lunes, 6 de octubre de 2014

LA LOBA SIN DIENTES

En uno de esos documentales sobre la naturaleza que antaño emitían en la tele, y que quizá sigan emitiendo, con la buena voluntad de facilitarnos una cabezadita tras la comida, un joven biólogo narraba la forma de organización en las manadas de lobos. En un momento dado, mientras nos contaba que eran los más jóvenes los que se encargaban de ir a buscar las ovejas o cabras que habrían de convertirse en el alimento de la comunidad, adornó la narración con un ‘aunque parezca sorprendente’. No cabe duda de que el guionista era español de esta España donde lo normal, al parecer, es que los viejos trabajen mientras los jóvenes, cual Vladimir y Estragón, esperan en vano a su Godot particular llamado empleo. Debía pensar nuestro guionista que los lobos jóvenes optan a salir a cazar presentando infructuosamente un currículum en algún negociado de la manada mientras los veteranos no dejan la plaza hasta la edad de jubilación. Pero no, los lobos viejos esperan cómodamente sentados en algún claro del bosque que alguno de los recién llegados a la edad adulta vuelva con las fauces manchadas de sangre tras haber realizado la labor que a ellos les tocó en su día.
Por eso, cuando aquel pastor del medievo, autor del romance de la loba parda, escribiera que le correspondió a una loba vieja acechar a su majada tenemos que entenderlo desde el miedo inveterado al depredador que estos hombres sentían. Un miedo tal que convertía a todos los lobos de la historia en uno solo, en el enemigo imperecedero, ese lobo, que viene el lobo que es siempre el mismo en el imaginario colectivo. La loba del romance, que además de vieja, o quizá por ello, era parda, patituerta y cojimanca, había de tener aún los colmillos como puntas de navaja. Esta loba dio tres vueltas a la red sin conseguir sacar nada, pero a la cuarta hincó el diente en una borrega blanca. Tres y otras tres veces tres son las vueltas que el Real Valladolid dio ayer al redil de las ovejas béticas muy bien guardado por un mastín en la portería. Vueltas y vueltas, unas rápidas y otras pausadas, unas de forma continuada y otras abordando por sorpresa, pero ni a oveja, ni borrega, ni cordera se pudo abatir, porque el Pucela, de golpe, se ha convertido en loba vieja. Jugó quizá el partido más completo de la temporada, en otras ocasiones ha dejado más destellos de ferocidad, más muestras de agilidad o detalles de más calidad, pero ayer sí parecía por fin un equipo fiable. Pero hete aquí que esta virtud llegó el día en que le habían roto los dientes en forma de lesión de Roger, el único colmillo de la plantilla. No es que el chico sea el único con capacidad para marcar gol, no, hay otros, pero es el único que muerde a los centrales rivales, el resto de los jugadores ofensivos blanquivioletas se encargan más de labores de distracción o de buscar un cañizo roto por donde abordar al rebaño, pero diente diente, no hay más, y se ha roto. Trabajo tiene el entrenador o el director técnico para que el Pucela pueda volver a morder y no parecer más una vieja loba o un documental que nos duerma a mediodía.

Publicado en "El Norte de Castilla" el 06-10-2014

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