domingo, 1 de noviembre de 2009

SABER ESTAR, SABER LLEGAR

Los más viejos del lugar recordamos a Pilar corriendo y recogiendo medallas. Pareciera que toda su vida se hubiera encauzado a través del atletismo cuando, en realidad, llegó a este deporte demasiado tarde para lo que suele ser habitual y con la vida demasiado encauzada. Para entonces se había licenciado en filología hispánica, trabajaba como profesora de lengua y literatura, había cumplido los veintisiete y era madre de dos hijos.
Diez años antes, jugaba al baloncesto en el Medina SF a pesar de la oposición de su padre que no veía ‘decente’ que una chica tan joven viajase tanto. Con este club llegó a actuar en la primera división. Allí estuvo hasta los 24 años aunque su periplo fue guadianesco: un año jugaba, otro se apartaba de la competición por estar embarazada. Dejó definitivamente el baloncesto cuando no consiguieron el ascenso a la división de honor.
Pero esos años dedicados al deporte de la canasta fueron muy fructíferos, un marido, un grupo de amigas y un remusguillo, no es escaso bagaje. El remusguillo que poco a poco le invadió fue el atletismo. El preparador físico del equipo, como preparación para la temporada, inscribió a las jugadoras en una prueba de campo a través. Pilar Fernández ganó aquella carrera y se fue a casa con la sensación de que eso era lo suyo. Intensificó el entrenamiento y, cosas de la vida, al año siguiente ‘solo’ consiguió ser segunda. Pero la elección ya estaba hecha. Buena parte de sus compañeras -y alguno de los entrenadores- mantienen la relación desde entonces y dedican parte de su tiempo a correr, en plan divertido, eso sí. Aquel preparador físico es hoy, lo era ya por entonces, su marido: Alfonso Enciso y él fue el que dirigió los entrenamientos que convirtieron a una jugadora de baloncesto de tantas en la mejor atleta española de aquel momento y una de las más grandes de la historia.
Dedicó 10 años al atletismo de máximo nivel y podíamos verla en cualquier prueba de fondo, tanto en pista (abarcaba todas las pruebas del 3.000 al 10.000) como en cross. En ese decenio consiguió diez títulos de campeona de España y fue veintidós veces internacional. Participó en ocho mundiales de cross, en uno de pista al aire libre y puso el colofón en una prueba de 10 km en carretera. Había cumplido ya los 36 cuando el atletismo le abandonó; tras sufrir una lesión en el tendón de Aquiles era incapaz de soportar las cargas de trabajo necesarias para poder competir con un nivel óptimo.
Visto con los ojos de hoy parecería que hablamos de una mujer que, aparte de un nombre, pudo labrarse una tranquilidad económica pero estas pioneras competían por poco más que amor al arte y toda esta carrera deportiva se realizó en paralelo a su labor profesional y a la crianza y educación de sus hijos. Hoy continúa la labor docente que arrancó en el año 71. Treinta y tres años en el colegio El Salvador y seis más en la Enseñanza le sitúan en lugar de privilegio para comprender los cambios, los enormes cambios, que se han producido en nuestra sociedad. Los buenos y los no tanto. Hoy, dice, se favorece menos el esfuerzo como consecuencia de ser una sociedad más rica. Habla con pasión de una profesión que, a pesar de la dureza de muchos momentos, es muy satisfactoria a largo plazo.
Pero si de pasión se trata nada tiene comparación con la que siente por sus hijos. Ambos han heredado la vocación por el deporte de sus progenitores. David, el mayor, llegó a debutar en el Forum de baloncesto y Alvar, tras probar en el atletismo y en la pelota a mano, lo fue todo en el rugby. La historia de El Salvador sería distinta sin su aportación. Queda por ver en que disciplinas destacan sus nietos, cuatro y uno en camino, pero con semejante pedigrí cuesta imaginarles en alguna labor sedentaria. 
Pilar Fernández sigue corriendo, aunque ahora lo haga acompañada y por placer, recuerda la soledad de los entrenamientos, sus momentos de reflexión en contacto con la naturaleza y el sufrimiento. Algo hay de masoquismo en esa necesidad de exigirse hasta el límite. Tras tantos kilómetros, después de tantos triunfos queda la persona y ningún premio le provoca la misma ilusión que el que le concedió el extinto diario Ya: El premio de oro a los valores humanos.  
Pilar quiso llegar primera en todas las carreras pero en la vida hace suyas las palabras de aquella ranchera inolvidable: no hay que llegar primero, hay que saber llegar. Ella sigue siendo la reina.

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