lunes, 19 de octubre de 2020

FUERA DE MARCO

Foto "El Norte de Castilla"
Algunas fotos panorámicas se asemejan demasiado a la escenografía de un espectáculo de prestidigitación: los encuadres están perfectamente ajustados para que el espectador crea que lo que ve es la realidad, lo sustantivo de la realidad, cuando en verdad lo que el artista, fotógrafo o mago,  ofrece a la vista no es más que un ejercicio de distracción bajo el que se esconden las cartas marcadas, los tejemanejes. Bien pensado, algo no muy diferente al presente de nuestra cotidianeidad política, ejecutada por unos actores más pendientes de transmitir una imagen -un relato, dicho en lengua snob- que en enfrentar, desde las diferentes perspectivas analíticas, la situación compleja que se observa.

En este ejercicio de simplificación, la foto panorámica cuenta con el marco como aliado: así, se permite el lujo de ofrecer una imagen que aparenta una visión general a la vez que esconde lo que no le apetece mostrar, con la simple artimaña de dejar esto al otro lado de la linde que separa lo que aparece de lo que no.  En un partido reglamentario de fútbol, árbitros aparte, se cuentan veintitrés protagonistas: los veintidós que lo juegan y el balón. Pues bien, nuestra foto, con alta densidad de futbolistas, con poses recias o expectantes, actitudes físicamente activas o pasivas, muecas naturales o artificiosas, deja fuera del perímetro vallado a las dos estrellas más refulgentes del encuentro disputado ayer: el balón, que lo es por definición, y Roberto. Sin la actuación brillante del portero pucelano, el equipo se hubiera venido del Prepirineo con media docena de agachadas al fondo de la portería y ¡chitón!, aquí paz y después gloria. Cuando ocurre al revés y elevamos a categoría de internacional al portero rival, la lengua se nos va a que la fatalidad nos persigue, a que tal, cual y que el fútbol es injusto. Lo es. Y lo es también cuando el destino se pone de nuestra parte.

Si nos fijamos más en lo que aparece que en el triste paisaje implícito en el reconocimiento de que aun salvados por las descollantes intervenciones del portero el triunfo no llega, encontramos una amalgama imprecisa de gestos, un catálogo de sensaciones dispersas, unos fogonazos inconexos. A un lado y unidos por la perspectiva, se colocan El Yamiq, que no aún no se ha enterado de que ha venido, y Sandro que, a resultas de la celebración, es consciente de que ya se ha ido. Que esa es otra, mil disparos necesita el canario para anotar un gol y en cuanto se colocó enfrente atinó a la primera. Por otro, Joaquín y Kike, uno más lejos, otro más cerca, como el cuarteto del Huesca esperan acontecimientos. Y en el centro, Plano pillado en medio de un extraño escorzo con el que de cintura para arriba pretende bailar una jota segoviana y de ahí hacia abajo jugar a Karate Kid.

En el centro del centro, destaca el 10, un dorsal mítico que retrotrae a un rol que no termina de encontrar acomodo en este Pucela. Quizá de ahí parta el resto de las dudas.


Publicado en "El Norte de Castilla" el 19-10-2020

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