domingo, 19 de enero de 2025

MISMA DISTANCIA, MEJOR SITUACIÓN

El fracaso, la decepción, la frustración, el yerro, el dolor consecuente... germinan de la vida como las ramas brotan de los árboles, de manera consustancial. Por más que los libros de autoayuda se empeñen en mostrar rutas que esquivan los pedregales, itinerarios que eluden las arenas movedizas, sendas que inapelablemente nos encaminan a verdes valles, la realidad termina imponiendo su deseo de lacerar nuestro cuerpo, tanto en lo externo como en lo profundo, con algunas de sus afiladas aristas. Justamente, en la asunción de la propia vulnerabilidad, en la certidumbre de que en la vida, inherentes, se insertan dosis de sufrimiento,  incluso de crueldad, se encuentra la humana potestad de progreso, de evolución. Uno de los personajes –tiro de memoria, no me pregunten cuál– que transitan por 'El mural', película dirigida por Héctor Olivera que refiere el tiempo de la creación por parte del pintor mexicano  David Alfaro Siqueiros del mural del sótano de la bonaerense quinta Los Granados advertía «sin la certeza de la muerte, el futuro no existiría». El tiempo nos resultaría un concepto carente de un contenido definitivo, nada nos apremiaría salvo eludir algún malestar siempre transitorio.

Las derrotas, resulta grotesco recordarlo, forman parte del fútbol. Distinguir unas de otras depara la información pertinente para conocer el suelo sobre el que se camina. Ni es lo mismo cómo se llega; ni, como consecuencia, puede serlo cómo se sale. La derrota ante el Espanyol causa menos dolor que la retahíla de partidos perdidos hasta el parón navideño.  Tal vez provoque un pinchazo adicional derivado de la evidencia de que el tiempo se acaba, de que los plazos para revertir la situación se recortan. Tal vez origine otro tipo de aflicción debida al hecho de no haber alcanzado una recompensa merecida. Tal vez, pero estos quebrantos no dejan de ser la constatación de un avance. Al fin y al cabo, por lo general admitimos que es preferible la propia muerte que la muerte en vida. Las derrotas de hasta anteayer originaban una extraña mezcla de irritación e indolencia. Esta frente a los pericos, engarzada por la memoria al encuentro anterior, aventura la posibilidad de la existencia de luz al final del negro túnel que habíamos considerado infinito. Pero en el fútbol siempre se puede volver a empezar por abajo que uno esté.

Precisamente por todo ello carece de sentido el padecer por demás, el 'sufrir juntos' con el que arteramente se escudaba Pezzolano para, entiendo, mediante un sutil chantaje imponer un silencio gregario. Sufrir, salvo para masoquistas, solo encuentra sentido si se apoya en alguna esperanza. Precisamente por todo ello conviene recordar para impulsarse desde esta diferente manera de perder. El Pucela clasificatoriamente no se halla más cerca de la salvación, pero se encuentra en mejor disposición para afrontar el reto, para desafiarse, en primer lugar, a sí mismo.  

Fácil no será, desde luego. Carencias existen. De plantilla: que, en una competencia tan física, insertos en plazo de fichajes, Cocca no haya gastado más que dos cambios suena a un 'esto es lo que hay', a mensaje implícito a la dirigencia. De puntal: la lesión de Moro supone la pérdida del jugador imprescindible por ser el único capaz de romper con la ortodoxia táctica, de resquebrajar líneas rivales. Fácil no será. Ahora, al parecer, tampoco imposible.


Publicado en "El Norte de Castilla" el 19-01-2025

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