La rivalidad entre la nostalgia y la creencia en el avance lineal del
tiempo siempre se desarrolló en los mismos términos: ocupan espacios vecinos,
no dejan de mirarse con desdén, se mienten mutuamente y, lo que es peor, se engañan
a sí mismas haciéndose ver mejor de lo que son. La nostalgia se dice, y nos
viene a decir, que cualquier tiempo pasado fue mejor. Estudiar un poco de
historia, solo un poco, sin embargo, desmiente el aserto. Las luces y las
sombras se intercalan como los números racionales y los irracionales: siempre
es posible encontrar una luz entre cualquier par de sombras por muy cercanas
que estén, y viceversa. La añoranza por los tiempos pasados solo puede emerger
gracias a ese talento tan humano para domesticar la memoria de forma que esta
pueda difuminar los aspectos más negativos a la par que enaltecer los que nos
fueron gratos.
Por otro lado, quienes profesan la fe en el progreso se muestran
estupefactos ante lo que no les cuadra y lanzan al aire una pregunta: ¿Cómo es
posible que suceda esta barbaridad en pleno siglo XXI? Una pregunta retórica
que remarca esta lógica lineal. Como si nuestros antecesores hubieran sido
todos unos bárbaros y nuestros contemporáneos, hijos predilectos de la razón.
Mil veces, sin embargo, hemos escuchado aquella consigna del ‘nunca más tal
cosa’ y la tal cosa, empecinada, reaparece a la vuelta de la esquina. Las
vacunas de la experiencia duran poco más o menos lo mismo que la generación que
las sufre. En el siglo XX murieron en guerras más personas que en cualquier
siglo anterior y este XXI parece empeñado en desbancar a su hermano
recientemente pasado.
Ambas, nostalgia y fe, son un par de impostoras; olvidan que el material
con el que se construye la historia es el ser humano y este apenas ha
modificado sus deseos, sus objetivos, su voluntad. Mafalda lo resumía en una de
sus viñetas: “Desde el arco y la flecha a los misiles teledirigidos, es
sorprendente lo mucho que ha evolucionado la técnica y deprimente lo poco que han cambiado las
intenciones”. Claro, que también el ser humano es capaz, con el mismo hilo de
deseos, objetivos y voluntades, de tejer paños que abrigan y dan calor. Siempre
fue así y así será el año que ahora se abre.
Publicado en "El Norte de Castilla" el 05-01-2017
Mientras los humanos sigamos empecinados en dominar todo lo que vemos a nuestro alrededor,difícilmente acabará toda la espiral de violencias(en muchos sentidos)que están sucediendo continuamente en todo el globo terrestre.
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