Cuentan que hace mucho, antes incluso de que
mi madre aprendiese a rezar el rosario, el emperador Calígula invistió a su caballo Incitatus con el ropaje de cónsul.
El martes, mientras mi madre seguía manoseando las cincuenta cuentas, los
americanos eligieron a su caballo como emperador. Cuatro años más de relinchos
y alguna que otra coz sufriremos los que no teníamos capacidad de elegir. En
tanto, mientras aparentan soliviantados, los jerarcas eclesiásticos de la
Hispania sonríen para sus adentros al vislumbrar las sombras que se emanan
desde el centro del centro del imperio: los cimientos de una antirrevolución
apocalíptica.
Blog sin más pretensión que la de poner un poco de orden en mi cabeza. Irán apareciendo los artículos que vaya publicando en diversos medios de comunicación y algunas reflexiones tomadas a vuelapluma. Aprovecharé para recopilar artículos publicados tiempo atrás.
viernes, 19 de agosto de 2005
miércoles, 17 de agosto de 2005
PALABRAS
Cuando
mugimos “gol” no nos ceñimos al significado de una palabra, participamos en una
orgía, un orgasmo popular. Si bramamos “hijo de puta” al árbitro de turno no
detallamos la profesión de su madre, buscamos un chivo expiatorio que absorba
nuestras frustraciones. Las palabras se trascienden a si mismas, nos desnudan
mostrando nuestras vergüenzas. Al brotar dejan de ser propiedad de quien las
pronuncia y delatan oquedad por más que se expresen pomposas en sobadas
liturgias, hipocresía cuando difuminada
su genealogía se convierten en cáscaras de lo que fueron, necedad, las palabras
desamparan al necio, colonización con hedor a idioma muerto... pero también son
la mielina que ayuda a expresar nuestros sentimientos, los músculos que
transmiten la fuerza de nuestros pensamientos. Son el instrumento requerido
para amenazar de muerte o declarar nuestro amor. Ese compendio de palabras y
normas que integran un idioma conforman nuestra herencia y nuestro legado. Ni
más ni menos que cualquier otro, tan digno como el de los sordos que reclaman
su oficialidad.
domingo, 14 de agosto de 2005
CRITICO, CRITICAS, CRITICA
Es difícil certificar si las críticas a Femando Hierro
surgen de lo leído en prensa o sí lo que se escribe procede de un runrún
generalizado cuando un delantero le encara; nunca sabremos si los silbidos a
Rivaldo son padres o hijos de lo publicado. Entre el comentario que circula y
el debate periodístico nunca se sabe que es generador y que generado. En
cualquier caso somos conscientes de que todo es susceptible de análisis. Ese
tamiz es básico en el desarrollo de nuestras sociedades desde la ilustración a
nuestros días y su ausencia provocó etapas de regresión social. En cualquier
caso para que genere ese florecimiento ha de realizarse a la luz de la razón,
por definición libre, y nunca partiendo de maniqueismos interesados que surgen
para crear seguidores fervorosos. La censura que persigue Bush camina en
sentido errado, la senda de los totalitarios que pretenden que todos nos
guiemos por una luz que ellos se encargan de interpretar: la luz divina. Esa
que nos divide en fieles e infieles. Partidarios o detractores de Hierro o
Rivaldo.
sábado, 13 de agosto de 2005
LOS HUEVOS DEL ALCALDE
Los huevos lanzados hacia arriba el día del
pregón de las fiestas de Valladolid han caído sobre la cabeza de los lanzadores
en forma de multa al canto y demagogia despechada del alcalde.
Para redundar en el dislate, la muchachada no
necesita a nadie, se bastan solos, ¿cabe mayor gansada que apelar al carácter
intransigente del alcalde para reclamar como acto político la huevada? El
espíritu crítico muere en una rebeldía dispersa, sin causa o sin saber
dirigirla, visibilizarla, hacerla útil. La vanidad tribal cercena el
inconformismo hundiéndolo en la categoría de intrascendente.
Yerran o les incitan a errar y únicamente
consiguen llevar el ascua a la sardina de su “enemigo león” poco acostumbrado a
dar puntada sin hilo y así tejer su paño. Tras magnificar el hecho amenaza a la
ciudad, a toda la ciudad, con encerrar el pregón intramuros del ayuntamiento;
expandido el humo pretende quemar en las llamas a todos los que alguna vez han
osado cuestionar su labor. A la amenazadora espada flamígera se le apoda
ordenanza antivandalismo y no es otra cosa que la amalgama de medidas de
estricto sentido común que castigan conductas que distorsionan la convivencia
–medidas, dicho sea de paso, reguladas con anterioridad- con normas que
vulneran la libertad ideológica, de expresión e, incluso, de reunión.
