Hace apenas un
mes, al pie de otro café, traje a colación ‘El tren’, la película que John
Frankenheimer dirigiera en 1964. Y no, la reflexión propuesta entonces no se
atenía al atolladero pucelano que ha derivado en el empantanamiento de una
ciudad ahora sin agua ni heno, sin soterramiento ni integración. Muerta a la
vez de sed y hambre, pero, a diferencia del burro de Buridán, no por la indecisión
de un asno. Que aquí, a este respecto, las decisiones resultan muy decididas,
además de hiperbólicamente defendidas, ergo muy interesadas. Pues no. Y la de
hoy, tampoco. Que bastante se ha escrito ya. Con nulo efecto como ocurre
siempre que la palabra se topa ante una voluntad encallada, ergo interesada.
Ceñía entonces
el razonamiento al colofón de la película, al arrebato elitista del oficial
nazi que desmonta, precisamente por salir de su boca, el argumento de que la
adquisición de una mayor cultura nos convierte necesariamente en mejores
personas. Corresponde hoy regresar al comienzo del filme: el imperativo saqueo
del Museo del Louvre por las tropas alemanas destacadas en París. No sé
-supongo que no- si por inspiración en la obra, pero el museo parisino ha sido
objeto de otro saqueo siquiera parcial. De película, se lee en algún titular.
Pero ya sabemos que la realidad siempre termina superando la ficción. Sin
precisar además de las trampas narrativas que facilitan los guiones a estos
descuideros de postín.
El robo a la
galería ocupa un espacio en la actualidad que relega en los informativos a los
expolios que, ante nuestros ojos del presente, se producen o con los que se
amenaza. El tren de la película transportaba los cuadros objeto del intento de
usurpación; el despojo cierto, empero, se producía a las gentes de los lugares
por los que circulaba el convoy. Y, en paralelo, por los mismos, en otros
lugares diseminados por el mapa.
Del robo de las
nueve joyas del Louvre resalta la espectacularidad, la aparente -comprobamos
que no- imposibilidad. Aterra sin embargo la naturalidad con la que asumimos
los expolios de verdad. Como otro espectáculo, no solo posible, ineludible.
Publicado en El Norte de Castilla el 21-10-2025