Los
más viejos del lugar recordamos a Pilar corriendo y recogiendo
medallas. Pareciera que toda su vida se hubiera encauzado a través del
atletismo cuando, en realidad, llegó a este deporte demasiado tarde para
lo que suele ser habitual y con la vida demasiado encauzada. Para
entonces se había licenciado en filología hispánica, trabajaba como
profesora de lengua y literatura, había cumplido los veintisiete y era
madre de dos hijos.
Diez
años antes, jugaba al baloncesto en el Medina SF a pesar de la
oposición de su padre que no veía ‘decente’ que una chica tan joven
viajase tanto. Con este club llegó a actuar en la primera división. Allí
estuvo hasta los 24 años aunque su periplo fue guadianesco: un año
jugaba, otro se apartaba de la competición por estar embarazada. Dejó
definitivamente el baloncesto cuando no consiguieron el ascenso a la
división de honor.
Pero
esos años dedicados al deporte de la canasta fueron muy fructíferos, un
marido, un grupo de amigas y un remusguillo, no es escaso bagaje. El
remusguillo que poco a poco le invadió fue el atletismo. El preparador
físico del equipo, como preparación para la temporada, inscribió a las
jugadoras en una prueba de campo a través. Pilar Fernández ganó aquella
carrera y se fue a casa con la sensación de que eso era lo suyo.
Intensificó el entrenamiento y, cosas de la vida, al año siguiente
‘solo’ consiguió ser segunda. Pero la elección ya estaba hecha. Buena
parte de sus compañeras -y alguno de los entrenadores- mantienen la
relación desde entonces y dedican parte de su tiempo a correr, en plan
divertido, eso sí. Aquel preparador físico es hoy, lo era ya por
entonces, su marido: Alfonso Enciso y él fue el que dirigió los
entrenamientos que convirtieron a una jugadora de baloncesto de tantas
en la mejor atleta española de aquel momento y una de las más grandes de
la historia.
Dedicó
10 años al atletismo de máximo nivel y podíamos verla en cualquier
prueba de fondo, tanto en pista (abarcaba todas las pruebas del 3.000 al
10.000) como en cross. En ese decenio consiguió diez títulos de
campeona de España y fue veintidós veces internacional. Participó en
ocho mundiales de cross, en uno de pista al aire libre y puso el colofón
en una prueba de 10 km en carretera. Había cumplido ya los 36 cuando el
atletismo le abandonó; tras sufrir una lesión en el tendón de Aquiles
era incapaz de soportar las cargas de trabajo necesarias para poder
competir con un nivel óptimo.
Visto
con los ojos de hoy parecería que hablamos de una mujer que, aparte de
un nombre, pudo labrarse una tranquilidad económica pero estas pioneras
competían por poco más que amor al arte y toda esta carrera deportiva se
realizó en paralelo a su labor profesional y a la crianza y educación
de sus hijos. Hoy continúa la labor docente que arrancó en el año 71.
Treinta y tres años en el colegio El Salvador y seis más en la Enseñanza
le sitúan en lugar de privilegio para comprender los cambios, los
enormes cambios, que se han producido en nuestra sociedad. Los buenos y
los no tanto. Hoy, dice, se favorece menos el esfuerzo como consecuencia
de ser una sociedad más rica. Habla con pasión de una profesión que, a
pesar de la dureza de muchos momentos, es muy satisfactoria a largo
plazo.
Pero
si de pasión se trata nada tiene comparación con la que siente por sus
hijos. Ambos han heredado la vocación por el deporte de sus
progenitores. David, el mayor, llegó a debutar en el Forum de baloncesto
y Alvar, tras probar en el atletismo y en la pelota a mano, lo fue todo
en el rugby. La historia de El Salvador sería distinta sin su
aportación. Queda por ver en que disciplinas destacan sus nietos, cuatro
y uno en camino, pero con semejante pedigrí cuesta imaginarles en
alguna labor sedentaria.
Pilar
Fernández sigue corriendo, aunque ahora lo haga acompañada y por
placer, recuerda la soledad de los entrenamientos, sus momentos de
reflexión en contacto con la naturaleza y el sufrimiento. Algo hay de
masoquismo en esa necesidad de exigirse hasta el límite. Tras tantos
kilómetros, después de tantos triunfos queda la persona y ningún premio
le provoca la misma ilusión que el que le concedió el extinto diario Ya:
El premio de oro a los valores humanos.
Pilar quiso llegar primera en todas las carreras pero en la vida hace suyas las palabras de aquella ranchera inolvidable: no hay que llegar primero, hay que saber llegar. Ella sigue siendo la reina.
No hay comentarios:
Publicar un comentario