Con la gracieta de los niños el pecho del
alcalde ensanchó -he ahí la necesidad de la ordenanza y quienes se oponen son
los que pretenden quemar papeleras, romper estatuas y atropellar viejecitas- no
es que vea gigantes donde hay molinos, distingue perfectamente sus aspas pero
repite la cantinela del gigante para asustar. La ya clásica estrategia de
criminalizar a la disidencia por quien paladeó con regocijo el apaleamiento de
la noche de San Juan en Las Moreras y se reviste de ciudadano ejemplar. No
cuela.
Tirar huevos al balcón consistorial durante
el pregón es incívico, repartir octavillas es un derecho. Justificar la otra
por la una, señor de la Riva, propio de buhoneros de la palabra
Por último, con las multas se pretende
regular los hábitos de la ciudadanía, mas su concreción pecuniaria es una
alforja de distinto peso en función de las espaldas que lo soporten, para unos
tres mil euros son calderilla, para los más cuatro meses de trabajo. En esa
desproporción de lo que aparentemente es igual desagua cualquier intención
ejemplarizadora.
jueves, 11 de agosto de 2005
CIERTAMENTE INTOLERABLE
Dora García, presunta artista, exhibe “Luz
intolerable y La esfinge” en el Patio Herreriano de Valladolid. El título
obedece a la realidad, dos boutades inconexas e inocuas. La ¿creadora?
pretende, es su palabra, alterar la relación tradicional entre artista, obra y
espectador. Dora lo consigue eliminando la obra, en realidad lo que presenta es
nada y a partir de ahí una serie ritual de argumentos escritos se esgrimen como
coartada a posteriori. Un regodeo en el vacío tan ineficaz por inconsistente
que desnuda más el engaño, no es otra cosa lo que se muestra.
Luz intolerable –una pared de focos
instalados en el fondo de la capilla- es justificada a partir de una certeza,
es imposible permanecer en la sala más de unos segundos, se genera un
manifiesto rechazo. Punto, no hay más, el resto retórica vacua.
La esfinge es una joven que busca
espectadores adecuados (sic) para responder a unas preguntas formuladas como un
test. Si fallas una pregunta se acaba el juego, si aciertas tres ¡premio!; pero
¿qué es acertar? Coincidir con las respuestas de Dora a dicha encuesta. En
resumen la genial idea de la artista no es otra que premiar a los que muestren
una sintonía total, existencial e ideológica con ella. Al resto que les den.
Cierto que no impone su verdad como la Verdad pero se reviste de esa tolerancia
políticamente correcta hija bastarda de un fútil concepto de democracia, la
generalización del valor del voto al mundo del conocimiento: todas las
opiniones tienen la misma entidad. Su verdad por ser suya, sin más
profundización, es el ombligo y desde ahí edifica la atalaya en la que reúne a
la tribu de sus iguales. Una verdad espiritual, además, perfectamente definida
por unos escuetos síes o noes a un acopio de preguntas. Vacío dentro de un
hueco en el interior de una caverna.
La propuesta no da para más, carente de
valor en sí sólo puede soportar reflexiones tangenciales. La constatación de un
mundo que para seguir aceitando el engranaje del consumo necesita crear seres
que se perciban como centro del universo, la evidencia de la pérdida
referencias sobre la sensibilidad artística si en el mismo espacio puede
convivir la obra de Tapiès con la no-obra de Dora García, la certeza de que en
el cajón desastre del arte contemporáneo se cuela mucho impostor vendiendo
hielo en los círculos polares.
La actual sociedad no se ve representada en
el arte que se crea, tal vez Dora llegue a crear o la haya hecho, reconozco que
de ella nada sabía, pero Luz intolerable y La esfinge es una invitación al
escepticismo sobre el arte actual. En época veraniega lo perentorio es separar
el grano, que lo hay, de la paja. Y del polvo.
martes, 9 de agosto de 2005
PALABRAS ENCADENADAS
Cuando niños, dispuestos en corro, jugábamos
a las palabras encadenadas, la última sílaba de cada palabra se convertía en la
dársena desde la que arrancaba la siguiente y así al vocablo pena sucedía nabo
y a nabo, borrasca. El que erraba era eliminado hasta que sólo uno quedase.
Uno, un día, rema, remando, como continuación a fresco o quizá a loco dijo
coñac y el siguiente calló. Por las miradas comprendimos que nadie tenía
respuesta, que coñac era un portalón que solo podríamos abrir con nuestro viejo
diccionario Rancés, fuimos a casa pero nones. No encontramos la maldita palabra
que cerrase coñac y abriese de nuevo el mundo de las sílabas.
