domingo, 3 de noviembre de 2013

JUSTICIA DE PANA

A la justicia se le representa como una mujer con los ojos vendados portando una balanza en una mano y una espada en la otra. Como mujer en honor a la diosa griega Themis y a su secuela romana Iustitia. La venda, pásmense, pretende transmitir la idea de que no tiene ojos, de que todos somos iguales ante ella. La balanza simboliza el equilibrio, las pruebas y los argumentos se pesan antes de valorar. Con la espada se explica que el veredicto se ha de cumplir por las buenas o por la fuerza. En realidad, si nos atenemos a lo que dicta el refranero, podríamos asegurar que la justicia es hombre y zamorano seguro ya que en su atuendo no falta el pantalón de pana con remiendo en el culo. No puede ser de otra forma, ropa vieja cuyos pliegues se adapten a nuestro cuerpo y remiendos que vayan cubriendo los agujeros por donde entra el frío y asoman las vergüenzas.La justicia tiene (debe tener) un sentido armonizador en las sociedades, por lo que siempre porta un sustrato cultural, la forma con que cada grupo humano valora lo que es bueno y lo que no lo es en los comportamientos individuales y la manera de organizar la propia sociedad. Pero no es suficiente con una serie de sobreentendidos, para poder hablar de justicia es imprescindible que lo dicho anteriormente se articule, se codifique y que haya personas encargadas de administrarla con rigor e imparcialidad. 

Todos, más o menos, conocemos los principios legales del fútbol, al fin y al cabo una de las claves de su enorme repercusión tiene que ver con que sus reglamento se comprende de forma intuitiva. Sin embargo esto no era suficiente, hubo que amalgamar ese conjunto de normas y ponerlo por escrito. Faltaba un último punto, quién se encargaría de impartir esa justicia. Nació así el mayor alimento de las tertulias, ese teórico juez imparcial que se encargaría de aplicar el reglamento: el árbitro. Sus decisiones sí se imponen con la fuerza de la espada, pero el problema surge con la venda de los ojos,. Más que indicar que utiliza la misma versión del reglamento al margen del color de la camiseta del futbolista, parece que les impide ver. Fútbol, balompié, pues bien, el Valladolid pierde porque el árbitro concede como válido un gol marcado con la mano. 
El fútbol, su análisis anímico, entiende la justicia de otra forma. Por más que el Pucela perdiese de forma torticera, las manos de los ajusticiados no se van desesperadamente a la cabeza porque, ni los aficionados, ni los protagonistas, encuentran valor para defender lo injusto del resultado. Ayer fue uno de esos días que si nos sirviesen como síntoma, emitiríamos un diagnostico fatal, mejor por tanto será calificarlo de accidente. Nada salió según estaba previsto, parecía faltar aceite en todos los engranajes, incluyendo como engranaje ese lugar en que unas neuronas de Ebert se comunican con otras. Por lo visto, cortocircuitaron y sumó a un mal partido (y van varios en que solo alguna acción aislada fruto de su indudable talento salvan actuaciones opacas) una expulsión. La justicia futbolística colisionó con la reglamentaria y ganó la primera. Escudarse en la segunda anula la autocrítica y este sería mal camino. 

Publicado en "El Norte de Castilla" el 03-11-2013

1 comentario:

  1. ¿Entonces la personificación de la justicia poética sería un zamorano con pantalón de pana y remiendo culero?

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