sábado, 12 de noviembre de 2016

OBITUVARIOS

Si el argumento lo hubiese escrito Francisco Nieva no sabríamos en qué categoría -entre las que el propio autor dividió sus trabajos- encuadrar la obra. Podríamos pensar en catalogarla como ‘Teatro furioso’ por aquello del arranque del rival; pero dado que apenas hubo rapidez, ni sorpresa, ni pudimos encontrar un ápice de sátira o ironía, este estante queda descartado. Lo intentamos en el vasar del ‘Teatro de farsa y calamidad’ por aquello del resultado; pero no encontramos ninguna trama compleja, ni un poco de intriga, ni hubo personajes que vistiesen la capa del héroe romántico. El partido careció de sustancia suficiente para que el dramaturgo castellano-manchego la hubiera subido a las tablas.

Si fuese la letra de una canción –o un poema, ahora que la academia sueca le ha otorgado tal categoría- de Leonard Cohen no sería el ‘Hallelujah’* de su disco ‘Canciones de amor y odio’. Podría pensarse que sí, dado que el Valladolid concluyó la mañana en calzoncillos y se había ido dando repetidos golpes en la cabeza de la misma manera en que el propio autor canadiense se encontraba cuando la compuso. Su tono, sin embargo, fue anodino, insustancial, casi indiferente; justo lo radicalmente opuesto a esos vaivenes emocionales propios de eso que llaman amor y que llevan del dolor a la felicidad y viceversa. Por supuesto, no podríamos decir a ese Pucela de ayer ‘Dance me to the end of love’ en ‘Various Positions’. No sería sencillo compararlo con el ‘Take this waltz’ incluido en ‘I´m your man’. Aunque el juego fuese ‘un fragmento de la mañana en el museo de la escarcha’, ni sonó afinado, ni fue digno de considerarse un homenaje a Lorca. Lo único de los blanquivioletas equiparable al compositor canadiense fue la dificultad para encontrar la forma de bailar, por más que diga el Ministro de Cultura, ni con la melodía del uno, ni con el bodrio ofrecido por los otros.

Si nos referimos a un combate o a la peripecia vital de Perico Fernández tendríamos también dificultades para descubrir una analogía. El Valladolid recibió, eso sí, un directo en la mandíbula cuando habían pasado algunos segundos del primer asalto como aquellos primeros rivales del maño. Un puñetazo que le dejó anonadado y, aunque no arrojase la toalla, le hizo perder toda capacidad de reacción. Algún acercamiento, casi como excusa, fue todo lo digno de mención. Pero tampoco sirve la metáfora, en aquellos combates solo caían fulminados ante los puños de Perico los rivales de poca enjundia de sus primeros días de carrera.
Dejemos el partido de ayer en una secuela de una de las películas del director neoyorkino -aún vivo- Martin Scorsese. Se rodó en 1985 y se presentó en España con un título que parecía más el de una parodia que el de una cinta seria. Cualquiera de ellos, el original o el de la versión patria, sirve para definir lo que ayer ocurrió, visto desde el prisma vallisoletano, en Elche. Por el horario en que se jugó, a esa hora en la que unos van al vermú y los otros caminan como zombis ese recorrido eterno que une la puerta de la discoteca con la de sus casas, el partido se podría titular ‘After hours’. Por el juego, por el resultado, por la forma de encadenar secuencias que se engarzan formando una trayectoria diabólica y por la percepción de que el desastre puede ser un hecho aislado en medio de una trayectoria más relajada dejémoslo, aunque el sol estuviera en todo lo alto, en ‘Jo, ¡qué noche!’.

* La canción ‘Hallelujah’ no pertenece al álbum ‘Canciones de amor y odio’ (Songs of love and hate) sino a 'Various Positions'. No cambio el cuerpo del artículo porque así salió publicado. Mis disculpas. 

Publicado en "El Norte de Castilla" el 13-11-2016

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