Ayer los mismos amigos, en el corro de una
mesa recreamos esa sensación. El tiempo pasa, mas el juego permanece, eso sí,
con algún pequeño cambio: las palabras ya no se encadenan por sílabas sino por
la economía y el miedo. Así Elche se relaciona con El Ejido y entremedias las
palabras emigración y extranjero; de astillero, por medio deslocalización y
competencia, se arría en remolacha y de esta en precio y gasoil
consecutivamente. Donde antes coñac, ahora globalización y vuelta a empezar.
Globalización es la palabra que antecede al
silencio, es el oscuro callejón al que inexorablemente nos vemos abocados. Es
la excusa justiciera, la daga en el cuello, pero encierra una trampa: si bien
es inevitable -y deseable- el acorte de la distancia y la relación entre lo que
sucede en los distintos puntos del planeta no lo es que los procesos y sus
efectos tengan que ser los que son. Entre ellos el que más sonrojo produce, el
chorreo de vidas segadas por el hambre o por enfermedades fácilmente curables.
El llanto carente de esperanza ante la necesidad absoluta.
Lula da Silva, presidente de Brasil, intenta
embaucar en una campaña contra el hambre a diversos gobernantes del mundo
rebosante, pretende llenar su agenda de deseo de justicia y agruparlos en su
causa. Plausible misión pero escasa respuesta, todo lo más acrecentar las
ayudas. Ojalá me equivoque pero la
infección que nos azota tiene mala pinta y no es con pocas dosis de
paños calientes con lo que sanará. Lula, desde una izquierda no burguesa, desde
el conocimiento y la empatía con los más desfavorecidos, alejándose del
paternalismo, se ha embarcado en una labor titánica. El órdago está sobre la
mesa, veremos qué palabras le suceden. Entretanto buscaré una para encadenar a
ilusión.
NUESTRAS CABEZAS SON DIANAS
Si hay una
profesión que ha mejorado sustancialmente la seguridad en el trabajo ésta es la
milicia. Eso sí, como contrapartida, la merma de sus riesgos laborales ha
multiplicado el de todos los demás. La epidermis del planeta es un pentagrama
en el que los humanos nos disponemos componiendo música de réquiem. El
insondable silencio de los muertos colaterales clama contra su desdicha,
chorros de sangre vertidos por los intereses de unos o el fanatismo de otros.
El clásico pacifista “imagina que hay una guerra y nadie va” ha envejecido de
súbito, ahora es la guerra – sus secuelas de rabia y muerte- la que se encamina
hacia los que no la queremos. La rebelión contra esta lógica depredadora exige
restaurar el grito, si hay una guerra vamos todos, pero a pararla. El clamor
contra la guerra, contra las guerras, contra los parásitos de las guerras, debe
abolirlas como instrumento. El silencio de los vivos aturde la quietud de los
muertos y dulcifica la labor de los que nutren su poder y sus cuentas con
sangre, mañana puede ser la tuya.
En esta espiral de
terror nos sacuden noticias que escapan de cualquier lógica: niños rehenes en
una escuela, asalto a la escuela a la voz “que sepan quien manda”. Centenares
de muertos por estar allí. Más ataques a la razón de los acomodados, dos
periodistas franceses secuestrados cuando Francia se opuso a la invasión de
Irak, la misma suerte acarrean dos mujeres italianas y dos hombres iraquíes
cuya labor en una ONG no era más que la denuncia de una sangría y la ayuda a
los anónimos colaterales.
Si las reglas que
adornan nuestro pensamiento no nos valen usemos otras. Nuestras vidas no valen
más que los peones en una partida de ajedrez. No tienen valor para los que nos
atacan ni para los que dicen defendernos, como ha sido desde la noche de los
tiempos, la realidad es así de tozuda.
Los que derribaron
las torres gemelas, ejerciendo de verdugos pretendían -y consiguieron- una
respuesta brutal para arrogarse con nitidez el papel de representantes de las inexorables
víctimas posteriores. Los estados ejecutores de las masacres posteriores urgían
de un enemigo para reforzar su maquinaria militar y no desaprovecharon la
ocasión. Sus alardes de falso humanitarismo no empañan a nuestros ojos sus
mentiras.
En este ir y venir
de la muerte lanzada al azar nos encontramos inermes, al verlas venir. Las
manifestaciones contra la guerra deben extender sus pretensiones, se trata de
nuestra vida que, de momento, está en manos de otros y eso es la antítesis de
la libertad, de la vida.
domingo, 7 de agosto de 2005
DON MARCELO, TEÓCRATA CARITATIVO
La distancia más corta que une dos puntos es
la trazada en línea recta pero la vida, como canta la jota, tiene curvas, tiene
rectas, recovecos y rincones. Fuentes de Nava renquea tranquila a escasos 50 km
de la que hoy es panadería de la Ita y Ezequiel en Villanubla. Esos dos puntos
jalonan la vida de Marcelo González, no así su peripecia vital.
