lunes, 19 de octubre de 2020

FUERA DE MARCO

Foto "El Norte de Castilla"
Algunas fotos panorámicas se asemejan demasiado a la escenografía de un espectáculo de prestidigitación: los encuadres están perfectamente ajustados para que el espectador crea que lo que ve es la realidad, lo sustantivo de la realidad, cuando en verdad lo que el artista, fotógrafo o mago,  ofrece a la vista no es más que un ejercicio de distracción bajo el que se esconden las cartas marcadas, los tejemanejes. Bien pensado, algo no muy diferente al presente de nuestra cotidianeidad política, ejecutada por unos actores más pendientes de transmitir una imagen -un relato, dicho en lengua snob- que en enfrentar, desde las diferentes perspectivas analíticas, la situación compleja que se observa.

En este ejercicio de simplificación, la foto panorámica cuenta con el marco como aliado: así, se permite el lujo de ofrecer una imagen que aparenta una visión general a la vez que esconde lo que no le apetece mostrar, con la simple artimaña de dejar esto al otro lado de la linde que separa lo que aparece de lo que no.  En un partido reglamentario de fútbol, árbitros aparte, se cuentan veintitrés protagonistas: los veintidós que lo juegan y el balón. Pues bien, nuestra foto, con alta densidad de futbolistas, con poses recias o expectantes, actitudes físicamente activas o pasivas, muecas naturales o artificiosas, deja fuera del perímetro vallado a las dos estrellas más refulgentes del encuentro disputado ayer: el balón, que lo es por definición, y Roberto. Sin la actuación brillante del portero pucelano, el equipo se hubiera venido del Prepirineo con media docena de agachadas al fondo de la portería y ¡chitón!, aquí paz y después gloria. Cuando ocurre al revés y elevamos a categoría de internacional al portero rival, la lengua se nos va a que la fatalidad nos persigue, a que tal, cual y que el fútbol es injusto. Lo es. Y lo es también cuando el destino se pone de nuestra parte.

viernes, 16 de octubre de 2020

Tiempos Catalizadores

Leonora Carrington. La Berinto. 1991
Las personas más jóvenes, por lo general, entienden la enfermedad como un paréntesis, un hecho accidental que trastoca los planes presentes lanzándolos hacia un futuro inmediato y previsible. El después será poco menos que la continuidad de un antes; el durante, un tiempo irrelevante a efectos prácticos. Cuando el calendario ha dado ya muchas vueltas, también por lo general, vamos entendiendo que una enfermedad, por su gravedad, por su larga duración o porque, simplemente, marca el fin del tiempo, puede alterar la realidad del protagonista. En cualquiera de los casos, la salida de la enfermedad se realiza por una puerta diferente a la de entrada, conduce a un estadio distinto que no encuentra continuidad con el previo. En el primero, la gravedad determina una pérdida de condiciones físicas que impedirá un desempeño vital semejante al ejercido hasta ese momento. En el segundo, la larga duración nos obliga a aprender a convivir con la enfermedad, a asumir que ella no ha venido de visita sino con el firme propósito de alojarse en nosotros, de  convertirse en huésped. En el tercero, cuando simplemente marca el fin del tiempo, simplemente marca el fin del tiempo.

miércoles, 7 de octubre de 2020

MADRID EXISTE

Foto "El Norte de Castilla"
Hace unos años, la palabra ‘existe’ adherida al nombre de una provincia de esas casi vaciadas cuajó fortuna. Los ecos del Zamora, Soria o Teruel ‘existe’ retumbaban como el the sound of silence: sonaban más a lamento que a rebeldía política. El fuego nació ya apagado, tan fue así que incluso diputados de los partidos de gobierno -del que fuese- se postularon para encabezar las marchas tras haber acatado sumisamente los designios de sus ‘superiores’ en el Parlamento. En Teruel fueron más allá y se presentaron a las elecciones. Resonó un poco más, pero fue lo mismo, más sollozo que insurrección.

