Noche de noche, noche tras noche; y, tras la
noche, otra noche más. Noches sin apenas día, días sin apenas paz. Un apenas
que, en esta parte del mundo, nos ha mentido, un sosegado interludio -breve
para el engranaje narrativo de los libros de Historia, prolongado en nuestra
vital proporción-, que sucedió al eterno estruendo de los cañones, que precede
a una siguiente parte que, ensimismados con la apacible piececita instrumental,
pensamos que nunca jamás arrancaría. Lo pensábamos olvidando que en otros lares
financiábamos estallidos.
El ansia nunca se detiene, ni siquiera se
contrae. En estas, cuando nos sorprende una nueva guerra, cuando la amenaza nos
atemoriza, insistimos en aquello de que ‘el hombre nunca aprende’, en lo otro
de que ‘en una guerra salimos todos perjudicados’. Y no. Muchos sí aprenden,
son conscientes de que, situados en el punto adecuado, una guerra produce
réditos. Por cierto, no solo a los demás. Nuestra azarosa ubicación en el mapa
geopolítico nos ha aportado, además de la quietud apuntada, una rica bolsa de
caudales. Pero hemos dejado de ser centro y observamos con recelo ese cambio de
aires. Los momentos de profundo desinterés alientan los deseos de quien tiene
un interés profundo, y viceversa.
Estos días nos desearemos -y vaya si se lo
deseo a ustedes, a quienes dedican un minuto a leer estas notas tomadas al pie
de un café- un feliz año. Lo haremos con la sensación de que podemos trocear el
tiempo como si la realidad no fuese un continuo; al menos, con el ánimo de
salir indemnes del proceso. Un continuo, decía, que ahora nos dirige por una
senda desconocida que no presagia nada bueno; ni al menos mejor del ya de por
sí desapacible territorio de partida.
Entre la incertidumbre, una certeza, la de
Aute: la guerra que vendrá será la más hortera de todas las guerras que ha
habido y habrá. Bueno, y la de Brecht: Entre los vencidos, el pueblo llano
pasaba hambre. Entre los vencedores, el pueblo llano la pasaba también.
Madre, en la puerta permanece el niño de la
semana pasada. Mientras, plácidos, aguardamos el no sé qué.
Artículo publicado en El Norte de Castilla el 30-12-2025
(Versión
un pelín más larga, dos frases)
Noche de noche, noche tras noche; y, tras la
noche, otra noche más. Noches sin apenas día, días sin apenas paz. Un apenas
que, en esta parte del mundo, nos ha mentido, un sosegado interludio -breve
para el engranaje narrativo de los libros de Historia, prolongado en nuestra
vital proporción-, que sucedió al eterno estruendo de los cañones, que precede a
una siguiente parte que, ensimismados con la apacible piececita instrumental,
pensamos que nunca jamás arrancaría. Lo pensábamos olvidando que en otros lares
financiábamos los estallidos que provocaban el temblor de unas tierras que
nunca permitimos que fueran del todo de sus habitantes.
El ansia nunca se detiene, ni siquiera se
contrae. En estas, cuando nos sorprende una nueva guerra, cuando la amenaza nos
atemoriza, insistimos en aquello de que ‘el hombre nunca aprende’, en lo otro
de ‘en una guerra salimos todos perjudicados’. Y no. Muchos sí aprenden, son
conscientes de que, situados en el punto adecuado, una guerra produce réditos.
Por cierto, no solo a los demás. Nuestra azarosa ubicación en el mapa
geopolítico nos ha aportado, además de la quietud apuntada, una rica bolsa de
caudales. Pero hemos dejado de ser centro y observamos con recelo ese cambio de
aires. Hemos vivido bien amparados en el mundo de “las cosas son así” y,
efectivamente, las cosas son así. Los momentos de profundo desinterés alientan
los deseos de quien tiene un interés profundo, y viceversa.
Estos días nos desearemos -y vaya si se lo
deseo a ustedes, a quienes dedican un minuto a leer estas notas tomadas al pie
de un café- un feliz año. Lo haremos con la sensación de que podemos trocear el
tiempo como si la realidad no fuese un continuo; al menos, con el ánimo de
salir indemnes del proceso. Un continuo, decía, que ahora nos dirige por una
senda desconocida que no presagia nada bueno; ni al menos mejor del ya de por sí
desapacible territorio de partida.
Entre la incertidumbre, una certeza, la de
Aute: la guerra que vendrá será la más hortera de todas las guerras que ha
habido y habrá. Bueno, y la de Brecht: Entre los vencidos, el pueblo llano
pasaba hambre. Entre los vencedores, el pueblo llano la pasaba también.
Madre, en la puerta permanece el niño de la
semana pasada. Mientras, plácidos, aguardamos el no sé qué.