miércoles, 31 de agosto de 2005

KUSTURICA EN LA VICTORIA

El frenesí de realismo social expandido por la Seminci se desparrama más acá del Puente Mayor. Poco menos de las diez de la noche del sábado, una algarabía insólita reclama mi curiosidad. Con el subir de la persiana, sin pagar entrada ni penar en cola alguna, ante mí una película cuyo guión -una celebración gitana, un quítame allá esas pajas y el rosario de la aurora- es digno del mejor Kusturica.

Personajes al filo del abismo cuya vida es un manantial ardiente: los gitanos. Comparten nuestras calles, pero no les conocemos. Forman una sociedad periférica al parecer inmiscible con la nuestra y sólo sabemos de ellos de tanto en vez cuando por algún arrebato protagonizan alguna página de nuestra prensa. Después tópicos y desprecio. Sin embargo son admirables. En medio de una sociedad abotargada por el sinvivir cotidiano de hipotecas y letras del coche, ellos viven al minuto y celebran a lo grande, mañana no existe, lejos de aburrimientos profilácticos y preocupaciones pecuniarias tiran la casa por la ventana y olé.

sábado, 20 de agosto de 2005

DE ESTE PERIÓDICO A ESTE PERIÓDICO

La intrahistoria de un periódico es así de paradójica. Al quiosco llega una marabunta de letras, retazos de realidad forjados a martillazos en distintos yunques. Forman un todo pero no todo es lo mismo. La vecindad de las frases nauseadas al calor de la sangre por los Julio Fuentes de turno con las mías, estiladas al calor del brasero, es en sí una broma macabra. Sirva de homenaje a unos profesionales a quienes estimar compañeros me dibujaría una mueca de sonrojo.

Julio Fuentes, Maria Grazia Cutuli, Harry Burton y Azizula Haidari, fueron abatidos hace tres años en Afganistán en el extremo contexto de una guerra, bajo las leyes de la guerra, bajo los instintos que manan de la guerra, bajo el manto de impunidad de la guerra. Murieron como miles en una guerra. En Afganistán grabaron la data definitiva de su epitafio. 

viernes, 19 de agosto de 2005

EUROPA COMO OBJETIVO

Cuentan que hace mucho, antes incluso de que mi madre aprendiese a rezar el rosario, el emperador Calígula invistió a su caballo Incitatus con el ropaje de cónsul. El martes, mientras mi madre seguía manoseando las cincuenta cuentas, los americanos eligieron a su caballo como emperador. Cuatro años más de relinchos y alguna que otra coz sufriremos los que no teníamos capacidad de elegir. En tanto, mientras aparentan soliviantados, los jerarcas eclesiásticos de la Hispania sonríen para sus adentros al vislumbrar las sombras que se emanan desde el centro del centro del imperio: los cimientos de una antirrevolución apocalíptica. 

miércoles, 17 de agosto de 2005

PALABRAS

Cuando mugimos “gol” no nos ceñimos al significado de una palabra, participamos en una orgía, un orgasmo popular. Si bramamos “hijo de puta” al árbitro de turno no detallamos la profesión de su madre, buscamos un chivo expiatorio que absorba nuestras frustraciones. Las palabras se trascienden a si mismas, nos desnudan mostrando nuestras vergüenzas. Al brotar dejan de ser propiedad de quien las pronuncia y delatan oquedad por más que se expresen pomposas en sobadas liturgias, hipocresía  cuando difuminada su genealogía se convierten en cáscaras de lo que fueron, necedad, las palabras desamparan al necio, colonización con hedor a idioma muerto... pero también son la mielina que ayuda a expresar nuestros sentimientos, los músculos que transmiten la fuerza de nuestros pensamientos. Son el instrumento requerido para amenazar de muerte o declarar nuestro amor. Ese compendio de palabras y normas que integran un idioma conforman nuestra herencia y nuestro legado. Ni más ni menos que cualquier otro, tan digno como el de los sordos que reclaman su oficialidad.

domingo, 14 de agosto de 2005

CRITICO, CRITICAS, CRITICA

Es difícil certificar si las críticas a Femando Hierro surgen de lo leído en prensa o sí lo que se escribe procede de un runrún generalizado cuando un delantero le encara; nunca sabremos si los silbidos a Rivaldo son padres o hijos de lo publicado. Entre el comentario que circula y el debate periodístico nunca se sabe que es generador y que generado. En cualquier caso somos conscientes de que todo es susceptible de análisis. Ese tamiz es básico en el desarrollo de nuestras sociedades desde la ilustración a nuestros días y su ausencia provocó etapas de regresión social. En cualquier caso para que genere ese florecimiento ha de realizarse a la luz de la razón, por definición libre, y nunca partiendo de maniqueismos interesados que surgen para crear seguidores fervorosos. La censura que persigue Bush camina en sentido errado, la senda de los totalitarios que pretenden que todos nos guiemos por una luz que ellos se encargan de interpretar: la luz divina. Esa que nos divide en fieles e infieles. Partidarios o detractores de Hierro o Rivaldo.

sábado, 13 de agosto de 2005

LOS HUEVOS DEL ALCALDE

Los huevos lanzados hacia arriba el día del pregón de las fiestas de Valladolid han caído sobre la cabeza de los lanzadores en forma de multa al canto y demagogia despechada del alcalde.

