Apelamos demasiado al sentido
común como si este fuese una ciencia exacta o una fuente neutra de
conocimiento, como si su uso nos permitiera descifrar los enigmas de la vida
diaria. Voltaire afirmaba que el sentido común no es nada común. Para nuestra
desgracia no cabe afirmación más falsa ya que, por una parte, no se le puede definir como sentido y por la otra, sí es demasiado común. En esta
segunda aseveración radica buena parte de su inmerecido prestigio: (casi) todo el
mundo tiende a creer que son el resto quienes carecen de esta ‘cualidad’.
Ocurre como con la inteligencia, debe de estar bien repartida porque nadie se
queja de la suya.
Blog sin más pretensión que la de poner un poco de orden en mi cabeza. Irán apareciendo los artículos que vaya publicando en diversos medios de comunicación y algunas reflexiones tomadas a vuelapluma. Aprovecharé para recopilar artículos publicados tiempo atrás.
lunes, 27 de octubre de 2014
jueves, 23 de octubre de 2014
LA CAJA REGISTRADORA
La figura del
cómplice es la más rica en matices, tanto da si hablamos de la realidad como si
lo hacemos de cine o de literatura. No deja de ser un personaje ambivalente ya
que el papel que juega pasa por parecer otra cosa distinta de la que es con el
fin de distraernos para que no fijemos la vista en el sitio donde su compinche
perpetra el crimen que entre ambos habían preparado. Es el que grita ¡fuego! para que abandonemos nuestra
casa facilitando que otro la desvalije o el que roba unos caramelos para atraer
la atención del vigilante mientras su secuaz se lleva el contenido de la caja
registradora. A veces, me da por pensar que todo esto de la corrupción no es más que otra película con el mismo
argumento, que los tipejos que van apareciendo en estas primeras escenas no son
más que los cómplices de un robo de mayor calado: la de nuestras haciendas y
nuestras vidas.
domingo, 19 de octubre de 2014
JUEGO POCO CURVO
Cinco meses han
pasado desde que Ángel diese la última vuelta a la llave para cerrar
definitivamente La Curva, uno de esos locales que, más que un bar, fueron el
emblema de una época. Casi como último servicio, La Curva fue el penúltimo
cobijo de unos poetas locos –no todos los poetas son locos aunque todos los
locos sean poetas– emperrados en susurrar sus versos a pleno pulmón. No es
extraño este maridaje, el bar rezumaba poesía desde el momento en que fue
engendrado; de hecho, el nombre hace referencia a ‘Las personas curvas’, un
poema de Jesús Lizano que ya es una declaración de intenciones. «Mi madre
decía: a mí me gustan las personas rectas/ A mí me gustan las personas curvas,/
las ideas curvas,/ los caminos curvos,/ porque el mundo es curvo/ y la tierra
es curva/y el movimiento es curvo... el pan es curvo/y la metralla recta». En
esto del fútbol existen muchos caminos para ganar, tantos como para perder,
pero el que nos entusiasma es siempre curvo. Ese fútbol que nació recto en
Europa fue tomando distintos cuerpos a medida que viajaba para quedarse en el
resto del mundo, pero en uno se torció definitivamente para mostrarnos la
belleza curva.
jueves, 16 de octubre de 2014
Y HASTA AQUÍ PUEDO LEER
Anda Mayra Gómez
Kemp presentando el libro de sus memorias al que ha intitulado con aquella
frase que ella misma hiciera célebre en los años ochenta del siglo pasado
(¡cómo suena eso del siglo pasado!) cuando era la presentadora del televisivo
Un, dos, tres: ‘Y hasta aquí puedo leer’. Un hasta aquí que marca un límite,
esa línea que dificulta el paso hacia el otro lado, una barrera que, cuando hay
que enfrentarse a ella, muestra una perfecta fotografía de los merodeadores.
