“Todos coinciden en que encontraron
algo muy nuevo, muy original y muy eficaz, para regentar el Estado y la
nación”. Ese algo “nació en contra de un régimen anterior que se ha convenido
en llamar viejo. No cabe duda de que lo contrario a lo viejo es lo nuevo”.
“Pero no por esto debe acusárseles demasiado de renovadores”, los defensores de
esto nuevo “son buenos chicos y han procurado conservar lo mejor posible los
defectos y las lacras del régimen tradicional”. “Han reducido el reparto de
prebendas y honores, que antes se hacía equitativamente entre los hombres de
todos los partidos, a los hombres del partido” suyo. “Son vagos retóricos como
el más consumado político del régimen anterior”. “Mientras aquellos manejaban
[…] palabras indeterminadas como ‘libertad’, ‘progreso’ y ‘orden’, estos
manejan […] ‘patria’, ‘disciplina’…”.
“Han exaltado las características del
viejo régimen hasta un limite inverosímil”, si antes “sostenían estériles
luchas sobre si la orientación del gobierno debería ser liberal o
conservadora”, ahora establecen que “la orientación de todo gobierno debe ser
permanentemente” la propia de ellos. “Claro que aún no está la obra completa.
[…] Aún quedan vertederos por donde puede escaparse la antipatriótica
oposición” a ese algo nuevo impugnante.
Lo entrecomillado pertenece a un
artículo publicado hace un siglo, el 14 de noviembre de 1925, en las páginas de
El Norte de Castilla. Texto escrito por el segoviano Ignacio Carral, mientras trabajaba
en un instituto de Sicilia, que llegó a mi mano gracias a Juan, estudiante de
Historia que se topó con estos renglones mientras realizaba sus prácticas.
Repetimos la cantinela de que la
historia se repite. Las reflexiones, también; de manera que lo escrito por
nuestros antecesores bien se puede considerar información del pasado procedente
del futuro.
“Solo que esta novedad”, concluye,
“es un poco peligrosa. […] Era la que gobernaba todavía cuando aquellos hombres
feroces de la Revolución francesa hicieron subir al patíbulo a tanta buena
gente”. La mirada de Carral se apagó en 1935, sin tiempo para retratar con
palabras a 1945 como reflejo de 1789, para asimilar que su predicción no se
cumplió en España, para observar este presente de hoy.
Artículo publicado en El Norte de Castilla el 18-11-2025