De repente ese ‘existe’ ha cobrado fuerza desde el lugar más inesperado, el envés del despoblamiento, la comunidad receptora -de todo- por antonomasia: la mismísima Madrid, a resultas del lamentable espectáculo del conflicto entre el gobierno de la comunidad y el de España sobre la gestión de la pandemia, ha emergido como sujeto político visible. Recalco ‘visible’. Madrid ya era un sujeto político mayúsculo; pero ejercía su sobresaliente influencia callada, imperceptible, como si la cosa no fuera con ella, sin disonar nunca con la música oficial.

sábado, 3 de octubre de 2020

ADIÓS TRISTEZA

Se despide Diego, la mezcla de sábado tarde y veinteañero no cuaja en el interior de una casa.

-¿Sales ya?

Antes de cerrar la puerta por fuera, enciende su modo ironía, araña mi ojo por dentro. 

-Sí, he quedado. ¿Has terminado el artículo? Imagino que será todo alegría y jolgorio.

Tuerzo el gesto de la cara.

-¿Y eso?

Bien sabe que no es verdad, que, al contrario, sonrío más tiempo del que refunfuño. Pero le da igual, sabe que muerde magro y no suelta pieza.

- Te pasas el día enfadado.

Le miro con cara de ‘en qué hora se me ocurriría que era buena idea ser padre’.

jueves, 1 de octubre de 2020

EL DIABLO COTILLA

Durante muchos siglos, al menos en nuestro ámbito cultural de referencia histórica, el ‘Maligno’  jugó un papel amenazador, tentaba a los humanos con el afán de hacerles desobedecer el mandato divino, anotaba en alguna libreta ígnea cada uno de sus triunfos y asumía el control de las almas de los difuntos desobedientes. En el fondo, nada distinto a los manejos de cualquier comercial de una compañía telefónica: usaba sus artimañas para convencer de las bondades de sus productos y, tras el sí, el incauto cliente estaba condenado a penar por las centralitas.

Por entonces, el soberano de turno no tenía más que hacerse con el control religioso de una comunidad, convertir su deseo en ley de Dios y el miedo al infierno se encargaba de docilitar a la población. Paulatinamente, ese miedo concreto dejó de surtir su efecto y determinados usos, antaño pecaminosos, se normalizaron. Entendimos, con Oscar Wilde, que la mejor manera de librarse de las tentaciones es ceder ante ellas. La paradoja se contaba sola: si creemos en el demonio, le daremos la espalda; ahora bien, si no lo tenemos presente, actuaremos según sus deseos. Por eso, a juicio de los que creen en su presencia, el principal poder del ángel caído consiste en habernos convencido de que no existe.

lunes, 28 de septiembre de 2020

USTED Y YO

Foto "El Norte de Castilla"
Como al año en curso le estaba faltando algo de pimienta, allá por esos días en que la primavera anda en retirada, alguien quiso ver un cocodrilo en ese punto donde el Duero coge la fama porque el Pisuerga le regala el agua. A saber qué fue lo que en aquel lugar flotaba y que arrastró las mentes de los testigos que juraron y ‘rejuraron’ la certeza de su avistamiento. Pero no sorprende, las historias de cocodrilos fuera de su entorno son demasiado recurrentes desde hace casi un siglo. Luego, será por miedo, será por exotismo, miles de personas lo creyeron, los relatos cuajaron, se propagaron, aparecieron crónicas similares, se realimentó la creencia, y vuelta a empezar. Y así tuvimos entre manos una leyenda urbana.

jueves, 24 de septiembre de 2020

IGLUSES

Foto "El Norte de Castilla"

Si la memoria no me traiciona, fue a Luis Piedrahita al que escuché un monólogo en el que, refiriéndose al plural de iglú, proponía dos alternativas, iglús o igluses, para posteriormente rematar apuntalando que se podía elegir cualquiera de las dos dependiendo tan solo de si se pretende decirlo bien o mal. Este comentario suena a Perogrullo, casi todos lo suscribiríamos; pero, si extendemos la reflexión más allá del terreno de la morfología, encontramos más enjundia de la que a bote pronto se intuye. Entre otras cuestiones porque aunque pudiéramos acordar una definición de ‘bien’ o ‘mal’, el desacuerdo estará asegurado cuando se pretendan analizar determinados dichos o propuestas.

lunes, 21 de septiembre de 2020

PREGUNTE A OTRO

Foto "El Norte de Castilla"
Enfrentarse a un nuevo reto desencadena sensaciones ambivalentes: por un lado, el desafío nos sirve como estímulo; por otro, genera una especie de pánico. En las horas previas, como espantando miedos, cerramos los ojos, fantaseamos con un desenlace fetén y recordamos aquel latinajo “veni, vidi, vici”  supuestamente pronunciado por Julio César ante el Senado romano.