Cuando alguien muere, como es costumbre en
estos pagos se tiñen de azafrán los múltiples recuerdos y si se trata de alguna
“personalidad” redundan los obituarios laudatorios escritos por profesionales
del besamanos. En este caso el cumplimiento del axioma ha sido riguroso. Sin
aparentes discordancias aunque, eso sí, disfrazando de progresión lineal el
trasiego de ese cura con ínfulas sociales en uno de los obispos más retrógrados
del episcopalato español. Pero no hay tal evolución ni mucho menos inflexión.
El cura que ayudó a cimentar la barriada de San Pedro Regalado y el cardenal
que rindió honores al dictador en su funeral son caras distintas del mismo
poliedro: el ser humano y sus complejas miradas al mundo. La recta sirve a los
maniqueos, para acá los buenos, para allá los malos. En esta tesitura, Marcelo
González fue un buen cura que, ungido obispo y desairado por los barceloneses
que le recibieron al grito de “volem bisbes catalans”, emprendió un camino sin
retorno a la caverna ideológica. Perdón, pero no lo comparto. González fue un
cura de su tiempo, la posguerra, encantado en una iglesia que gozaba de pleno
poder político; su labor social, limitada a la caridad, no cuestionó ningún
resorte del orden establecido tras la guerra. Prueba de ello es su meteórica
carrera en el seno de una iglesia amancebada con las huestes franquistas y su
nula simpatía hacia ese sector del catolicismo preñado de compromiso con la
libertad. El referente utópico de Don Marcelo no era otro que una sociedad
menos injusta controlada desde las alturas por un senado obispal, una teocracia
caritativa. Que haiga pan y vivan las canas. Dos posturas coherentes en una
misma cabeza pero deshilvanadas en esos biógrafos de urgencia que no han
comprendido que ser conservador, desdeñar la libertad y desear que todos coman,
pueden transportarse en el mismo costal ideológico y así lo han rezado siempre
los sotanas viejas “danos hoy nuestro pan y que se haga tu voluntad”, voluntad
divina siempre interpretada por los prelados.
Hoy somos más libres que ayer a su pesar. En
cualquier caso descanse en paz.
LENGUAS DE SERPIENTE
Descuella el ser humano entre los primos titís, macacos,
aulladores, gibones, cercopitecos, langures, mandriles, orangutanes, gorilas o
chimpancés, por una cualidad: asocia un significado a sus sonidos, se comunica
por medio de un lenguaje articulado, habla y, con peor disposición, escucha.
Somos unos primates que elaboramos, expresamos y comunicamos nuestros
pensamientos. Pero los desasosiegos de la historia y las vicisitudes de la
geografía han labrado comunidades de hablantes cercadas por un código común,
unos idiomas que, más allá de análisis lingüísticos, filológicos o
psicológicos, fueron bandera de un imperio. No hay mejor clave para el dominio
que la uniformidad de los súbditos: un idioma, un dios, un rey. Anatema para el
distinto, extranjero, usurpador en mi territorio. Y no lo fío tan lejos; los
mismos que santifican a Isabel I de Castilla impiden la enseñanza del euskera
en la Escuela Oficial de Idiomas en Miranda de Ebro. Antes habían apoyado la
del gallego en el Bierzo. ¿Asombra ese disparejo trato? Para nada. Es un jalón
previsible en la lógica del conservadurismo castellano (extensible al español),
de sus gentes y de sus gobernantes. Es un vergajazo rabioso ante la acometida
de una realidad que les supera. Son hijos de los corifeos que clamaban que
“España es una y no cincuenta y una” allá por la etapa preautonómica, ellos
mismos sonreían al son del “Pujol, enano, habla castellano” minutos antes de
pactar con él. Pretenden conformar su España acomplejando Castilla. Deploran el
uso del catalán o del euskera, para ellos son extranjeros en su tierra, el
gallego es sólo lengua pobre de campesinos sin mayor trascendencia, no supone
peligro para su concepción de la patria. El mismo reflejo que les impele a
aguzar su verbo contra quienes exigen la devolución de parte de los legajos del
archivo de Salamanca por qué quien lo pide son catalanes. Acostumbrados a
imponer ordalías a sus herejes, cualquiera que no sean ellos, va siendo hora de
que asuman que vertebrar no es hacer todos los huesos iguales sino distintos y
complementarios y de la salud de cada uno se conforma un cuerpo con mejor
disposición para vivir. El mutuo conocimiento de las partes evitará resabios
¿Qué mejor que facilitar el aprendizaje de los otros idiomas hablados por
gentes destinadas a convivir en un espacio común? ¿O volvemos al mono?
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