Descuella el ser humano entre los primos titís, macacos,
aulladores, gibones, cercopitecos, langures, mandriles, orangutanes, gorilas o
chimpancés, por una cualidad: asocia un significado a sus sonidos, se comunica
por medio de un lenguaje articulado, habla y, con peor disposición, escucha.
Somos unos primates que elaboramos, expresamos y comunicamos nuestros
pensamientos. Pero los desasosiegos de la historia y las vicisitudes de la
geografía han labrado comunidades de hablantes cercadas por un código común,
unos idiomas que, más allá de análisis lingüísticos, filológicos o
psicológicos, fueron bandera de un imperio. No hay mejor clave para el dominio
que la uniformidad de los súbditos: un idioma, un dios, un rey. Anatema para el
distinto, extranjero, usurpador en mi territorio. Y no lo fío tan lejos; los
mismos que santifican a Isabel I de Castilla impiden la enseñanza del euskera
en la Escuela Oficial de Idiomas en Miranda de Ebro. Antes habían apoyado la
del gallego en el Bierzo. ¿Asombra ese disparejo trato? Para nada. Es un jalón
previsible en la lógica del conservadurismo castellano (extensible al español),
de sus gentes y de sus gobernantes. Es un vergajazo rabioso ante la acometida
de una realidad que les supera. Son hijos de los corifeos que clamaban que
“España es una y no cincuenta y una” allá por la etapa preautonómica, ellos
mismos sonreían al son del “Pujol, enano, habla castellano” minutos antes de
pactar con él. Pretenden conformar su España acomplejando Castilla. Deploran el
uso del catalán o del euskera, para ellos son extranjeros en su tierra, el
gallego es sólo lengua pobre de campesinos sin mayor trascendencia, no supone
peligro para su concepción de la patria. El mismo reflejo que les impele a
aguzar su verbo contra quienes exigen la devolución de parte de los legajos del
archivo de Salamanca por qué quien lo pide son catalanes. Acostumbrados a
imponer ordalías a sus herejes, cualquiera que no sean ellos, va siendo hora de
que asuman que vertebrar no es hacer todos los huesos iguales sino distintos y
complementarios y de la salud de cada uno se conforma un cuerpo con mejor
disposición para vivir. El mutuo conocimiento de las partes evitará resabios
¿Qué mejor que facilitar el aprendizaje de los otros idiomas hablados por
gentes destinadas a convivir en un espacio común? ¿O volvemos al mono?
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