Uno de esos ‘hasta aquí’ se encuadra en el terreno de las relaciones personales,
son esos agradecimientos debidos que impiden a quien corresponde tomar las
decisiones precisas, ya que obligarían al susodicho a prescindir de las personas
que más han contribuido a la propia carrera. Llegados a este punto existen, al
menos, dos salidas dignas: tomar las decisiones pertinentes relegando a quien
fuera un aliado imprescindible o quitarse uno mismo de en medio allanando el
camino para que otros lo puedan hacer.
domingo, 12 de octubre de 2014
DE MELMAC A PUCELA
Entre 1950 y 1956, el senador estadounidense Joseph McCarthy puso en marcha un mecanismo que pretendió, y en buena medida consiguió, amedrentar cualquier disidencia política con el pretexto de eliminar el ‘peligro comunista’. El senador no se anduvo con chiquitas, cualquier cosa que sirviera para tal fin se utilizó, ya fueran falsas delaciones con las que el delator pretendía salvar el pellejo; acusaciones sin fundamento en las que se aprovechaban los odios o los celos del acusador; listas negras que servían, entre otras cosas para impedir realizar su trabajo a quienes en ellas estaban incluidos... En plena guerra fría, los escrúpulos no cotizaban en bolsa. En este contexto se rodaron muchas películas para mayor gloria del régimen; entre ellas, destacaron las de invasiones de extraterrestres, ya que la metáfora era sencilla: los invasores eran seres perversos que compartían la voluntad de aniquilar la sociedad invadida. Entre todas estas películas, aunque buena parte no eran más que pura morralla, ‘La invasión de los ladrones de cuerpos’ destacó por su calidad cinematográfica y por su capacidad para mantener la tensión a lo largo de sus ochenta minutos. Don Siegel casi nos convence de que el peligro puede estar en cualquier parte, que uno no se pude fiar de nadie. Hasta 1980 no puso pie en la Tierra un alienígena bondadoso, E.T. se ganó el corazón de varias generaciones de niños y de los que no lo eran tanto.
jueves, 9 de octubre de 2014
PUES ESO
Una mañana
de agosto del verano pasado subí con mi bicicleta al lugar dónde dicen que nace
el río Trabancos, un par de cerros en la pequeña localidad de Herreros de Suso.
El Trabancos es un río de esos que se convierte en noticia cuando lleva agua,
pero que encierra en sí toda la belleza del mundo porque, como escribiera
Fernando Pessoa, ‘el Tajo no es más
bello que el río que corre por mi pueblo porque el Tajo no
es el río que corre por mi pueblo’. De camino hice una parada en Narros del
Castillo, allí, en un bar, había un cartel que pregonaba unas estupendas
jornadas culturales que se extendían a lo largo de aquel verano. Ese mismo día,
cuando ya había regresado, me crucé por la calle con uno de los concejales de
mi pueblo, le comenté lo de las jornadas de Narros y le planteé que con un poco
de voluntad se podrían desarrollar actividades semejantes en Rasueros. Moviendo
la mano en un gesto a medio camino entre el desplante y la resignación me dice
que ‘este pueblo tiene el peor ayuntamiento de España entera’. Me quedo de un
aire, pero le replico ‘chico, tú formas parte de ese ayuntamiento’. Me mira,
sonríe y, a la vez que empieza a irse, responde ‘pues eso’.
lunes, 6 de octubre de 2014
LA LOBA SIN DIENTES
En uno de esos documentales sobre la
naturaleza que antaño emitían en la tele, y que quizá sigan emitiendo, con la
buena voluntad de facilitarnos una cabezadita tras la comida, un joven biólogo
narraba la forma de organización en las manadas de lobos. En un momento dado,
mientras nos contaba que eran los más jóvenes los que se encargaban de ir a
buscar las ovejas o cabras que habrían de convertirse en el alimento de la
comunidad, adornó la narración con un ‘aunque parezca sorprendente’. No cabe
duda de que el guionista era español de esta España donde lo normal, al
parecer, es que los viejos trabajen mientras los jóvenes, cual Vladimir y
Estragón, esperan en vano a su Godot particular llamado empleo. Debía pensar
nuestro guionista que los lobos jóvenes optan a salir a cazar presentando
infructuosamente un currículum en algún negociado de la manada mientras los
veteranos no dejan la plaza hasta la edad de jubilación. Pero no, los lobos
viejos esperan cómodamente sentados en algún claro del bosque que alguno de los
recién llegados a la edad adulta vuelva con las fauces manchadas de sangre tras
haber realizado la labor que a ellos les tocó en su día.
jueves, 2 de octubre de 2014
CONTRATO DE PERMANENCIA
De repente le había
cambiado el semblante, ahora, mientras guarda su teléfono en el bolsillo de la
chaqueta, esboza la misma sonrisa que se le pone cuando gana un órdago al mus.