Para redundar en el dislate, la muchachada no necesita a nadie, se bastan solos, ¿cabe mayor gansada que apelar al carácter intransigente del alcalde para reclamar como acto político la huevada? El espíritu crítico muere en una rebeldía dispersa, sin causa o sin saber dirigirla, visibilizarla, hacerla útil. La vanidad tribal cercena el inconformismo hundiéndolo en la categoría de intrascendente.

Yerran o les incitan a errar y únicamente consiguen llevar el ascua a la sardina de su “enemigo león” poco acostumbrado a dar puntada sin hilo y así tejer su paño. Tras magnificar el hecho amenaza a la ciudad, a toda la ciudad, con encerrar el pregón intramuros del ayuntamiento; expandido el humo pretende quemar en las llamas a todos los que alguna vez han osado cuestionar su labor. A la amenazadora espada flamígera se le apoda ordenanza antivandalismo y no es otra cosa que la amalgama de medidas de estricto sentido común que castigan conductas que distorsionan la convivencia –medidas, dicho sea de paso, reguladas con anterioridad- con normas que vulneran la libertad ideológica, de expresión e, incluso, de reunión.

Con la gracieta de los niños el pecho del alcalde ensanchó -he ahí la necesidad de la ordenanza y quienes se oponen son los que pretenden quemar papeleras, romper estatuas y atropellar viejecitas- no es que vea gigantes donde hay molinos, distingue perfectamente sus aspas pero repite la cantinela del gigante para asustar. La ya clásica estrategia de criminalizar a la disidencia por quien paladeó con regocijo el apaleamiento de la noche de San Juan en Las Moreras y se reviste de ciudadano ejemplar. No cuela.

Tirar huevos al balcón consistorial durante el pregón es incívico, repartir octavillas es un derecho. Justificar la otra por la una, señor de la Riva, propio de buhoneros de la palabra


Por último, con las multas se pretende regular los hábitos de la ciudadanía, mas su concreción pecuniaria es una alforja de distinto peso en función de las espaldas que lo soporten, para unos tres mil euros son calderilla, para los más cuatro meses de trabajo. En esa desproporción de lo que aparentemente es igual desagua cualquier intención ejemplarizadora. 

jueves, 11 de agosto de 2005

CIERTAMENTE INTOLERABLE

Dora García, presunta artista, exhibe “Luz intolerable y La esfinge” en el Patio Herreriano de Valladolid. El título obedece a la realidad, dos boutades inconexas e inocuas. La ¿creadora? pretende, es su palabra, alterar la relación tradicional entre artista, obra y espectador. Dora lo consigue eliminando la obra, en realidad lo que presenta es nada y a partir de ahí una serie ritual de argumentos escritos se esgrimen como coartada a posteriori. Un regodeo en el vacío tan ineficaz por inconsistente que desnuda más el engaño, no es otra cosa lo que se muestra.

Luz intolerable –una pared de focos instalados en el fondo de la capilla- es justificada a partir de una certeza, es imposible permanecer en la sala más de unos segundos, se genera un manifiesto rechazo. Punto, no hay más, el resto retórica vacua.  

La esfinge es una joven que busca espectadores adecuados (sic) para responder a unas preguntas formuladas como un test. Si fallas una pregunta se acaba el juego, si aciertas tres ¡premio!; pero ¿qué es acertar? Coincidir con las respuestas de Dora a dicha encuesta. En resumen la genial idea de la artista no es otra que premiar a los que muestren una sintonía total, existencial e ideológica con ella. Al resto que les den. Cierto que no impone su verdad como la Verdad pero se reviste de esa tolerancia políticamente correcta hija bastarda de un fútil concepto de democracia, la generalización del valor del voto al mundo del conocimiento: todas las opiniones tienen la misma entidad. Su verdad por ser suya, sin más profundización, es el ombligo y desde ahí edifica la atalaya en la que reúne a la tribu de sus iguales. Una verdad espiritual, además, perfectamente definida por unos escuetos síes o noes a un acopio de preguntas. Vacío dentro de un hueco en el interior de una caverna.

La propuesta no da para más, carente de valor en sí sólo puede soportar reflexiones tangenciales. La constatación de un mundo que para seguir aceitando el engranaje del consumo necesita crear seres que se perciban como centro del universo, la evidencia de la pérdida referencias sobre la sensibilidad artística si en el mismo espacio puede convivir la obra de Tapiès con la no-obra de Dora García, la certeza de que en el cajón desastre del arte contemporáneo se cuela mucho impostor vendiendo hielo en los círculos polares.


