jarcha, me impactó: quise entender que, en esencia, definía ‘libertad’ como un concepto alejado del que supuestamente corresponde a tal palabra, como un término rayano al de ‘seguridad’. ‘Libertad’ conformaba la respuesta a “gente que solo desea su pan -entiéndase cubrir las necesidades materiales-, su hembra -una arcaica visión de los afectos- y la fiesta en paz”.  Libertad y seguridad parecían pues caminar simbióticamente agarradas de la mano; acompañadas además de una pequeña prosperidad.

Aquella Europa 'modélica' boquea. El binomio libertad-seguridad se presenta ahora como duelo inversamente proporcional. A más menos y viceversa. Avistamos otros tiempos en los que la vulnerabilidad acecha. Vulnerabilidad macro, la de Europa como tal, la de la certidumbre de la merma de su poder e influencia; vulnerabilidad micro, la de una ciudadanía expuesta a avatares desconocidos por sus mayorías complacientes. Unas mayorías que atónitas observan cómo se ha impuesto un modelo que transitó del fomento del individualismo al destino individualizador, al resquebrajamiento de cualquier estructura social. Unas mayorías que inermes constatan como el debate político se aleja de las necesidades cotidianas, que, todo lo más, cubre de fanfarria los discursos sobre las cosas de comer o las casas de vivir.  

El paso natural, más aún al constatar que las economías triunfantes no entonan estribillos atiborrados de la palabra ‘libertad’, se encaminará en pos de una prometida –siempre habrá quien afirme garantizarla- seguridad, por más que esa dirección aleje de la antaño ansiada libertad. Un paso elegido, sufragado. Un paso que, cuando se perciba, ya se habrá dado tiempo atrás.

Publicado en El Norte de Castilla el 11-03-2025

 

 

domingo, 9 de marzo de 2025

UN VOTO QUE NO EVITA RIESGOS

 



Tal vez ya era y no lo advertí; tal vez el descreimiento hubo invadido discretamente los ánimos y, por tanto, aplacado las voluntades de buena parte de la sociedad sin que me percatase del proceso; tal vez, sin darme cuenta mientras todo esto ocurría, a la manera de 'La invasión de los ladrones de cuerpos', unas imperceptibles esporas de desafección germinaban formando vainas que replicaban a los humanos con el propósito de suplantarles, completar el reemplazo y formar una nueva humanidad aséptica, desarraigada, desprovista de todo vínculo sentimental. A diferencia de la película, estas esporas no proceden del espacio exterior, no son vertidas por alienígenas inmisericordes sino diseminadas en nuestro suelo por los propios mandatarios –y por mandatarios no me refiero exclusivamente a la dirigencia política– que han pergeñado un modelo carente de certidumbres. A diferencia de la película, los seres humanos no se sustituyen por borregos antropomorfos; simplemente acartonan sus convicciones, acomodan sus principios, aparcan sus ideales, esperando unos mejores tiempos que quizá tarden en llegar. La resistencia, más que fortalecerte, te moldea con la forma que impone la fuerza que acomete.

Esta deriva arrastra en nuestro mundo democrático a que en las elecciones que se nos permiten no se apoye a una candidatura por lo que sus cabezas visibles hagan o digan, deshagan o desdigan, sino por lo que representan, por lo que evitan. Cada opción cimenta su discurso en la malignidad del opuesto. Cada voto, pues, se deposita con la esperanza de esquivar el riesgo de que los diversos gobiernos vayan cayendo en manos indeseables. La presentación futbolística de un equipo humilde como lo es el Pucela se asemeja, bien que por obligación, a estos modos decadentes: más que proponer, es impelido a contrarrestar. Ha de aguantar golpes, zancadillas, zarandeos. Ha de resguardarse conformando un armazón y aprovechar cada ocasión de ataque que se presente, bien improvisando cuando se puede desplegar, bien apreciando cada regalo.

En Valencia, la estructura se mantuvo en pie seis míseros minutos. Al menor soplido, sus partículas se disipan. Así, el gol noqueó al equipo apenas iniciado el encuentro. El semblante, como el de quien ha recibido un topetazo traidor, muestra la pérdida del sentido, la mirada extraviada, el alma derrotada. Ni siquiera una segunda oportunidad, como la que ofrecía Paco Costas a los conductores accidentados en aquel programa de televisión de los setenta, fue suficiente. Asumiendo que el Pucela no propondría, al menos se le pedía que aprovechase el empate concedido por un error del portero valencianista, que no devolviera la dádiva. Ni por esas. Inesperadamente, es un decir, apareció Cenk y empeoró a Mamardashvili. Si el portero ejecutó calamitosamente una buena decisión; el defensa pucelano optó temerariamente por no alejar el balón, omitió cualquier ejecución. Gol y a descontar. Su voto no sirvió ni para evitar el riesgo de que el partido, otro más, acabara en decepción. Perdido, como la mirada.