Hace apenas unos minutos gritaba a su auricular -y a toda la gente que en ese
momento pasaba por la calle- mostrando su indignación. Sois unos sinvergüenzas,
decía, me dijeron que ese servicio costaría equis y me han cobrado casi el
doble, me dijeron que no reducirían las prestaciones y cada día todo funciona
peor, no quiero seguir con ustedes, póngame, por favor, con el departamento de
bajas. Se hizo el silencio que duró unos segundos, después, no menos
enfurecido, volvió a repetir la misma cantinela. Así hubo tres o cuatro intentos, hasta que
consiguió acceder al servicio de bajas. Si bien al principio de esta última
conversación mantenía el enfado, su cara iba tomando, paulatinamente, un
aspecto más relajado.
lunes, 29 de septiembre de 2014
CUELLO, PATAS, ALAS
En aquellos tiempos,
el pollo se comía los domingos y nunca se tiraba nada. Además, cuando se
compraba, se compraba todo el pollo, sin poder elegir la parte que más nos
gustaba descartando el resto; vamos, que no se podía comprar solo pechugas. Por
aquel entonces, nuestras madres, sobre todo nuestras madres, nos mentían con
tal convicción que solo acertamos a descubrir la trola años más tarde. Llegado
el momento de servir las diferentes tajadas del ave, ellas, siempre ellas,
repartían tratando de complacer los deseos de cada comensal. Cuando todos
estábamos servidos y tocaba su turno, llenaban su plato con lo que había
sobrado -cuello, patas, alas...- y, justo en ese momento, decían: «me habéis
dejado lo más rico». A nosotros nos sorprendía ese gusto estrafalario, pero si
ella lo decía así había de ser. Al fin y al cabo ¿quién va a dudar de la
palabra de una madre? Llegaron otros tiempos, no me atreveré a decir que
mejores, en los que la elección de tajadas se hacía ya en el supermercado, en
los que llegamos a creer que los pollos estaban formados por muslos y pechugas.
Hace algunos años, en pleno esplendor de la era Guardiola en el Barça, un
jugador del Alavés -no recuerdo quién- dijo que el fútbol de los azulgranas
estaba haciendo mucho daño al fútbol modesto, que cualquier aficionado iba a
los campos de Segunda B o de Tercera -mal educado por lo que había visto a
través de la tele- pensando que aquella manera de jugar era tan fácil como
parecía y, por tanto, se enfadaba con sus equipos si no intentaban hacerlo de
la misma manera. A tenor de los silbidos que se escuchaban en el campo,
afirmaba aquel modesto jugador, daba la sensación de que los centrales estaban
obligados a sacar siempre el balón jugado, de que dar un patadón era, poco
menos, que un pecado mortal. El diagnóstico es de lo más certero incluso para
los que escribimos. Deberíamos tener un poco más de mesura, pero el virus nos
ha infectado y tras comer la pechuga televisiva de un control perfectamente
ejecutado, el muslo de una jugada con varios pases al primer toque que acaba en
ocasión de gol, nos resultan duros los cuellos, patas y alas propias de la
Segunda División y, sin demora, cuestionamos el juego de nuestro equipo por no
alcanzar ese mismo sabor o ser más áspero al contacto con el paladar. Así,
valoramos poco que vayamos matando el hambre punto a punto y que, pechuga o
cuello, nadie tenga más puntos que el Valladolid. Ayer volvió a ocurrir, lo que
pudimos ver -que no fue mucho, ya saben, somos de segunda y la tele quiere
manjares- no descubrió nada que no hubiésemos visto en los partidos anteriores:
El juego de los pucelanos no enamora, el bloque se muestra vulnerable, pero los
partidos van llenando el buche aunque sea con un puntito. Por si fuera poco,
Bergdich, la tajada de este pollo que más nos desespera cuando juega de
extremo, anotó el único gol vallisoletano. Y no sabes qué decir. A primera
vista, su juego entre anárquico y barroco es un eslabón perdido que
desconcierta a los propios, pero, quizá, por lo mismo, su caos desorganiza a los
rivales. Quizá pedimos demasiado. Tal vez haya carne suficiente por más hueso
que haya que roer.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 29-09-2014
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