miércoles, 31 de diciembre de 2025

FELIZ AÑO PARA LOS VENCIDOS

 

Foto: E. Press


Noche de noche, noche tras noche; y, tras la noche, otra noche más. Noches sin apenas día, días sin apenas paz. Un apenas que, en esta parte del mundo, nos ha mentido, un sosegado interludio -breve para el engranaje narrativo de los libros de Historia, prolongado en nuestra vital proporción-, que sucedió al eterno estruendo de los cañones, que precede a una siguiente parte que, ensimismados con la apacible piececita instrumental, pensamos que nunca jamás arrancaría. Lo pensábamos olvidando que en otros lares financiábamos estallidos.

El ansia nunca se detiene, ni siquiera se contrae. En estas, cuando nos sorprende una nueva guerra, cuando la amenaza nos atemoriza, insistimos en aquello de que ‘el hombre nunca aprende’, en lo otro de que ‘en una guerra salimos todos perjudicados’. Y no. Muchos sí aprenden, son conscientes de que, situados en el punto adecuado, una guerra produce réditos. Por cierto, no solo a los demás. Nuestra azarosa ubicación en el mapa geopolítico nos ha aportado, además de la quietud apuntada, una rica bolsa de caudales. Pero hemos dejado de ser centro y observamos con recelo ese cambio de aires. Los momentos de profundo desinterés alientan los deseos de quien tiene un interés profundo, y viceversa.

Estos días nos desearemos -y vaya si se lo deseo a ustedes, a quienes dedican un minuto a leer estas notas tomadas al pie de un café- un feliz año. Lo haremos con la sensación de que podemos trocear el tiempo como si la realidad no fuese un continuo; al menos, con el ánimo de salir indemnes del proceso. Un continuo, decía, que ahora nos dirige por una senda desconocida que no presagia nada bueno; ni al menos mejor del ya de por sí desapacible territorio de partida.

Entre la incertidumbre, una certeza, la de Aute: la guerra que vendrá será la más hortera de todas las guerras que ha habido y habrá. Bueno, y la de Brecht: Entre los vencidos, el pueblo llano pasaba hambre. Entre los vencedores, el pueblo llano la pasaba también.  

Madre, en la puerta permanece el niño de la semana pasada. Mientras, plácidos, aguardamos el no sé qué. 

Artículo publicado en El Norte de Castilla el 30-12-2025

 

 

 

 

 

 

(Versión un pelín más larga, dos frases)

Noche de noche, noche tras noche; y, tras la noche, otra noche más. Noches sin apenas día, días sin apenas paz. Un apenas que, en esta parte del mundo, nos ha mentido, un sosegado interludio -breve para el engranaje narrativo de los libros de Historia, prolongado en nuestra vital proporción-, que sucedió al eterno estruendo de los cañones, que precede a una siguiente parte que, ensimismados con la apacible piececita instrumental, pensamos que nunca jamás arrancaría. Lo pensábamos olvidando que en otros lares financiábamos los estallidos que provocaban el temblor de unas tierras que nunca permitimos que fueran del todo de sus habitantes.

El ansia nunca se detiene, ni siquiera se contrae. En estas, cuando nos sorprende una nueva guerra, cuando la amenaza nos atemoriza, insistimos en aquello de que ‘el hombre nunca aprende’, en lo otro de ‘en una guerra salimos todos perjudicados’. Y no. Muchos sí aprenden, son conscientes de que, situados en el punto adecuado, una guerra produce réditos. Por cierto, no solo a los demás. Nuestra azarosa ubicación en el mapa geopolítico nos ha aportado, además de la quietud apuntada, una rica bolsa de caudales. Pero hemos dejado de ser centro y observamos con recelo ese cambio de aires. Hemos vivido bien amparados en el mundo de “las cosas son así” y, efectivamente, las cosas son así. Los momentos de profundo desinterés alientan los deseos de quien tiene un interés profundo, y viceversa.

Estos días nos desearemos -y vaya si se lo deseo a ustedes, a quienes dedican un minuto a leer estas notas tomadas al pie de un café- un feliz año. Lo haremos con la sensación de que podemos trocear el tiempo como si la realidad no fuese un continuo; al menos, con el ánimo de salir indemnes del proceso. Un continuo, decía, que ahora nos dirige por una senda desconocida que no presagia nada bueno; ni al menos mejor del ya de por sí desapacible territorio de partida.

Entre la incertidumbre, una certeza, la de Aute: la guerra que vendrá será la más hortera de todas las guerras que ha habido y habrá. Bueno, y la de Brecht: Entre los vencidos, el pueblo llano pasaba hambre. Entre los vencedores, el pueblo llano la pasaba también.  

Madre, en la puerta permanece el niño de la semana pasada. Mientras, plácidos, aguardamos el no sé qué.