Publicado en El Norte de Castilla el 9-3-2025

sábado, 1 de marzo de 2025

SIEMPRE CON LO PUESTO

 





 


Foto: Rodrigo Jiménez, El Norte de Castilla


Referido a otro respecto, hace medio año acercaba a esta ventana una escena de la película ‘Un mundo maravilloso’ dirigida allá en 2006 por el mexicano Luis Estrada. En ella, su protagonista, un uno de tantos –que acarrea el común ‘Pérez’ como apellido precedido del nombre ‘Juan’ más corriente todavía–, tras cientos de avatares a los que el azar le expone, topa con sus huesos en la cárcel. Transcurrido el tiempo de condena, este personaje interpretado por Damián Alcázar se reencuentra con sus amigos. Al calor del fuego y la botella, le van poniendo al día de las vicisitudes que han rodeado el mundo del que la sentencia le arrancó. De repente, todos los pormenores relatados se convierten en una minucia cuando, bien que de manera timorata, los amigos le informan de que Rosita ha traído un niño al mundo, de que él, Juan Pérez, ha sido padre. Tras el alborozo inicial, súbitamente se le desvanece la alegría, rompe a llorar y balbucea.
–No sé si son buenas o malas noticias, compadre.

Los compinches pretenden enjugar sus lágrimas mostrando la circunstancia de su paternidad desde el ángulo más grato, el que expone el hecho como fruto de su deseo.

–Oiga, si usted siempre soñó con tener una familia.

Poco consuelo para quien se enfrenta a un reto que le sobrepasa.

–Dígame, ¿qué futuro puedo ofrecerles?

La escena me resulta de nuevo propicia. Me encuentro en la misma tesitura que entonces. Incluso, tras el partido del Pucela ante la U.D. Las Palmas, la dualidad se me redobla: no sé en qué columna catalogar el resumen de lo ocurrido.

Puedo resaltar, buenísima nueva, que el equipo mostró síntomas de vida: su corazón latía, sus pulmones aportaban oxígeno al cuerpo. Cabe como contraargumento, pésima revelación, que hasta la expulsión de un jugador del equipo rival, un rival que roza la línea de subsistencia, el encefalograma blanquivioleta –Anuar al margen– dibujaba una línea recta. Puedo apuntar, fetén, el listado de ocasiones creadas una vez sobrevenida la superioridad numérica. No fueron pocas las situaciones en las que el gol parecía inminente. Tantas –menos una, claro– como el grito moría en la garganta segundos antes de prorrumpir descontrolado. Nefasta información. Siempre faltó algo para culminar. La impericia, también la mala fortuna, arrumbó cada ocasión, apiló cada grito de ‘gol’ en un cúmulo de irrelevantes ‘uys’. Puedo resaltar la suma de un punto en la clasificación, menos es nada. La réplica en este caso resulta sencilla: se perdieron dos por el camino. Tres si tenemos en cuenta el que suma el rival y, por tanto, no se recorta. Puedo encomendarme a la sensación final, al observar un partido que termina con el rival acogotado, agazapado bajo su portería. Puedo agachar la testuz y preguntarme lastimeramente que si no hoy, ¿cuándo?

Bien pensado, no queda más que asumir la lección de aquel estribillo del ‘Sinceramente tuyo’, la canción de Joan Manuel Serrat: «Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio». El doloroso desenlace de esta temporada parece, pues, amortizado. El Pucela «solo es lo que es, y anda siempre con lo puesto».

Publicado en El Norte de Castilla el 2-3-2025

martes, 25 de febrero de 2025

TODOS QUIEREN SER LOS CAMPEONES

 



Como cada día me sorprendo más, cada día me sorprendo menos. Aquella ingenuidad cantada por Torrebruno que relataba una refriega inane entre tigres y leones reseña el modus operandi de los actuales debates sociales y políticos, incluidos -casi me atrevo a afirmar que especialmente- aquellos cuya envergadura imposibilita embotellar su contenido en un monosílabo que compendia un apriorístico argumentario. Donde se espera -esperaba- ponderación, donde se requiere -requería- un fino calibre argumental, se impone la desmesura, se aporrea con un mazo o se ocultan las reflexiones incómodas lanzando bidones de pintura negra. Los tiempos de espectacularización se nutren de actitudes sobreactuadas. Los debates se condensan en tomas radicales de posición. En un aquí o allá, en un sí o un no. Un ‘sí’ rotundo y un ‘no’ contundente. Un sí o un no siquiera racional, pespunteado con hebras de ecuanimidad. Un sí o un no esencialmente interesados.

Y así andamos en relación a los debates concernientes al entramado ferroviario vallisoletano, al capítulo de la propuesta de nueva estación. Carece de sentido, al olvidar la razón esencial de ser de la inversión, que la base del sí se sostenga en el dinero que aportará la construcción a la ciudad. Carece de fundamento, al postergar la lógica de la elección, sustentar el no en el hecho de que la ciudad elegida se llame Valladolid o de que la propuesta sea políticamente ajena.

En estas, me asalta el más allá. Escucho como provecho que por Valladolid transitarán miles de trenes. Es, pero no lo es sin más. Venta de Baños me viene a la cabeza. El pesimismo que me produce la despoblación y el envejecimiento de estas tierras me impele a pensar en el riesgo de repetir el ocaso venteño. Las aves de paso, que por definición al menos paran, descansan y comen, podrán mudar sus costumbres y convertirse en AVES que simplemente sobrevuelen aunque sea a ras del suelo. AVES que concentran y vacían, AVES hijas del modelo que dejó de anidar, por ejemplo, en la Vía de la Plata.

Y el más acá, pero eso es otra historia.

Publicado en El Norte de Castilla el 25-02-2025