La actual sociedad no se ve representada en el arte que se crea, tal vez Dora llegue a crear o la haya hecho, reconozco que de ella nada sabía, pero Luz intolerable y La esfinge es una invitación al escepticismo sobre el arte actual. En época veraniega lo perentorio es separar el grano, que lo hay, de la paja. Y del polvo.

martes, 9 de agosto de 2005

PALABRAS ENCADENADAS

Cuando niños, dispuestos en corro, jugábamos a las palabras encadenadas, la última sílaba de cada palabra se convertía en la dársena desde la que arrancaba la siguiente y así al vocablo pena sucedía nabo y a nabo, borrasca. El que erraba era eliminado hasta que sólo uno quedase. Uno, un día, rema, remando, como continuación a fresco o quizá a loco dijo coñac y el siguiente calló. Por las miradas comprendimos que nadie tenía respuesta, que coñac era un portalón que solo podríamos abrir con nuestro viejo diccionario Rancés, fuimos a casa pero nones. No encontramos la maldita palabra que cerrase coñac y abriese de nuevo el mundo de las sílabas.

Ayer los mismos amigos, en el corro de una mesa recreamos esa sensación. El tiempo pasa, mas el juego permanece, eso sí, con algún pequeño cambio: las palabras ya no se encadenan por sílabas sino por la economía y el miedo. Así Elche se relaciona con El Ejido y entremedias las palabras emigración y extranjero; de astillero, por medio deslocalización y competencia, se arría en remolacha y de esta en precio y gasoil consecutivamente. Donde antes coñac, ahora globalización y vuelta a empezar.

Globalización es la palabra que antecede al silencio, es el oscuro callejón al que inexorablemente nos vemos abocados. Es la excusa justiciera, la daga en el cuello, pero encierra una trampa: si bien es inevitable -y deseable- el acorte de la distancia y la relación entre lo que sucede en los distintos puntos del planeta no lo es que los procesos y sus efectos tengan que ser los que son. Entre ellos el que más sonrojo produce, el chorreo de vidas segadas por el hambre o por enfermedades fácilmente curables. El llanto carente de esperanza ante la necesidad absoluta.

Lula da Silva, presidente de Brasil, intenta embaucar en una campaña contra el hambre a diversos gobernantes del mundo rebosante, pretende llenar su agenda de deseo de justicia y agruparlos en su causa. Plausible misión pero escasa respuesta, todo lo más acrecentar las ayudas. Ojalá me equivoque pero la  infección que nos azota tiene mala pinta y no es con pocas dosis de paños calientes con lo que sanará. Lula, desde una izquierda no burguesa, desde el conocimiento y la empatía con los más desfavorecidos, alejándose del paternalismo, se ha embarcado en una labor titánica. El órdago está sobre la mesa, veremos qué palabras le suceden. Entretanto buscaré una para encadenar a ilusión.


NUESTRAS CABEZAS SON DIANAS

Si hay una profesión que ha mejorado sustancialmente la seguridad en el trabajo ésta es la milicia. Eso sí, como contrapartida, la merma de sus riesgos laborales ha multiplicado el de todos los demás. La epidermis del planeta es un pentagrama en el que los humanos nos disponemos componiendo música de réquiem. El insondable silencio de los muertos colaterales clama contra su desdicha, chorros de sangre vertidos por los intereses de unos o el fanatismo de otros. El clásico pacifista “imagina que hay una guerra y nadie va” ha envejecido de súbito, ahora es la guerra – sus secuelas de rabia y muerte- la que se encamina hacia los que no la queremos. La rebelión contra esta lógica depredadora exige restaurar el grito, si hay una guerra vamos todos, pero a pararla. El clamor contra la guerra, contra las guerras, contra los parásitos de las guerras, debe abolirlas como instrumento. El silencio de los vivos aturde la quietud de los muertos y dulcifica la labor de los que nutren su poder y sus cuentas con sangre, mañana puede ser la tuya.

En esta espiral de terror nos sacuden noticias que escapan de cualquier lógica: niños rehenes en una escuela, asalto a la escuela a la voz “que sepan quien manda”. Centenares de muertos por estar allí. Más ataques a la razón de los acomodados, dos periodistas franceses secuestrados cuando Francia se opuso a la invasión de Irak, la misma suerte acarrean dos mujeres italianas y dos hombres iraquíes cuya labor en una ONG no era más que la denuncia de una sangría y la ayuda a los anónimos colaterales.

Si las reglas que adornan nuestro pensamiento no nos valen usemos otras. Nuestras vidas no valen más que los peones en una partida de ajedrez. No tienen valor para los que nos atacan ni para los que dicen defendernos, como ha sido desde la noche de los tiempos, la realidad es así de tozuda.

Los que derribaron las torres gemelas, ejerciendo de verdugos pretendían -y consiguieron- una respuesta brutal para arrogarse con nitidez el papel de representantes de las inexorables víctimas posteriores. Los estados ejecutores de las masacres posteriores urgían de un enemigo para reforzar su maquinaria militar y no desaprovecharon la ocasión. Sus alardes de falso humanitarismo no empañan a nuestros ojos sus mentiras. 


En este ir y venir de la muerte lanzada al azar nos encontramos inermes, al verlas venir. Las manifestaciones contra la guerra deben extender sus pretensiones, se trata de nuestra vida que, de momento, está en manos de otros y eso es la antítesis de la libertad, de la vida.