Ese “llegué, vi, vencí” tiene su miga. No es que parezca una muestra de soberbia, efectivamente lo es. Si hacemos caso a los historiadores Suetonio y Plutarco, Julio César, enfrascado en una guerra civil que le enfrentaba a las facciones más conservadoras del Senado al mando de Pompeyo, quiso sacar pecho ante la alta institución de su victoria en la batalla de Zela, frente a las tropas de Farnaces II del Ponto. Consciente el cónsul de que las cosas no pintaban bien en Roma, con la necesidad pues de regresar, aceleró las maniobras para propiciar el inmediato enfrentamiento. En menos de una semana, Julio César pudo encaminarse a Roma con otro sello en su historial de victorias y, una vez en la capital de la república, alardear de ello.

lunes, 14 de septiembre de 2020

TE LO DIJE

Foto "El Norte de Castilla"
Algunas respuestas las llevamos grabadas tan a fuego que o hemos aprendido a domesticarlas o brotan de inmediato en cuanto la ocasión lo propicie. Al fin y a la postre, las aprendemos desde bien pequeñitos; en muchos casos, nada menos que de boca de nuestros padres. Porque ellos también, cuando de reafirmarse se trataba, fueron unos ventajistas.

A ver si no. Tú te estabas retorciendo de dolor en el suelo y, antes de preguntarte cómo estabas, una tormenta en forma de “te lo dije, ¿eh?, te lo dije. O, ¿no te había dicho que no te subieras a la silla, que te ibas a caer?” tronaba sobre tu cabeza. Había como una malsana intención de dejar patente que para ellos era más importante el aviso que la consecuencia, que era más trascendente apuntalar su “tenía razón” que una posible luxación de codo. En ese momento, entre el dolor, el bochorno y la inferioridad jerárquica del hijo, como que uno sobreentiende que no es el momento más pertinente para hacer uso del derecho a réplica, pero de buena gana se queda. Porque claro, entre 10.000 advertencias de catástrofe, tampoco es mucho mérito el acertar alguna vez como para andar reivindicando la capacidad profética. Más que nada, porque cuando no sobreviene la plaga bíblica anunciada no se les escapaba ni un tímido “me equivoqué”, no se oye “perdona hijo, no confiaba en ti”.

Nos hacemos grandes y seguimos dando vueltas a la noria del ventajismo. Con nuestros hijos,  ¿cuántas veces antes de tenerlos nos repetimos que nunca jamás utilizaríamos ese mantra? Pues nada, en cuanto llega la ocasión, zas, “te lo dije, ¿eh?, te lo dije”. Y el fútbol, que exprime y sublima, no se podía quedar al margen. Es también escenario privilegiado en el que se busca la razón y a quien echársela en cara. Y todo el mundo la tiene y tiene a quien: cualquier aficionado habla tanto, dice tanto, mezcla tantas filias y fobias que, aunque solo sea por pura matemática probabilística, alguna vez tiene que acertar y, aunque sea una vez de mil, recuerda lo dicho en pos de un ridículo reconocimiento. Suele ser habitual, pero hay días que dan mucho juego. El de ayer fue uno de ellos, faltó la intervención de Moyano en alguna jugada decisiva para haber cantado bingo, porque los sospechosos habituales, Masip en este caso para mal, Míchel y Guardiola para bien, dieron rienda suelta a miles de ‘telodijes’ entre los filos y los fobos y viceversa.

La celebración de Míchel, índices al cielo, es, en lo concreto, el cierre de una obra de arte futbolística lanzada por Nacho, pintada con tres pinceladas sublimes por Guardiola y firmada por el valenciano. Una maravilla que pesa lo mismo a favor que un error grosero en contra. Y sobre este particular, no cabe debate, ni ventajismo alguno: es así.


Publicado en "El Norte de Castilla" el 14-09-2020